El que fuera embajador de España ante la Santa Sede recopila en un libro artículos de los últimos diez años donde aborda, entras cosas, la relación entre religión y política. «Sin la labor asistencial y educativa de la Iglesia, el Estado quiebra», afirma
En sus columnas publicadas en Vida Nueva dedica un gran espacio a combatir la idea de que la Iglesia es una institución privilegiada. ¿Por qué sigue triunfando ese mantra?
Se intenta apuntalar en la sociedad una serie de eslóganes para desprestigiar y arrinconar a la Iglesia. No solo a la institución, sino al hecho religioso. Lo que he intentado es poner en evidencia lo que son falsedades. Por ejemplo, no hay concordato, sino unos acuerdos con la Santa Sede, que, además, son algo normal en la esfera internacional. Ni son anacrónicos ni excepcionales. La Iglesia no goza de ningún privilegio fiscal, tiene el mismo trato que cualquier otra entidad no lucrativa. He querido poner en evidencia la mentira y aportar argumentos para que se hable, porque no hay nada peor que el silencio. El católico tiene que levantar la voz. Sobre todo, la jerarquía, que, además de defender los valores morales y éticos, debe dar argumentos y orientar a los fieles.
¿Ha habido silencio de la Iglesia?
Ha habido dos tendencias. La que ha respondido frente a leyes que afectaban a principios fundamentales de la fe católica, a valores irrenunciables, como decía Benedicto XVI, incluso con movilizaciones. Y otra que ha optado por la vía del silencio y la negociación que, en general, desorienta a la opinión pública y a los católicos y los desarma, porque la propaganda en contra es muy intensa. La Iglesia no debe confrontar políticamente, pero sí hablar claro.
En la última legislatura se han aprobado leyes que van contra esos valores irrenunciables que usted citaba.
Y se ha hecho con una voluntad autoritaria. Las minorías no solo logran el respeto, el reconocimiento y la tolerancia, sino que imponen su realidad y lo hacen con procedimientos sancionadores para quienes discrepen. Esto es grave. Que yo respete la orientación sexual de alguien no quiere decir que la asuma como algo propio. Lo mismo sucede con la familia. Es inadmisible que se introduzcan registros que limiten la objeción de conciencia, por ejemplo, ante el aborto.
Sobre esta última cuestión, ¿qué le parece el fallo del Constitucional?
Durante 14 años no se tomó una decisión y quienes llegaron ahora lo hicieron en 15 días. Deja en muy mal lugar a quienes ocuparon el tribunal antes. Da la sensación de que hubo cobardía y se evitó ir contra lo políticamente correcto. La sentencia va en contra de la doctrina del propio Constitucional. El fallo previo, de 1985, consideraba que había una colisión entre derechos: los de la madre y el nasciturus. Ahora se inventa una doctrina, que es el derecho a matar.
¿Están los católicos bien representados en la política?
Creo que no. Desde la Transición se defendió que los católicos se comprometieran en las distintas fuerzas, no a través de un partido confesional. Han pasado muchos años y hoy hay una ocultación de las creencias. Sabemos de qué equipo de fútbol es cada político, pero no su fe. Así no podemos saber hasta qué punto un representante es coherente o no con sus convicciones. Me consta que hay diputados católicos que en el tema del aborto votaron en contra de su conciencia, precisamente porque no habían expresado su condición. Es necesario repensar la existencia de un partido, independiente de la Iglesia, que defienda los principios del humanismo cristiano y de la doctrina social. Hay un vacío.
Sostiene que la Iglesia se ha convertido en un objetivo político. ¿Por qué?
Porque atacar a la Iglesia y a sus valores es poner en entredicho, entre otras cosas, la Transición. La Iglesia fue protagonista. Además, es el gran baluarte intelectual e ideológico frente a los cambios en moral, costumbres y convivencia que se quieren imponer.
¿Qué pasaría si la Iglesia dejase de hacer toda su labor social y educativa?
Si la Iglesia hace una huelga asistencial y educativa, el Estado quiebra. No es algo de lo que tengamos que alardear, porque nosotros cumplimos con nuestros principios, pero es evidente y nadie lo reconoce. Habría que tener en cuenta también los aspectos culturales, artísticos… Pese a quien le pese, la sociedad no se puede entender sin la fe católica.
FRAN OTERO
Alfa y Omega
Imagen: El exalcalde de La Coruña durante la entrevista el pasado lunes en Madrid.
(Foto: Fandiño).