Antes del conflicto, cruzar desde Gaza a Egipto costaba de media 500 euros. Pero desde octubre, las tarifas se han multiplicado hasta por 14. Este es el entramado de las agencias que trafican con el miedo.
14 de marzo 2024.- «Los que estamos intentando sacar a nuestras familias de Gaza somos los privilegiados. La inmensa mayoría de los gazatíes ni se puede plantear conseguir esas cantidades de dinero», explica Mahmud con un hilo de voz desde Berlín. Allí, este hombre de negocios que trabajaba con organizaciones internacionales hasta el pasado octubre, sobrevive ahora como jornalero sin contrato mientras intenta recaudar los 21.000 dólares que le pide la agencia de viajes egipcia Hala para que su mujer y sus tres hijas puedan cruzar la frontera de Rafah. Lo está haciendo con una campaña de crowdfunding online, como varios cientos de palestinos en todo el mundo. Omitimos su identidad y no compartimos el enlace de la campaña de recaudación para que su testimonio sobre el negocio que saquea a los refugiados palestinos no pueda perjudicar el trámite de salida de sus familiares. Es la misma razón por la que todos los participantes en este reportaje aparecen con pseudónimos.
Cuando a principios del pasado octubre Mahmud viajó a Europa para asistir a un congreso, los palestinos residentes en Gaza tenían que pagar de media unos 500 euros por adulto y unos 250 por menor para cruzar a Egipto. El negocio fronterizo había surgido con el régimen de Abdel Fatah Al-Sisi, que tomó el poder en 2013 mediante un golpe de Estado a los Hermanos Musulmanes. Pero su causa última hay que buscarla en la destrucción en 2001, por parte de Israel, del aeropuerto que la Unión Europea había construido en la Franja y en el bloqueo total que el Gobierno de Tel Aviv impuso desde 2007. Así fue cómo el paso de Rafah, junto al Sinaí egipcio, se convirtió en la única comunicación con el mundo para los gazatíes. Pero poco después de llegar al poder, Al-Sisi cerró el paso fronterizó y no lo reabrió hasta 2018, cuando le cedió su gestión a Ibrahim Al-Organi, impulsor de la Unión de Tribus del Sinaí, una organización de milicias afines al régimen. Al-Organi, muy cercano a Mahmoud Al-Sisi, hijo del presidente egipcio y responsable de la inteligencia del país, es el propietario de Al-Organi, un enorme conglomerado de empresas dedicadas a la construcción, la hostelería, la seguridad privada, la minería y los viajes. Según informaciones publicadas por el prestigioso periódico Middle East Eye, una de estas compañías, Hijos del Sinaí, dedicada supuestamente a la construcción, está cobrando unos 4.500 euros por cada camión de ayuda humanitaria que quiera pasar por Rafah. Otra de sus empresas, la supuesta agencia de viajes Hala, lleva desde 2019 cobrando por el cruce del paso de Rafah, como han denunciado medios como BBC y la Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP), y como ha podido comprobar Alfa y Omega a través de testimonios. Desde que comenzase la ofensiva israelí en octubre, las tarifas de Hala se han multiplicado hasta por 14: pueden llegar a pedir incluso 10.000 euros por adulto y 4.100 por menor. Según ha podido comprobar Middle East Monitor, Hala Consulting and Tourism, como se llama oficialmente, no aparece registrada en el listado de empresas del Ministerio de Turismo, lo que este medio interpreta como que actúa, exclusivamente, bajo el paraguas de la inteligencia egipcia.
El 9 de octubre, pocos días después de volar a Europa, Mahmud estaba de vuelta en el cruce de Rafah, del lado egipcio, temblando mientras esperaba poner a salvo a su familia. Tras los ataques de Hamás del 7 de octubre, la ofensiva contra Gaza había comenzado y uno de los primeros lugares bombardeados fue, precisamente, el cruce de Rafah, por donde miles de personas intentaban salir. Entonces, Egipto cerró la frontera durante más de un mes y su mujer y sus hijas tendrían que volver a su ciudad, Khan Yunis, donde su casa y su negocio fueron destruidos por los bombardeos. Se refugiaron en la vivienda del padre de Mahmud, que llegó a acoger a más de 40 parientes, mientras Mahmud acudía desesperado a las embajadas de Estados Unidos, de Turquía y de Alemania —países con los que había trabajado— para pedirles que intercediesen ante Israel para poner a salvo a su familia. «Nadie me ayudó», lamenta. Mahmud perdió los 3.000 euros que había pagado a un representante de Hala mediante una transferencia. Casi dos meses de penurias después, el 6 de diciembre, un francotirador israelí acabaría de un disparo en la cabeza con la vida de su padre. Mahmud lo vería todo desde Berlín a través de las cámaras de vigilancia que tenía vinculadas con su móvil. «Un F16 bombardeó el edificio donde se encontraba la vivienda familiar. Con lo que le ocurrió a mi padre, todos mis parientes se habían marchado. Pero quedaban más familias. Aún no se han podido recuperar los cadaveres», añade.
Tras perder a su abuelo y verse sin un techo, las hijas de Mahmud y su madre se trasladaron a Rafah, como ordenó el Gobierno de Netanyahu. Allí se refugiaron en una tienda de campaña junto a los abuelos maternos, su tío y su respectiva familia, hacinados, sin apenas comida, pasando frío y con parte de la tienda empantanada por las lluvias. Mahmud vendío sus últimas pertenencias para alquilar una habitación para todos ellos por la que paga 1.000 euros al mes.
En enero, Mahmud supo que Egipto había reactivado los servicios de Hala —«porque quería nuestro dinero y para lavar su imagen internacional», opina—. Oficialmente, solo está permitida la evacuación de heridos de gravedad y ciudadanos extranjeros. Sin embargo, según un análisis realizado por el canal de televisión británico Sky News, de las listas publicadas de salidas de Gaza entre el 10 y el 29 de febrero, de las 8.446 personas registradas, 4.692 (el 56 %) lo hicieron a través de Hala, mientras que solo 870 habían conseguido permisos por estar heridos y 2.884 lo hicieron con pasaporte extrajero. Unas salidas permitidas por las autoridades egipcias e Israel. A diario consiguen cruzar la frontera de Rafah una media de entre 400 y 500 personas, lo que reportaría a Hala más de un millón de euros diario.
Estafas y trabas burocráticas
En enero, Mahmud transfirió los 6.000 euros que le pedía de adelanto otro intermediario de Hala Company. En total, 11.000: 5.000 por su esposa y 2.000 por cada niña. Pero el supuesto agente de viajes desapareció con el dinero. Algo que, según Mahmud, le ha pasado a otras personas en su situación.
El servicio se contrata, habitualmente, a través de cuentas de Facebook, de formularios de Google o de mensajes por WhatsApp. Los desesperados clientes raramente reciben un recibo del pago que tienen que realizar por sistemas como American Express o en efectivo en las oficinas de supuestos intermediarios que hay en Gaza y en El Cairo. Todo esto ocurre en la Franja, donde ya antes de la última ofensiva israelí, el 80 % de sus 2,3 millones de habitantes dependían de la ayuda humanitaria para sobrevivir.
Ahora Mahmud está haciendo lo que nunca se imaginó que tendría que hacer: pedir dinero a través de una campaña de recaudación por internet, como están haciendo cientos de palestinos en todo el mundo. En su caso, a través de la plataforma Gofund.me, ha recaudado casi los 21.000 dólares que le piden ahora por sacar a su familia y alojarla en una casa mientras consigue el permiso para reunirse con ellas en Alemania. Pero para asegurarse de que está contratando el servicio directamente con Hala, tiene que hacer el pago en efectivo en su oficina de El Cairo, que cada día amanece con colas de varios cientos de personas desesperadas por poder poner a sus seres queridos a salvo. «No puedo ir a Egipto porque me arriesgaría a que cancelen mi solicitud de asilo en Berlín, así que lo va a llevar un amigo con pasaporte europeo», explica desesperado antes de compartir su otro temor. «Si esta vez consiguen huir de Gaza, solo tendrán permiso para permanecer un año en Egipto. Mis hijas no tendrán derecho a ir al colegio ni mi mujer a trabajar, porque son palestinas. Y conseguir la reunificación familiar en Alemania puede llevarnos años. ¿Te das cuenta? Pueden pasar años antes de que pueda volver a verlas. Pero lo importante es que salgan con vida de Gaza», explica por teléfono, cada vez más quebrado.
Precios de Hala
• Pasaporte palestino: 5.000 dólares para mayores de 16 años.
• 2.000 dólares para menores de 16 años.
• Con pasaporte egipcio: 650 dólares para los mayores, 325 dólares para los pequeños.
• Con certificado de nacimiento egipcio: 1.200 dólares para los mayores y 650 por los menores.
• Documento de viaje egipcio para refugiados palestinos, 1.200 dólares.
El presidente israelí, Benjamín Netanyahu, ha repetido en las últimas semanas que su objetivo ahora es tomar Rafah, donde se apiñan 1,5 millones de personas. Desde las tiendas de campaña en las que viven decenas de miles de familias, ven los muros de alambre y de hormigón que los separan de Egipto, mientras se multiplican los casos de hambruna por la escasez de alimentos y de agua, así como de un mínimo de condiciones de higiene y salubridad. Imágenes tomadas por satélite muestran retroexcavadoras en el lado egipcio de Rafah allanando el terreno, lo que hace temer que Al-Sisi haya acordado con Netanyahu acoger a los refugiados palestinos para que pueda culminar su limpieza étnica y ocupación total de la Franja.
Cuando, a principios de 2023, el periodista Ghali decidió instalarse en Europa, consiguió el permiso de Hala Company para trasladarse al aeropuerto de El Cairo por 230 euros. De lo contrario, como la mayoría de los gazatíes que no podían asumir esa cantidad, se arriesgaba a pasarse meses esperando la autorización y a todo tipo de abusos en el viaje. Esa es la ventaja sobre la que Hala y otras agencias similares de Al-Organi han levantado su emporio desde 2019: quienes no pagaban se arriesgaban a esperar durante meses el permiso, a no obtenerlo nunca o a ser deportados una vez llegaban al otro lado de la frontera. Sin la mediación de Hala, además, el viaje hasta El Cairo les podía llevar entre 5 y 7 días, durante los cuales, a menudo, sufrían asaltos en los controles militares y tenían que dormir a la intemperie. Por el contrario, si pagaban y dependiendo de cuánto pudieran pagar, se aseguraban hasta una agradable comida en las estancias del cruce fronterizo y hacer el viaje hasta El Cairo en menos de siete horas.
En su caso, Ghali contrató el permiso por WhatsApp. Envío una fotografía de su pasaporte y pagó un adelanto. A los pocos días le llegó la autorización y, entonces, pagó en persona el resto. Ahora, dedica buena parte de sus días y noches en España, donde reside en la actualidad, a buscar fórmulas para sacar a su madre y a sus dos hermanos de la Franja —su padre murió hace años—. «Ellos han intentado registrarse por la vía ordinaria, pero no hay manera de salir sin pagar y no tenemos esas cantidades. Y no vamos a pedir dinero a nadie, nunca lo hemos hecho y nos resulta humillante», explica.
Quien sí ha pagado, y sigue esperando en la ciudad de Gaza poder salir, es el fotoperiodista Asim. Por mensaje explica que siente que en cualquier momento puede llegar su final. Según el Comité de Protección de Periodistas, más de 90 reporteros y reporteras han sido asesinados por el Ejército sionista en estos cinco meses de asedio, una cifra sin precedentes. Tampoco nunca antes se habían identificado tantas muertes de familiares de los informantes. La conversación con Asim quedó interrumpida antes de que pudiera explicar cuánto ha pagado. Israel corta continuamente internet en la Franja y los periodistas tienen que dedicar buena parte de sus jornadas, además de a buscar comida y cubrir sus historias, a encontrar lugares donde llegue la señal. Entonces, tienen que enviar rápidamente sus crónicas e imágenes porque es habitual que el Ejército tenga localizados estos lugares para atacarles. Después, pueden volver a pasar varios días sin comunicación con el mundo.
PATRRICIA SIMÓN
Alfa y Omega