Recuerda el «Bienaventurados los mansos» e invita a la «santidad en la vida cotidiana»
Ante más de ciento veinte mil personas reunidas para la histórica primera Misa de un papa en la Península Arábiga, Francisco ha predicado el camino cristiano de las Bienaventuranzas, subrayando especialmente dos: «Bienaventurados los mansos» y «Bienaventurados los que promueven la paz», el «secreto» de la santidad personal y la convivencia en el mundo.
El gran estadio y las explanadas de la Ciudad Deportiva Zayed acogían a fieles católicos de mas de cien nacionalidades e incluso a cuatro mil musulmanes venidos a acompañar al Papa en su ceremonia de culto al Dios Único. La multitud incluía rostros y vestidos típicos de todo el mundo, con predominio de filipinos, indios, pakistaníes y egipcios.
Era la misa más multitudinaria de la historia en un país musulmán, y el Papa la celebraba sobre todo en inglés con la homilía en italiano, mientras que las lecturas y plegarias eran en árabe y en numerosos idiomas del sudeste asiático. Incluso el gorjeo de los pájaros en las gradas añadía variedad en una hermosa mañana soleada pero fresca.
Llamaba la atención la numerosa presencia de niños con sus familias y de jóvenes, así como la alegría serena de todos en un país extraordinariamente cívico, ordenado y limpio. Como una prolongación de la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, los jóvenes coreaban rítmicamente en español: «¡Esta es / la juventud del Papa!».
Francisco pudo ver de cerca de los fieles durante su largo recorrido en el «papamóvil», que ordenó detener para recoger la carta de una niña pequeña que había saltado la barrera. Resultaba divertido ver que los jeques, en un carrito de golf detrás del «papamóvil», disfrutaban grabando vídeo en sus teléfonos móviles para compartir la fiesta.
Impresionado por el carácter extremadamente multiétnico de los católicos de los Emiratos, Francisco les dijo en la homilía que «sois un coro compuesto por una gran variedad de naciones, lenguas y ritos, una diversidad que el Espíritu Santo ama y quiere armonizar en una sinfonía».
Año de la Tolerancia
Antes de la ceremonia, los fieles habían aplaudido a las autoridades que iban llegando al estadio, especialmente al ministro de la Tolerancia, encargado de proteger la libertad de culto, ya que los Emiratos Árabes Unidos celebran en 2019 el «Año de la Tolerancia», inaugurado de modo espectacular con la visita del Papa, a quien han recibido con los máximos honores.
Al día siguiente de haber firmado el histórico documento de Fraternidad Humana con el Gran Imán de la Universidad de Al-Azhar, Ahmed al Tayyeb, líder de mil cien millones de musulmanes sunníes, Francisco ha centrado su homilía a los católicos en recordar que el cristianismo «no consiste en un elenco de prescripciones exteriores para cumplir, o en un complejo conjunto de doctrinas que hay que conocer».
El cristianismo «es sentirse, en Jesús, hijos amados del Padre. Es vivir la alegría de las bienaventuranzas, es entender la vida como una historia de amor: la historia del amor fiel de Dios que nunca nos abandona y quiere vivir siempre en comunión con nosotros. Este es el motivo de nuestra alegría».
Sus palabras reflejaban una realidad. Aunque ahora le escuchaban en silencio, el ultramoderno estadio Zayed había sido durante la espera y a su llegada una especie de volcán en ruidosa erupción de alegría.
El Papa ha subrayado que «para vivir las Bienaventuranzas no se necesitan gestos espectaculares. Miremos a Jesús: no dejó nada escrito, no construyó nada imponente. No nos ha pedido que levantemos grandes obras o que destaquemos realizando hazañas extraordinarias».
Lo que Jesucristo ha pedido es «que llevemos a cabo una sola obra de arte, al alcance de todos: la de nuestra vida. Las Bienaventuranzas no nos exigen acciones sobrehumanas, sino que imitemos a Jesús cada día».
En lenguaje muy sencillo, Francisco ha explicado que las bienaventuranzas «invitan a tener limpio el corazón, a practicar la mansedumbre y la justicia, a ser misericordiosos con todos, a vivir la aflicción unidos a Dios. Es la santidad de la vida cotidiana, que no tiene necesidad de milagros ni de signos extraordinarios».
Entre las bienaventuranzas, ha subrayado una, «Bienaventurados los mansos», explicando que »no es bienaventurado quien agrede o somete, sino quien tiene la actitud de Jesús que nos ha salvado: manso, incluso ante sus acusadores».
En tono personal ha añadido que «me gusta citar a san Francisco, cuando instruye a sus hermanos sobre el modo sobre de presentarse ante los sarracenos y los no cristianos: ‘No entablen litigios ni contiendas, sino que estén sometidos a toda humana criatura por Dios y confiesen que son cristianos’. Cuando tantos marchaban revestidos de pesadas armaduras, san Francisco recordó́ que el cristiano va armado solo de su fe humilde y su amor».
Comentado la segunda bienaventuranza, «Bienaventurados los que trabajan por la paz», ha afirmado que «el cristiano promueve la paz, comenzando por la comunidad en la que vive. Pido para vosotros la gracia de conservar la paz, la unidad, de haceros cargo los unos de los otros, con esa hermosa fraternidad que hace que no haya cristianos de primera y de segunda clase».
La gran mayoría de los ochocientos mil católicos de los Emiratos Árabes Unidos forman parte del grupo de ocho millones de «trabajadores extranjeros» y solo algunos provienen de la comunidad de «expatriados», como se llama a los profesionales de alto nivel procedentes de otros países. Pero en la Península Arábiga, donde son una minoría, los cristianos se sienten más hermanos entre ellos que en su patria de origen.
Juan Vicente Boo/ABC
Imagen: El papa Francisco saluda a una multitud de fieles
a su llegada a una misa multitudinaria
en la ciudad deportiva Zayed en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos).
(Foto: EFE/Ali Haider)