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La muerte no se puede prevenir, pero sí se puede preparar a los niños y adolescentes para integrarla con normalidad. Esta es una de las máximas con las que nace una guía pionera sobre el duelo en centros educativos elaborada por Escuelas Católicas. Se presenta este jueves en el Consejo Escolar del Estado
La muerte sigue siendo un tabú para la sociedad actual. Que uno de los movimientos culturales e intelectuales de los últimos años sea el transhumanismo –palabra que no está todavía en el diccionario y que condensa el sueño de muchos de superar las limitaciones humanas a través de la nuevas tecnologías– da fe de ello. Y todavía lo es más en los ámbitos donde están presentes los niños y adolescentes que, paradójicamente, están expuestos a ella de una manera banal y brutal a través de los videojuegos, internet y el cine.
Por eso es especialmente relevante que Escuelas Católicas –como ya ha hecho con la cuestión del acoso– haya elaborado una guía para educadores sobre el duelo en el ámbito escolar que se presenta este jueves en el Consejo Escolar del Estado. «Una de las situaciones críticas que han de afrontar los colegios es la realidad de la muerte. El proceso de duelo que le sigue afecta, sobre todo, a los ámbitos personal y familiar. Pero no es menos cierto que tiene sus repercusiones en el contexto colegial, en donde los niños y jóvenes viven una parte importante de su día a día. El duelo por la muerte de alguien próximo no siempre es fácil, ya se trate de la muerte natural de un abuelo o del suicidio de un alumno en el propio colegio. Por eso nos parece importante y hasta urgente ofrecer pautas para elaborar y significar el duelo en los centro escolares», apunta José María Alvira, secretario general de Escuelas Católicas, en el prólogo de la guía, titulada El duelo en el ámbito escolar.
Este trabajo, que ahora se pone a disposición de toda la comunidad educativas –centros católicos y no católicos–, se ha prolongado durante aproximadamente un año y han intervenido en él los distintos departamentos de Escuelas Católicas –el pedagógico, el pastoral, el de comunicación, el jurídico…– y ha contado con el asesoramiento de diferentes expertos conocedores del asunto, así como con directivos de centros que han vivido casos especialmente duros.
El coordinador y relator de la guía, Luis Aranguren Gonzalo, consultor y formador en ámbitos educativos y sociales, afirma en entrevista con Alfa y Omega que este trabajo es pionero, pues aunque hay materiales que abordan el duelo en niños o adolescentes, ninguno lo hace desde la perspectiva escolar. Según detalla, en la guía se mezclan dos planos: el de la reacción, de lo que hay que hacer de forma inmediata –los primeros días y semanas– desde el punto de vista pastoral, pedagógico, jurídico, comunicativo…; y el de la reflexión, es decir, hablar de lo que pinta la muerte en nuestra vida, de cómo la introducimos en el colegio para tratarla de manera normalizada… Se explica perfectamente en la propia guía: «Quiere ofrecer pautas concretas para acompañar en el duelo a nuestros alumnos en sus distintas edades y situaciones. Pero también queremos introducirnos como educadores en la presentación de la muerte como una realidad básica de nuestra vida. Aquí la fe tiene mucho que aportar».
En este recurso no se da nada por sabido y se aborda la definición de duelo –es el proceso de asimilar e integrar en la propia existencia la pérdida de alguien significativo– y que este se presenta en todas las personas con independencia de su edad, aunque en el caso de los niños hay ciertas particularidades. Por ejemplo, aunque pensemos que no, los niños se dan cuenta de lo que sucede, de que algo ha cambiado en su entorno; la muerte no saca al niño de su dinamismo vital y, por eso, es importante que sigan su vida diaria; elaboran el duelo más rápido; y su expresión emocional –quizá el aspecto más complicado– depende de que los adultos les proporcionen espacios y legitimen esas emociones.
Como se apuntaba previamente, una de las grandes aportaciones de esta nueva guía de Escuelas Católicas tiene que ver con la propuesta de acompañamiento pedagógico y pastoral del duelo, pues este «se puede convertir en escuela de aprendizaje para toda la comunidad educativa». «Que lo pastoral y lo pedagógico hayan ido de la mano es muy bueno», apunta Aranguren. Las palabras clave en este itinerario son el acompañamiento, el silencio, la escucha atenta, el reconocimiento del otro, el cuidado… cuya aplicación tiene un valor pedagógico pero también pastoral cuando se «generan diálogos acerca del sentido de la vida y la muerte, como Jesús con la samaritana; muestra la interconexión de la vida con la muerte y el nudo de ese vínculo que es Dios y propone la esperanza y el consuelo como soporte vital al lado de quien sufre la pérdida y el convencimiento de que la muerte no es el final del camino».
Esta propuesta se concreta en una serie de recomendaciones si se produce alguna muerte como la preparación de un acto religioso o social o una comunicación fluida con la familia para ayudar lo mejor posible al niño que ha sufrido la pérdida. En el aula habrá que mantener la normalidad pero con cierta flexibilidad, así como ofrecer apoyo particular y dar herramientas a los alumnos para que comprendan y pasen el duelo. Por ejemplo, la guía plantea que en las tutorías se aborde la cuestión de la muerte ya sea de forma preventiva o paliativa, que se utilice para ello la metodología de asambleas o círculos –ayuda a la libre expresión–, las expresiones artísticas –tienen un poder curativo y paliativo– o foros a través de películas y libros.
También hay que considerar, según recoge la guía, la posibilidad de celebrar un funeral si la familia afectada está de acuerdo, pues «es un momento donde toda la comunidad educativa puede celebrar de modo cristiano la pérdida del ser querido». Si la familia es de otra confesión o religión se puede optar por una celebración interreligiosa en un espacio adecuado del colegio. Del mismo modo, sugiere una celebración anual en la que se recuerden a los fallecidos durante el último año.
Preparación
La otra gran novedad tiene que ver con la preparación ante la muerte. Así lo explica José María Alvira: «La muerte y, por tanto, el duelo no se pueden prevenir como sucede con el acoso escolar. Pero sí podemos prepararnos».
Suena fuerte, pero en la guía se habla de una «pedagogía de la muerte» dirigida a los educadores, que busca fundamentalmente acabar malentendidos y derribar murallas. «Hemos de deconstruir: los miedos a las preguntas, el miedo a la muerte que conduce al rechazo, a ni siquiera hablar sobre ella; la cultura del éxito, que solo sabe de ganancias y subir en la escala social, y que no se permite la posibilidad del menor fracaso; la eterna juvenilización de la vida, que prolonga en modas, lenguaje, estética e intervenciones quirúrgicas una juventud que solo es una etapa de la vida; la mala prensa que tiene la posibilidad de dudar y la muerte nos sumerge en el misterio más insondable de nuestra vida; la secularización de nuestra sociedad que eclipsa la pregunta religiosa y tiene serias dificultades para afrontar con rigor las cuestiones últimas de la vida», se puede leer en la guía.
Además, la pedagogía de la muerte puede ser una puerta de entrada para la promoción de valores tan importantes como el respeto a la vida; la serenidad, como forma de afrontar los reveses; la resiliencia, como capacidad para hacer frente al sufrimiento; el desapego, como forma de relación con lo otro que no es mío ni me pertenece; la inquietud, como actitud vital y desarrollo de la curiosidad; la aceptación; la ejemplaridad; la búsqueda de sentido; la esperanza o la espiritualidad.
En esta tarea debe jugar un papel importante la tutoría, pues será el lugar propicio, el marco referencial para abordar esta cuestión y fomentar en los alumnos competencias socioemocionales y otras habilidades. Apunta, en primer lugar, a la alfabetización emocional, pues «tener habilidades necesarias para vivir conectados a nuestras emociones nos permite ser y estar desde la autenticidad y superar el dolor que conllevan las pérdidas». En segunda instancia, recalca la importancia del pensamiento autónomo, que cada alumno forme sus propias opiniones a partir de una observación y un análisis crítico. Y finalmente, la interioridad, pues al acercarnos a la muerte nos damos cuenta del contraste entre el afán por mantener todo bien organizado y la continua desintegración.
De hecho, desde Escuelas Católicas se está trabajando en un plan de formación para profesores con la Universidad Pontificia Comillas, para dar una mayor consistencia a las tutorías, donde se ha introducido el duelo. «Hay que hablar a los tutores sobre la muerte y formarles en duelo», apunta Aranguren.
La conclusión parte de la afirmación de la psiquiatra Elisabeth Küble-Ross, una de las mayores especialistas en la muerte, cuando dice que para los médicos la muerte es un fracaso. «Sin embargo, es gracias a la muerte que podemos dar valor a la existencia. Apartar a los niños de la realidad evitando la consciencia ante las pérdidas o escondiendo la muerte es un daño a medio y largo plazo», concluye la guía.
Fran Otero
Lo que no hay que hacer ni decir
Ideas erróneas
- El niño no entiende nada y por tanto no hay que hablar del tema
- Es mejor ocultar el dolor para que el niño no sufra
- Que el niño no vaya al tanatorio ni al entierro
- El duelo no dura más de un año
Mensajes inadecuados
- «El tiempo lo cura todo»: lo que cura es lo que hacemos con el tiempo que tenemos
- «Es mejor así»: es necesario no evitar el dolor de la pérdida, con independencia de las circunstancias de la misma
- «Hay que ser fuertes»: cada duelo es necesario atravesarlo de principio a fin con toda su carga de sentimientos, emociones, vacíos, preguntas sin responder, silencios… Los niños necesitan menos tiempo para ello
- «No estés triste por él (fallecido), se pone triste: este tipo de frases confunden al niño
- «Dios aprieta, pero no ahoga»: el duelo sumerge en situaciones de extremo ahogo personal y familiar, y eso no lo podemos evitar. No es conveniente hacer de Dios un personaje más que interviene en lo que ha sucedido
Los casos concretos y qué responder
Duelo anticipatorio
No comienza con la muerte del ser querido, sino con la enfermedad terminal. Se produce antes de que suceda la pérdida. Es una transición de un camino largo hasta la muerte.
Claves de respuesta:
- Comunicar a la familia el beneficio de que el menor conozca la situación
- Permitir la expresión de sentimientos sobre la pérdida inevitable
- Escuchar de manera activa y empática
- Animar a las familias a que reciban ayuda psicológica
- Recibir acompañamiento espiritual
Duelo en caso de suicidio
La situación es extremadamente delicada y se debe proceder con profesionalidad e inmediatez. Es preciso llamar lo antes posible a los servicios médicos de urgencia y a la Policía. Luego hay que contactar con los padres o familiares para informarles y transmitir las condolencias. A nivel mediático, hay que responder con transparencia, veracidad y rapidez.
Tratamiento en el aula:
- Disipar rumores, esto es, transmitir la información correcta sin necesidad de detalles innecesarios
- Dar información básica de la conducta del suicidio
- Acoger a los alumnos desde la humildad, dando espacio y tiempo para la expresión de sentimientos y preguntas
- Dar apoyo a los alumnos y derivar, en caso de que lo necesiten, a servicios profesionales
- Crear un espacio de oración
Duelo en caso de accidentes
La consecuencia emocional más importante en estos casos es la profunda sensación de vulnerabilidad, especialmente en niños de nueve años en adelante.
Claves de respuesta:
- Ofrecer más tiempo del necesario para poder encajar lo ocurrido
- Permitir todos los sentimientos, sobre todo el de culpa si han presenciado el accidente
- Transmitir con firmeza que no ha sido culpa de ellos y ayudarles a ver la diferencia entre deseo y realidad
- Garantizar la seguridad y la estabilidad retomando lo antes posible la rutina
- Ajustar las expectativas de recuperación, permitiendo idas y venidas en el proceso de transición del duelo
Duelo en caso de muerte violenta
Las muertes causadas por violencia terrorista, homicidio, violencia machista y cualquier otra forma de violencia causan un dolor insoportable.
Claves
- La rabia y la venganza son sentimientos reconocibles, comprensibles y lógicos, pero no son buenos indicadores para vivir un duelo sano ni se deben alimentar
- Cabe desde la educación fomentar la cultura del perdón, un perdón que no es olvido ni negación de la justicia. Este no es el primer paso para trabajar con los alumnos en el aula, antes deben aflorar los sentimientos naturales de rencor, de rabia y los deseos de venganza
Criterios de valoración:
- Se prolonga en el tiempo, más allá de los doce meses
- Intensificación de los síntomas en los que se observa que el menor se siente desbordado o aumentan las conductas desadaptativas
- Los síntomas iniciales se posponen y aparecen más tarde