Jesús Miguel Zamora, hermano de La Salle, va a cumplir en menos de dos meses tres años al frente de la secretaría general de CONFER; un tiempo durante el que ha tenido que hacer frente a numerosos desafíos. El último, la pandemia de COVID-19, que ha tenido a los religiosos y religiosas de nuestro país como protagonistas en dos sentidos: han sufrido numerosos fallecimientos, por un lado, y están respondiendo con gran solicitud para paliar los efectos de la enfermedad, tanto a nivel social como espiritual, por otro. «La vida religiosa nunca ha bajado la guardia. Ya esta ahí, aunque ahora las necesidades son acuciantes», reconoce Zamora
¿Cómo está viviendo la vida religiosa la pandemia?
Con mucha pena por aquellos que han fallecido o por las situaciones problemáticas que se están dando en residencias de religiosos mayores, que no han podido tener a su tiempo los elementos necesarios para su cuidado. Pero también con la esperanza que viene de Aquel que nos ha llamado. La vida religiosa, además, lo está afrontando no solo en lo que les afecta, sino también en el servicio a los demás. Veo a muchos religiosos con ilusión por servir. Son de otra pasta y lo demuestran cuando se presentan situaciones difíciles como esta.
¿Tienen alguna estimación del número de religiosos fallecidos por coronavirus?
Ahora mismo no. Estamos esperando a que se serene la situación para hacerla. Pero son conocidas las situaciones por las que han pasado varias congregaciones. En algunos sitios ha sido sangrante.
¿Qué están haciendo desde CONFER?
Han surgido varias iniciativas. Por ejemplo, el Centro Médico-Psicológico ha ido publicando una serie de vídeos sobre temas como la soledad, el duelo, el acompañamiento… A nivel pastoral, hemos lanzado la campaña en redes sociales #CuarentenaConEsperanza para dar sentido a esta situación. También estamos en contacto con las distintas congregaciones para conocer sus necesidades y ver cómo podemos ayudar. Por otra parte, hay muchísimas iniciativas a pie de calle y que también son CONFER, aunque se organicen desde un ámbito más regional. Se están elaborando mascarillas, poniendo locales y hospitales a disposición de las necesidades, entregando material sanitario, y organizando teléfonos de escucha o acción social…
Aunque su labor no sea demasiado visible, los religiosos están muy implicados en estos momentos, ¿no?
La vida religiosa no ha bajado nunca la guardia. Ya estaba ahí, aunque ahora las necesidades son más acuciantes. Está haciendo lo que siempre ha hecho: ayudar a la gente y ponerse a su disposición. Y lo han hecho tanto en la dimensión pastoral como en la asistencial. Además, los religiosos han estado en lugares tan significativos como el hospital de IFEMA, la morgue del Palacio de Hielo o en la oración del último responso por los fallecidos. La vida religiosa ha estado muy dispersa en muchos sitios, y desde ahí nos hemos sentido Iglesia con otros muchos católicos que no han salido en los periódicos pero que han estado sirviendo en residencias, hospitales… incluso a costa de su propia salud.
Y todavía hay personas que preguntan que dónde está la Iglesia.
Es un poco triste que pase esto; no sé en qué Iglesia están pensando. Hay mucha Iglesia, mucha gente que no sale en los periódicos y sirve en distintos lugares. Y lo hace por su fe. Ahí también está la vida religiosa, cuya labor está como escondida, quizá porque no sabemos vender lo que hacemos. En este sentido, hay un elemento importante, nada desechable, que es el sentido orante de las comunidades.
La importancia de la oración, ¿verdad?
A lo mejor no hace milagros, porque no es un Dios mágico, sino un Dios que nos acompaña y sufre; es el que no baja de la cruz a su Hijo, sino que lo acompaña y sufre con Él.
¿Les animan los reconocimientos de personas como el cardenal Osoro o la presidenta de la Comunidad de Madrid?
Para nosotros es un gran favor, aunque no trabajamos para obtener reconocimiento. Lo que hacemos ahora es nuestro trabajo habitual.
¿Qué mensaje tiene la vida religiosa para la sociedad en este tiempo de pandemia?
Un mensaje de ánimo que nace de Aquel que nos da sentido. Cuando se presentan las dificultades hay que volver la mirada a Jesús, que está vivo, y que nos dice que la vida es mucho más fuerte que la muerte. Nos duelen las situaciones que estamos viviendo –la muerte, la enfermedad, el confinamiento…–, pero por encima de todo eso está Jesús. No podemos dejar pasar sin más esta situación, sino darle sentido. Esta crisis, además, nos está recordando que somos vulnerables, que no tenemos todas las respuestas ni somos los amos del mundo. Una vulnerabilidad que compartimos con otros, en la que nos hacemos fuertes gracias a Jesús. En la fraternidad y en el sentir como propias las necesidades de otros vamos a construir el futuro.
¿Cómo es la situación económica de las comunidades religiosas, sobre todo las que pertenecen a congregaciones más pequeñas?
La situación es muy problemática. Hay comunidades, sobre todo monásticas, que vivían de los que fabricaban y vendían, y eso ha quedado reducido a la nada. No tienen ingresos, pero siguen pagando el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA), tienen que comer, mantener la calefacción… En CONFER tenemos desde 2011 un fondo de ayuda a la vida religiosa, a través de la que se dan cantidades para pagar el RETA de religiosos mayores o para actividades formativas. En estos momentos intentamos hacer un esfuerzo e incrementar el número de ayudas. Estamos en contacto con las comunidades y congregaciones para ver las necesidades que tienen. Muchas nos dicen que necesitan comida o material sanitario.
Fran Otero
Imagen: Jesús Miguel Zamora
(Foto: CONFER)