En la primera audiencia general del nuevo año, el Papa Francisco instó a no olvidar el drama de los refugiados musulmanes que huyen de Myanmar y cuyo destino parece estar constantemente suspendido en el limbo. «Somos personas, no números», habían protestado el verano pasado en Sri Lanka. La manifestación, frente a la oficina de la ONU en Colombo, se ha repetido en los últimos días por temor a que Naciones Unidas cierre el presidio local que los ayuda.
Ciudad del Vaticano, 3 de enero 2024.- Demostrando una vez más que tiene especialmente presente la suerte de los rohinyás, el Papa Francisco, que de hecho ha vuelto esta mañana a recordarlos, como la voz de las personas que no encuentran un lugar donde vivir de forma permanente y sin tensiones y sobre las que los medios de comunicación internacionales informan poco o nada.
La protesta rohinyá en Sri Lanka
«Y no olvidemos a nuestros hermanos rohinyás que son perseguidos», dijo el Pontífice tras hacer un llamamiento a la paz en lugares enardecidos por los conflictos. Su invitación resuena también tras la protesta protagonizada por un grupo de refugiados rohinyás que viven en Sri Lanka. Tuvo lugar ayer frente a la oficina de la agencia de la ONU para los refugiados, convocados por miedo a perder sus ayudas de subsistencia una vez que cierre esta oficina en la isla, como se teme desde hace tiempo.
Los manifestantes también quieren ser reasentados en otro país, porque Sri Lanka no les permite vivir allí de forma permanente. Cabe recordar que aquí se ha asentado un centenar, la mayoría de ellos rescatados en el mar por la marina cuando intentaban llegar a Indonesia tras huir de Myanmar hacia Bangladés.
Las condiciones en los campos de Bangladés
Unos 740.000 rohinyás han sido reasentados en Bangladés tras huir de sus hogares en Myanmar para escapar de una brutal campaña de contrainsurgencia de las fuerzas de seguridad. Casi un millón de personas de la minoría musulmana de Myanmar se ven obligadas a vivir en campamentos de bambú y plástico en el distrito fronterizo de Cox’s Bazar.
Ruki Fernando, activista por los derechos en Sri Lanka, afirmó que los refugiados reciben una asignación básica de la ONU y una atención sanitaria limitada del gobierno. Sin embargo, a los niños refugiados no se les garantiza la educación y a los adultos no se les permite trabajar. Los refugiados piden ayuda para encontrar una solución permanente en otro país para «superar la incertidumbre y no convertirnos a nosotros y a nuestros hijos en apátridas permanentes».
El PAM aumenta la ración de alimentos
La ONU, por su parte, aumentó la ración de alimentos para cada refugiado rohinyá en Bangladés en 2 dólares al mes, hasta 10 dólares, a partir del 1 de enero, según informó el Programa Mundial de Alimentos (PAM). El año pasado, la ONU había reducido la ayuda alimentaria a los refugiados en un tercio, hasta 8 dólares al mes, ya que había recaudado menos de la mitad de los 876 millones de dólares necesarios para mantenerlos.
«El rápido deterioro de la situación nutricional en los campos es extremadamente preocupante», declaró Dom Scalpelli, Director del PAM en Bangladés. La desnutrición aquí, documentada por una encuesta del PAM, ha superado el umbral de emergencia del 15%, según la clasificación de emergencias de la Organización Mundial de la Salud.
ANTONELLA PALERMO
Vatican News
Imagen: Refugiados rohinyás protestan frente a la oficina del ACNUR en Colombo.
(Foto: ANSA)