Formuladas por niños rumanos de un orfanato
(ZENIT).- ¿Por qué hay padres que aman a los niños sanos y no a los enfermos?; ¿Por qué nosotros hemos tenido este destino?; ¿Por qué mi madre no me acepta?…
Son algunas de las preguntas formuladas al Papa Francisco por los niños y niñas del orfanato rumano ayudado por la ONG FDP “Protagonistas de la educación”, con quienes el Santo Padre se encontró el pasado 4 de enero de 2018, en el Vaticano.
“Hay muchos `¿por qué?´. A algunos de estos `¿por qué?´ puedo dar una respuesta, a otros no; solo Dios puede darla”, señaló el Papa.
Sin embargo, el Papa contestó una a una las preguntas de estos niños: “Dios transforma nuestro corazón con su misericordia y también transforma nuestra vida. No somos siempre iguales, nos están “trabajando”. Dios nos trabaja el corazón, es Él, y somos trabajados como barro en las manos del alfarero; y el amor de Dios toma el lugar de nuestro egoísmo” explicó a los pequeños.
La organización FDP “Protagonistas de la educación” fue creada en 1996 por voluntarios italianos y rumanos, con el apoyo de la organización italiana AVSI. El nombre inicial de la organización fue ‘Fundación para el Desarrollo del Pueblo’.
Rosa Die Alcolea
Imagen: Audiencia con niños rumanos huérfanos
(© Vatican Media)
Transcripción de las respuestas del Papa a las preguntas de los niños y niñas rumanos
Queridos muchachos, queridos hermanos y hermanas:
Os doy las gracias por este encuentro y por la confianza con que me habéis hecho vuestras pregunta, en las que se siente la realidad de vuestra vida.
Tengo vuestras preguntas aquí y ya las había leído. Pero antes de responder, me gustaría dar las gracias al Señor por vosotros, porque estáis aquí, porque Él, con la colaboración de muchos amigos, os ha ayudado a avanzar y a crecer. Y juntos recordamos a tantos niños y jóvenes que se fueron al cielo: oramos por ellos y rezamos por aquellos que viven en situaciones de gran dificultad, en Rumania y en otros países del mundo. Confiamos a Dios y a la Virgen Madre a todos los niños y niñas, a los chicos y chicas que sufren por las enfermedades, las guerras y las esclavitudes de hoy.
Y ahora me gustaría responder a vuestras preguntas. Lo haré como pueda, porque nunca puedes responder completamente una pregunta que sale del corazón. En estas preguntas, la frase que más utilizáis es “¿por qué?”: Hay muchos “¿por qué?”. A algunos de estos “¿por qué?” puedo dar una respuesta, a otros no; solo Dios puede darla. En la vida hay muchos “¿por qué?” a los que no podemos responder. Solo podemos mirar, sentir, sufrir y llorar.
Primera pregunta: ¿Por qué la vida es tan difícil y entre nosotros, que somos amigos, a menudo nos peleamos? ¿Y nos engañamos ? Vosotros, los sacerdotes nos decís que vayamos a la iglesia, pero apenas salimos nos equivocamos y cometemos pecados. Entonces, ¿por qué entré en la Iglesia? Si considero que Dios está en mi alma, ¿por qué es importante ir a la iglesia?
Papa Francisco: Tus “¿por qué?” tienen una respuesta: es el pecado, el egoísmo humano: por eso, como dices, -“a menudo peleamos”-, “nos hacemos daños, nos engañamos”. Tú mismo lo has reconocido: incluso si vamos a la iglesia, volvemos a equivocarnos, seguimos siendo pecadores. Entonces, con razón te preguntas: ¿de qué sirve ir a la iglesia? Sirve para ponernos frente a Dios tal como somos, sin “maquillarnos”, tal como estamos ante Dios, sin maquillaje. Para decir: “Aquí estoy, Señor, soy un pecador y te pido perdón”. Ten piedad de mí “. Si voy a la iglesia para fingir que soy una buena persona, no me sirve. Si voy a la iglesia porque me gusta escuchar música o porque me siento bien, no sirve. Sirve si al principio, cuando entro en la iglesia, puedo decir: “Aquí estoy, Señor. Tú me amas y yo soy un pecador. Ten piedad de nosotros”. Jesús nos dice que si hacemos esto, regresamos a casa perdonados. Acariciados por Él, más amados por Él, sintiendo esta caricia, este amor. Entonces, lentamente, Dios transforma nuestro corazón con su misericordia y también transforma nuestra vida. No somos siempre iguales, nos están “trabajando”. Dios nos trabaja el corazón, es Él, y somos trabajados como barro en las manos del alfarero; y el amor de Dios toma el lugar de nuestro egoísmo. Por eso creo que es importante ir a la iglesia: No solo mirar a Dios, dejándonos mirar por Él. Esto es lo que pienso. Gracias.
Segunda pregunta: ¿Por qué hay padres que aman a los niños sanos y en cambio no quieren a los que están enfermos o tienen problemas?
Papa Francisco: Tu pregunta es sobre los padres, su actitud hacia los niños sanos y hacia los que están enfermos. Te diría esto: frente a las fragilidades de los demás, como las enfermedades, hay algunos adultos que son más débiles, no tienen la fuerza de soportar las fragilidades. Y esto porque ellos mismos son frágiles. Si tengo una piedra grande, no puedo apoyarla en una caja de cartón, porque la piedra aplasta el cartón. Hay padres que son frágiles. No tengáis miedo de decir esto, de pensar esto. Hay padres que son frágiles, porque siempre son hombres y mujeres con sus límites, sus pecados y la fragilidad que llevan dentro, y tal vez no hayan tenido la buena suerte de recibir ayuda cuando eran pequeños. Y así con esas fragilidades continúan en la vida porque no les han ayudado, no han tenido la oportunidad de encontrar un amigo, como lo hemos encontrado nosotros, que nos tome de la mano y nos enseñe a crecer y hacernos fuertes para superar esa fragilidad. Es difícil obtener ayuda de padres frágiles y, a veces, somos nosotros los que tenemos que ayudarlos. En lugar de reprochar a la vida porque me dio padres frágiles y yo no soy tan frágil, ¿por qué no cambiar la situación y decir gracias a Dios, gracias a la vida porque yo puedo ayudar a la fragilidad de los padres para que la piedra no aplaste la caja de cartón? . ¿Estáis de acuerdo? Gracias.
Tercera pregunta: El año pasado murió uno de nuestros amigos que se había quedado en el orfanato. Murió en Semana Santa, el Jueves Santo. Un sacerdote ortodoxo nos dijo que murió pecador y que por eso no irá al cielo. Yo no lo creo.
Papa Francisco: Tal vez ese sacerdote no sabía lo que estaba diciendo, tal vez ese día ese sacerdote no estaba bien, tenía algo en su corazón que le hizo responder así. Ninguno de nosotros puede decir que una persona no ha ido al cielo. Te digo algo que tal vez te sorprenda: ni siquiera de Judas podemos decirlo. Tú has recordado a tu amigo que murió. Y recuerdas que murió el Jueves Santo. Parece muy extraño lo que habéis oído decir a ese sacerdote, habría que entenderlo mejor, tal vez no se explicó bien … Pero yo os digo que Dios quiere llevarnos a todos al cielo, sin excepción, y durante la Semana Santa se celebra precisamente eso: la Pasión de Jesús, que como Buen Pastor dio su vida por nosotros, que somos sus pequeñas ovejas. Y si una oveja se pierde, Él la busca hasta que la encuentra. Es así. Dios no está sentado, va, cómo nos hace ver el Evangelio: Él está siempre en camino para encontrar a esa oveja, y no se asusta cuando nos encuentra, incluso si estamos en un estado de gran vulnerabilidad, si estamos sucios de pecados, si estamos abandonados por todos y por la vida, Él nos abraza y nos besa. Podía no haber venido, pero el Buen Pastor vino por nosotros. Y si una oveja se pierde, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros y, lleno de alegría, se la lleva a casa. Puedo decirte algo: Estoy seguro, conociendo a Jesús, estoy seguro de que esto es lo que hizo el Señor en esa Semana Santa con tu amigo.
Cuarta pregunta: ¿Por qué nosotros hemos tenido este destino? ¿Por qué? ¿Qué sentido tiene?
Papa Francisco: Sabes, hay “¿por qué?” que no tienen respuesta. Por ejemplo: ¿por qué los niños sufren? ¿Quién puede responder a esto? Nadie. Tu “¿por qué?” es uno de esos que no tienen una respuesta humana, sino solo divina. No puedo decirte por qué tuviste “este destino”. No sabemos el “por qué” en el sentido del motivo. ¿Qué hice mal para tener este destino? No lo sabemos. Pero sabemos el “por qué” en el sentido del fin que Dios quiere dar a tu destino, y el fin es la curación – el Señor siempre sana- la curación y la vida. Jesús lo dice en el Evangelio cuando conoce a un hombre ciego de nacimiento. Y éste seguramente se preguntaba: “¿Pero por qué nací ciego?”. Los discípulos le preguntan a Jesús: “¿Por qué es así? ¿Por él o por sus padres?” Y Jesús responde: “No, no es culpa suya ni de sus padres, sino para que en él se manifiesten las obras de Dios” (Jn 9,1-3). Significa que Dios, frente a tantas situaciones malas en las que podemos encontrarnos desde pequeños, quiere sanarlas, curarlas, quiere llevar vida donde hay muerte. Esto es lo que hace Jesús, y esto también lo hacen los cristianos que están verdaderamente unidos a Jesús. Vosotros lo habéis experimentado. El “por qué” es un encuentro que sana del dolor, de la enfermedad, del sufrimiento y da el abrazo de la curación. Pero es un “por qué” para el después; al principio no podemos saberlo. Yo no sé el “por qué”, ni siquiera puedo pensarlo; sé que esos “¿por qué?” no tienen respuesta. Pero si has experimentado el encuentro con el Señor, con Jesús que cura, que cura con un abrazo, con las caricias, con el amor, entonces, después de todo el mal que podéis haber vivido, al final habéis encontrado esto. Aquí está el “por qué”.
Quinta pregunta: Sucede que me siento sola y no sé qué sentido tiene mi vida. Mi hija está en un hogar familiar y algunas personas me juzgan y dicen que no soy una buena madre. En cambio, creo que mi hija está bien y que también he decidido correctamente porque nos vemos a menudo.
Papa Francisco: Estoy de acuerdo contigo en que la acogida puede servir de ayuda en determinadas situaciones difíciles. Lo importante es que todo se haga con amor, con atención para las personas, con gran respeto. Entiendo que a menudo te sientas sola. Te aconsejo que no te cierres en ti misma, busca la compañía de la comunidad cristiana: Jesús vino para formar una nueva familia, su familia, donde nadie está solo y todos somos hermanos y hermanas, hijos de nuestro Padre del cielo y de la Madre que Jesús nos dio, la Virgen María. Y en la familia de la Iglesia todos podemos encontrarnos, curando nuestras heridas y superando los vacíos de amor que a menudo existen en nuestras familias humanas. Tú misma dijiste que crees que tu hija está bien en el hogar familiar porque sabes que allí se preocupan por ella y también por ti. Y luego dijiste: “La veo a menudo”. A veces, la comunidad de hermanos y hermanas cristianos nos ayuda de esta manera. Acogerse el uno al otro. No solo a los niños. Cuando uno siente algo en el corazón, se confía a su amiga, a su amigo y hace que ese dolor salga del corazón. Confiarse fraternalmente el uno con el otro, esto es hermoso y lo enseñó Jesús. Gracias.
Sexta pregunta: Cuando tenía dos meses, mi madre me abandonó en un orfanato. A los 21 años busqué a mi madre y me quedé con ella durante 2 semanas, pero no se portaba bien conmigo y me fui. Mi papá está muerto. ¿Qué culpa tengo si ella no me quiere? ¿Por qué no me acepta?
Papa Francisco: Entendí bien esta pregunta porque la dijiste en italiano. Quiero ser sincero contigo. Cuando leí tu pregunta, antes de dar instrucciones para pronunciar el discurso, lloré. Estuve cerca de ti con un par de lágrimas. Porque no sé, me diste tanto; los otros también, pero quizás me pillaste con las defensas bajas. Cuando se habla de la madre siempre hay algo … y en ese momento me hiciste llorar. Tu “¿por qué?” se parece a la segunda pregunta, sobre los padres. No es una cuestión de culpabilidad, es una cuestión de gran fragilidad de los adultos, debido en vuestro caso a tanta miseria, a tantas injusticias sociales que aplastan a los pequeños y a los pobres, y también a tanta pobreza espiritual. Sí, la pobreza espiritual endurece los corazones y provoca lo que parece imposible, que una madre abandone a su propio hijo: Este es el fruto de la miseria material y espiritual, el resultado de un sistema social equivocado, inhumano que endurece los corazones y hace que nos equivoquemos , que no encontremos el camino justo. Pero sabes, esto llevará tiempo: tú has buscado algo más profundo que su corazón. Tu madre te ama pero no sabe cómo hacerlo, no sabe cómo expresarlo. No puede porque la vida es dura, es injusta. Y ese amor que está cerrado en ella no sabe cómo decirlo y cómo acariciarte. Te prometo que rezaré para que un día pueda mostrarte ese amor. No seas escéptico, ten esperanza.
Simona Carobene (responsable de la iniciativa): Me impresionó mucho el mensaje con motivo de la Jornada de los Pobres. Me sobresaltó porque me preguntaba: “Y yo ¿cómo veo a mis muchachos?”. A veces me doy cuenta de que tengo tanto que hacer que me olvido de porqué Jesús nos ha unido. Es necesario que todavía recorra un camino de conversión, y este camino es continuo y nunca se puede dar por hecho. Por eso continúo siguiendo a mis muchachos, porque son “mis santos”. Y sigo pegada a la Santa Madre Iglesia a través del carisma de don Giussani, que es la manera concreta que me hizo amar a Jesús. Al mismo tiempo, sin embargo, la llamada de su mensaje era muy concreto. Se hablaba de verdadero intercambio. He empezado a preguntarme si tal vez no haya llegado el momento de dar un paso más en mi vida, un paso de acogida y de compartir. Es un deseo que está naciendo en mi corazón y que me gustaría verificar en breve. ¿Cuáles son los signos a considerar para entender cuál es mi proyecto? ¿Qué significa vivir la vocación de la pobreza hasta el final?
Papa Francisco: Simona, gracias por tu testimonio. Sí, nuestra vida es siempre un camino, un camino detrás del Señor Jesús, que con amor paciente y fiel nunca deja de educarnos, de hacernos crecer de acuerdo con su plan. Y a veces nos da sorpresas, para romper nuestros esquemas. Tu deseo de crecer en el intercambio y en la pobreza evangélica proviene del Espíritu Santo: esto no se puede comprar, ni alquilar; solo el Espíritu puede hacerlo y te ayudará a avanzar por este camino en el que tú y tus amigos lo habéis hecho muy bien. Habéis ayudado al Señor a cumplir sus obras por estos muchachos.
Gracias de nuevo a todos vosotros. Conoceros me ha hecho tanto bien. Os llevo en mis oraciones. Y por favor, también vosotros rezad por mí porque lo necesito. ¡Gracias!
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