«He encontrado a mujeres que van al paritorio con una foto del doctor Gálvez, del que decían que sus madres eran muy devotas», cuenta el delegado de Pastoral de la Salud de Málaga. El médico, cuya causa se remite este 16 de junio a Roma, atendía a miles de pobres y hasta pagó de su propio bolsillo las obras de Málaga cuando fue alcalde
La ciudad de Málaga ve con alegría cómo uno de sus ciudadanos insignes está un paso más cerca de los altares. Este 16 de junio se clausura en el santuario de la Victoria la fase diocesana de la causa de beatificación de José Gálvez Ginachero. Médico, alcalde de Málaga entre 1921 y 1926, fue también director del Hospital Civil para personas sin recursos, presidente del Patronato del Asilo de los Ángeles, padre de familia y cooperador salesiano.
Su testimonio de seglar comprometido es una invitación a la búsqueda de la santidad en la vida cotidiana. Su espiritualidad alentaba en él una caridad inagotable que se manifestaba de forma clara en su profesión, a través de la cual defendió siempre a los descartados: no nacidos, mujeres en riesgo de exclusión, marginados y ancianos. Gálvez tiene certificadas más de 150.000 visitas médicas, la mayoría a personas pobres, y gracias a sus maratonianas jornadas, recogidas con férrea disciplina personal en un cuaderno de su puño y letra, dejó un inmenso legado social mediante las Escuelas del Ave María, la Obra Salesiana y el Asilo de los Ángeles. En esa constancia rigurosa, alternando trabajo y estudio con la cercanía a Dios y frecuentando los sacramentos, reside el secreto del doctor Gálvez.
Francisco García Villalobos, postulador de la causa, afirma que «la suya es una personalidad versátil, difícil de resumir en pocas palabras. En este proceso de beatificación destacamos su carácter de hombre de fe, de profunda espiritualidad, que sigue siendo para los hombres y mujeres de hoy, a pesar del tiempo transcurrido desde su fallecimiento en 1952, un modelo muy vigente, especialmente para los laicos y profesionales que intentamos seguir a Jesucristo desde los ámbitos de nuestra familia y nuestro trabajo. Con personas como Gálvez nos resulta menos inalcanzable».
Este 16 de junio se enviará a Roma toda la documentación de la causa, fruto de un periodo de arduo trabajo de investigación, durante el cual han declarado más de 50 testigos, una comisión histórica ha examinado más de 3.000 documentos, y dos censores teólogos han comprobado que en los escritos del siervo de Dios no hay nada contrario a la doctrina de la Iglesia. La diócesis, junto a la Asociación Pro Beatificación que actúa como parte coactora, considera que José Gálvez ejerció de modo heroico sus virtudes y murió con fama de santidad, y envía esta documentación a la Congregación para la Causa de los Santos en Roma. «Allí se nombrará un nuevo postulador romano y en su momento, si Dios quiere, se decretará que es considerado venerable».
Más que un hombre bueno
Francisco Rosas, delegado diocesano de Pastoral de la Salud, es ginecólogo jubilado y conoció al doctor Gálvez con tan solo 6 años. «Una de mis tías, que era soltera, me contó cómo mi abuela había sido paciente suya a causa de un cáncer de endometrio. Me relataba cómo la trataba en las visitas, la paz que transmitía, cómo desdramatizaba la enfermedad… “¡Era un anto!”, decía. Y me contaba con todo lujo de detalles cómo toda Málaga se echó a la calle cuando murió para acudir a su funeral. Siendo ya médico, esa imagen volvió a mí en el Hospital Civil, donde se hablaba mucho de él, y en varias ocasiones me he encontrado a mujeres que iban al paritorio con una foto del doctor Gálvez, y al preguntarles quién era, me respondían: “Este era un médico muy bueno del que mi madre era muy devota y lo he traído para que me ayude en el momento del parto”».
Ana María Medina
Málaga
Imagen: El doctor Gálvez en la escuela de matronas en los años 50.
(Foto: Diócesis de Málaga)
No miraba el bando de los heridos
Miren Larrea es biznieta del doctor Gálvez, al que siempre han llamado Papabuelo en la familia, ya que tuvo que ejercer de ambas cosas al fallecimiento de sus yernos. «Crecí oyendo hablar de él como un hombre cristiano y muy bueno–cuenta–, pero cuando se abrió la causa y empecé a leer todos los testimonios que caían en mis manos, me quedé muy impresionada. No era la figura solo de un hombre bueno, ¡sino de un santo!».
Larrea destaca de su Papabuelo su faceta de hombre «trabajador, activo, constante, poco hablador –pero cuando había que hablar no se callaba–, austero, con fino sentido del humor, culto, deportista, buscador de lo mejor para sus enfermos y las obras de caridad que realizaba…», pero, sobre todo, le impresionó «su papel en la Guerra Civil. Una de sus hijas estuvo presa del bando republicano, él mismo también fue detenido varias veces, además fue suegro de dos importantes aviadores del bando nacional… y aún así ayudó a personas en peligro de ambos bandos. Después, se presentó voluntariamente a varios consejos de guerra para testificar en defensa de republicanos que le constaba que habían actuado rectamente».
El doctor Gálvez, recuerda su biznieta, «nunca cobró su sueldo como director del Hospital Civil, sino que directamente se lo entregaba a la monja encargada de las necesidades del hospital y durante los años que fue alcalde de Málaga, al acabarse el dinero para las obras proyectadas por el Ayuntamiento, las pagó