Después de leerla varias veces –va por la cuarta– el cardenal Osoro considera que la exhortación Christus vivit es «clave» para promover una pastoral juvenil hoy. Una guía para caminar con los jóvenes. Le ha agradado mucho su lectura pues incluso en algunos pasajes ha reconocido algunas de las experiencias que puso en marcha primero como sacerdote y ahora como obispo. Ha encargado ya la impresión de varios miles de ejemplares para regalárselos a los jóvenes… y a representantes de todos los partidos políticos.
«Esta es una exhortación hecha desde el corazón, hecha desde la escucha del Papa a los jóvenes que yo mismo pude ver en el Sínodo». El cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, estuvo implicado a fondo en la cocina de la asamblea mundial dedicada a los jóvenes que se celebró en Roma en octubre. Con la publicación de la exhortación postsinodal, se cierra aquella fase, y arranca la verdaderamente decisiva: la aplicación en las Iglesias locales.
¿Cómo ve recogido el contenido del Sínodo? ¿Cuáles cree que son las aportaciones más personales del Papa?.
Hay partes en las que el Papa está muy implicado y en otras ha recogido lo que se ha dicho en el Sínodo. Yo destacaría tres cuestiones. La primera, muy propia de él, tiene que ver con la escucha de lo que la Palabra de Dios, Jesucristo, María y los santos jóvenes tienen que decir a la juventud de hoy. Es algo muy original del Papa, pues no quiere hablar a la Iglesia desde su ocurrencias, sino desde la Palabra y los testigos. Esto está muy bien recogido en los dos primeros capítulos. Luego hace una propuesta fuerte, que ya pudimos escuchar en Panamá. Dice a los jóvenes que son el «ahora de Dios». Es decir, que sean protagonistas. Es algo que manifiesta y promueve en esta exhortación. También los invita a acoger el anuncio. Por último, hace una propuesta pastoral a la Iglesia que a mí me agrada mucho leerla. Cómo en la diversidad de jóvenes que tenemos y diversidad de propuestas, espiritualidades, pertenencias… es importante que nos escuchemos. Digo que me agrada porque me siento reflejado en ella, por ejemplo, con los Parlamentos de la Juventud que estoy visitando estas semanas en Madrid. En esa propuesta pastoral el Papa quiere ayudar a los jóvenes a que encuentran su vocación con dos elementos muy propios suyos: la vocación en el sentido amplio de la palabra y el discernimiento. En definitiva, es una exhortación hecha por la pluma del Papa, pero por detrás está todo el eco de los jóvenes y el Sínodo.
El Papa pide un cambio de paradigma pastoral, para ofrecer auténticos lugares de acogida y promover un verdadero encuentro con Jesús, huyendo del «adoctrinamiento» moral. Para ello Francisco anima a buscar experiencias que funcionen ya sea «a la derecha» o «a la izquierda». ¿Puede mencionar alguna que le haya venido a la mente al leer el documento?.
Me han venido a la mente cosas que yo he vivido en los años en los que estuve en una parroquia. Entonces, las puertas siempre estaban abiertas y los jóvenes encontraban allí su hogar. No eran lugares para catequizarlos y moralizarlos, sino lugares de encuentro donde se compartía… Toda mi vida he centrado el encuentro de los jóvenes con la Palabra de Dios, porque esta no impone, sino propone; no te echa, sino que acoge; te promueve, te hace abrirte a los demás… Esto se puede hacer en las parroquias, pero hay que abrirlas a los jóvenes.
El documento anima a los jóvenes a indignarse, a ser inconformistas, a llorar… O a promover sin miedo reivindicaciones justas como la igualdad de la mujer, de la mano si hace falta del feminismo, aunque la Iglesia «no esté de acuerdo con todo lo que proponga». Todo esto supone asumir impostantes riesgos… ¿Está dispuesta la Iglesia a permitirlo?.
Hay que asumirlos, porque no son riesgos. Hay que tener libertad para decir lo que uno piensa, para expresarte como eres. Esto se hace en la familia, cada uno piensa de una manera, pero todos están juntos. La propuesta que hace el Papa es clave: crear entornos donde los jóvenes se puedan expresar, no se les dé todo hecho y sean protagonistas.
El Papa reconoce que cuando los jóvenes tienen un primer encuentro con Jesús, del que salen entusiasmados, luego se les ofrecen itinerarios excesivamente normativos o morales.
A veces hemos propuesto una formación muy de códigos que los jóvenes, gracias a Dios, rechazan. En este sentido, hay que tener en cuenta que el comportamiento que tenemos los cristianos no viene determinado por unas reglas sino por un encuentro. Y el Papa va por ahí. Al contemplar a nuestro Señor, al encontrarme con Él, me ofrece una manera de existir que no viene de fuera y esto tiene implicaciones. Por ejemplo, no puedo desentenderme de nadie ni utilizar a nadie para el disfrute personal o para el lucro económico. El joven busca a alguien, no un código. El código nos lo hace ver el encuentro con Jesús, que cambia la vida, el corazón y la existencia. Esto es importantísimo.
Uno de los mensajes en los que más insiste la exhortación es «Dios te ama», con el reverso «la Iglesia necesita vuestro entusiasmo». Pero una Iglesia sometida a una crisis de credibilidad por factores como «los escándalos sexuales y económicos», como reconoce el Papa, ¿cómo puede hacer llegar este mensaje?.
Esto no se hace por decreto, sino acercándose a ellos sin condiciones. Yo no puedo decir «Dios te necesita» a alguien que no quiere escuchar, pero puedo buscar fórmulas para acercarme. Lo que más entiende el ser humano es cuando alguien le ama y le quiere. ¿Por qué el Papa tiene tanto atractivo? Porque, aun siendo mayor, habla de justicia, de vivir en verdad, de promover que se les dé a los más pobres, sean del tipo que sean, aquello que necesitan. Ahí es donde alcanzamos a los jóvenes. Se puede invitar a un joven a ayudar a los demás y lo hace aunque no crea, pero detrás vendrán otras cosas porque el ser humano se hace preguntas y, entonces, se le podrá decir algo. Me acerco a ellos por lo que son y, luego, ellos verán y se acercarán, porque el Señor vive y da vida y nos hace ver otros horizontes. Cuando el Papa habla de un Dios que es amor, no se trata de una explicación sino de la experiencia de Dios que me ama y me lleva a regalar aquello que me ha dado.
R. Benjumea/F. Otero
Imagen: El cardenal Osoro, con un grupo de jóvenes católicos
en la pradera de San Isidro de Madrid.
(Foto: Archimadrid/Ignacio Arregui)