‘Iglesia misionera, testigo de misericordia’. Mensaje del Santo Padre por la 90ª Jornada Mundial Misionera, que se celebra el domingo 23 de octubre
El papa Francisco asegura que el Jubileo extraordinario de la Misericordia ilumina también de modo especial la Jornada Mundial de las Misiones 2016: “nos invita a ver la misión ad gentes como una grande e inmensa obra de misericordia tanto espiritual como material”. Así, el Santo Padre indica que “todos estamos invitados a ‘salir’, como discípulos misioneros, ofreciendo cada uno sus propios talentos, su creatividad, su sabiduría y experiencia en llevar el mensaje de la ternura y de la compasión de Dios a toda la familia humana”.
En este domingo de Pentecostés, se ha publicado el Mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones 2016 en el que precisa que la Iglesia se interesa por los que no conocen el Evangelio, “porque quiere que todos se salven y experimenten el amor del Señor”.
Muchos hombres y mujeres de toda edad y condición –asegura Francisco– son testigos de este amor de misericordia, como al comienzo de la experiencia eclesial. Asimismo, indica que “la considerable y creciente presencia de la mujer en el mundo misionero, junto a la masculina, es un signo elocuente del amor materno de Dios”.
Por eso, el Santo Padre subraya que las mujeres, laicas o religiosas, y en la actualidad también muchas familias, viven su vocación misionera de diversas maneras: “desde el anuncio directo del Evangelio al servicio de caridad”.
Al respecto, observa que junto a la labor evangelizadora y sacramental de los misioneros, “las mujeres y las familias comprenden mejor a menudo los problemas de la gente y saben afrontarlos de una manera adecuada y a veces inédita”. Como por ejemplo, precisa el Pontífice, en el cuidado de la vida, poniendo más interés en las personas que en las estructuras y empleando todos los recursos humanos y espirituales para favorecer la armonía, las relaciones, la paz, la solidaridad, el diálogo, la colaboración y la fraternidad, ya sea en el ámbito de las relaciones personales o en el más grande de la vida social y cultural; y de modo especial en la atención a los pobres.
Por otro lado, el Santo Padre recuerda que la fe es un don de Dios y no fruto del proselitismo: “crece gracias a la fe y a la caridad de los evangelizadores que son testigos de Cristo”.
El Pontífice subraya que Dios es “bondadoso, atento, fiel” y “se acerca a quien pasa necesidad para estar cerca de todos, especialmente de los pobres”, “se implica con ternura en la realidad humana del mismo modo que lo haría un padre y una madre con sus hijos”. De este modo, recuerda que la manifestación más alta y consumada de la misericordia “se encuentra en el Verbo encarnado”.
El Santo Padre indica en su Mensaje que la Iglesia es, en medio de la humanidad, “la primera comunidad que vive de la misericordia de Cristo”. Y precisa: “siempre se siente mirada y elegida por él con amor misericordioso, y se inspira en este amor para el estilo de su mandato, vive de él y lo da a conocer a la gente en un diálogo respetuoso con todas las culturas y convicciones religiosas”.
Finalmente, el Santo Padre hace notar que todos los pueblos y culturas tienen el derecho a recibir el mensaje de salvación, que es don de Dios para todos. Al respecto, advierte de que esto es más necesario todavía si tenemos en cuenta “la cantidad de injusticias, guerras, crisis humanitarias que esperan una solución”. Los misioneros saben por experiencia –asegura– que el Evangelio del perdón y de la misericordia puede traer alegría y reconciliación, justicia y paz.
El Santo Padre concluye su Mensaje pidiendo que “no permitamos que nuestras preocupaciones particulares encojan nuestro corazón”, sino que “lo ensachemos para que abarque a toda la humanidad”.
Rocío Lancho García (Zenit)