El Secretario vaticano para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales se encuentra desde ayer hasta el 30 de marzo en Budapest. Hoy intervino en la conferencia anual de los embajadores del país, donde el arzobispo subrayó que la Santa Sede sigue profundamente comprometida con la promoción de la justicia y la concordia entre las naciones.
Ciudad del Vaticano, 28 de marzo 2025.- «La Santa Sede sigue profundamente comprometida en la promoción de la paz, la justicia y la concordia entre las naciones». Así lo afirmó monseñor Paul Richard Gallagher, secretario vaticano para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, citando las «hostilidades armadas» que se observan hoy en el mundo, como «la guerra entre Rusia y Ucrania, el conflicto entre Israel y Hamás, las luchas y la agitación en Oriente Medio» o incluso «la violencia persistente en los territorios de África». El arzobispo, que visita Hungría del 27 al 30 de marzo, intervino hoy, 28 de marzo, en la conferencia anual de embajadores del país y destacó el importante papel que pueden desempeñar las religiones en los desafíos geopolíticos contemporáneos. En su discurso, el diplomático vaticano subrayó que es precisamente el compromiso de situar «la dignidad humana en el centro de todas las negociaciones y soluciones diplomáticas» lo que convierte a las religiones y a sus representantes en actores importantes en los procesos y diálogos de consolidación de la paz.

El concepto religioso de la paz: la dignidad humana
El Arzobispo Gallagher subrayó que el concepto católico de paz, que sustenta el esfuerzo diplomático de la Santa Sede, no es sólo «una necesidad política» o «la ausencia de guerra», sino «un deber moral y un reflejo de la voluntad de Dios». Es «la presencia de la justicia, de la caridad y del orden justo», explica, que exige una «conversión de los corazones» y el «reconocimiento de la dignidad de todo ser humano» y su desarrollo integral. Es una paz que, por tanto, se basa en «la reconciliación con Dios y entre cada persona» y «por extensión, entre las personas, las comunidades, las sociedades y, en última instancia, entre las naciones y los Estados». «La paz es un don de Dios, fundado en la verdad y el amor, y se alcanza mediante la cooperación humana con la gracia divina», añade el Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales.
La importancia del diálogo interreligioso
En su discurso, el prelado explicó que estos valores de «verdad, justicia, caridad y libertad», que son la base de la misión de la Santa Sede, no son «exclusivos del cristianismo, sino que resuenan en todas las culturas y tradiciones religiosas» y son «fundamentalmente universales». Esto hace que el diálogo interreligioso no sea «opcional», sino «un instrumento esencial para resolver conflictos que tienen profundas dimensiones históricas y morales». La paz debe «apelar a algo más profundo: las convicciones morales y éticas compartidas presentes en todas las tradiciones de fe y, sobre todo, la naturaleza misma de la persona humana», insiste. El arzobispo Gallagher cita como ejemplo el diálogo constante de la Santa Sede con las instituciones del mundo islámico. O incluso el compromiso personal del Papa para promover caminos de paz, firmando por ejemplo el Documento sobre la Fraternidad Humana con el Gran Imán de Al-Azhar, Ahmed Al-Tayyib, en 2019. «Francisco ha puesto un énfasis renovado en la construcción de la paz como un compromiso práctico y cotidiano», subrayó, añadiendo que» una paz sostenible, justa y duradera requiere un compromiso más profundo que integre no solo la diplomacia, sino también los imperativos morales y éticos que la religión ha defendido durante mucho tiempo». «Los tratados políticos de paz pueden poner fin a las guerras, pero sin un fundamento moral a menudo no logran sanar las divisiones», reitera el prelado.
Los valores de Hungría
Por último, Gallagher habló de la historia de Hungría, que, inspirada en la visión del rey San Esteban I, ha plasmado en su Constitución «principios de unidad, justicia y coexistencia pacífica». El país «trata de demostrar que la consolidación de la paz no es un ideal abstracto, sino una realidad vivida», arraigada en «la protección de la dignidad humana y el respeto de la vida humana, así como la promoción de una sociedad en la que puedan coexistir diferentes tradiciones culturales y religiosas y en la que se atienda a los más vulnerables», concluyó el Secretario de Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales.
ISABELLA H. DE CARVALHO