Al que fuera histórico dirigente socialista Alfonso Guerra, el sanchismo le aplica el mismo método que al resto de los críticos en general: descalificación y silencio. Está mayor, anda fuera de la realidad, ésta no es la España que él vivió (en cierto modo forjó), se ha quedado anticuado y otras lindezas al uso. Sobre todo, silencio. Mucho silencio. ¡Que diga lo que quiera!.
Desde su atalaya de jubilado y el conocimiento del partido que fundara Pablo Iglesias (el bueno), Guerra ha lanzado un grito desesperado -se supone que a sus conmilitones- alertando acerca de la «mutación de hondo calado» en el «nuevo socialismo» español y, por ende, en España.
En resumen: Pedro Sánchez y sus edecanes han trasformado la socialdemocracia, entendido aquí y acullá como tal, en una formación populista donde cuesta mucho distinguirla de los nuevos postulados del socialismo del siglo XXI, esto es, del nuevo comunismo. Lleva toda la razón. Un jefe de Gobierno socialdemócrata no invade todos los poderes del Estado; no tiene al Parlamento como un rehén a través de sus terminales, llámese Batet o su porquero, hábilmente colocados por mor de una mayoría parlamentaria coyuntural. Ni agrede a los empleados y los emprendedores que crean riqueza. Ni amenaza a los medios de comunicación que no son de su agrado; ni pretende que la Fiscalía y la Justicia acaten sus órdenes como si fueran meros transmisores de su zarza ardiente.
Todo el mundo medianamente enterado de las cosas que ocurren en España, Guerra el primero, saben que su alegato caerá en el vacío. Eso se da por descontado. Sin embargo, el que fuera vicesecretario general del PSOE y vicepresidente de aquel Gobierno está poniendo los cimientos para que el sentido común vuelva a transitar por el socialismo de este país y la socialdemocracia pueda recuperarse. Eso llegará. Mientras tanto, ajo y agua, señores.
GRACIANO PALOMO
Publicado en OKdiario
Domingo, 19 de marzo 2023