El Santo Padre, en su discurso a las órdenes de médicos de España y América Latina, asegura que no se puede ceder a la “tentación funcionalista” de aplicar “soluciones rápidas y drásticas”
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- La compasión es la respuesta adecuada al valor inmenso de la persona enferma, una respuesta hecha de respeto, comprensión y ternura, porque el valor sagrado de la vida del enfermo no desaparece ni se oscurece nunca, sino que brilla con más resplandor precisamente en su sufrimiento y en su desvalimiento.
Así lo ha asegurado el papa Francisco en su discurso, en el Vaticano, a los dirigentes de las órdenes de médicos de España y América Latina, precisando que la compasión es de alguna manera el alma misma de la medicina. “La compasión no es lástima, es padecer-con”, ha añadido.
El Santo Padre ha aseverado que no se no se puede ceder a la “tentación funcionalista” de aplicar “soluciones rápidas y drásticas”, movidos por una falsa compasión o por meros criterios de eficiencia y ahorro económico. Está en juego –ha señalado– la dignidad de la vida humana; está en juego la dignidad de la vocación médica.
El Jubileo de la Misericordia –ha precisado Francisco– es una buena ocasión para manifestar reconocimiento y gratitud a todos los profesionales de la sanidad que, con su dedicación, cercanía y profesionalidad a las personas que padecen una enfermedad, “pueden convertirse en verdadera personificación de la misericordia”.
De este modo, ha asegurado que la identidad y el compromiso del médico no sólo se apoya en su ciencia y competencia técnica, sino “principalmente en su actitud compasiva y misericordiosa hacia los que sufren en el cuerpo y en el espíritu”.
Por otro lado ha advertido de que en nuestra cultura tecnológica e individualista, la compasión no siempre es bien vista. En ocasiones — ha indicado el Pontífice– hasta se la desprecia porque significa someter a la persona que la recibe a una humillación. E incluso “no faltan quienes se escudan en una supuesta compasión para justificar y aprobar la muerte de un enfermo”, ha señalado el Santo Padre.
En esta línea, ha querido subrayar que “la verdadera compasión no margina a nadie, ni la humilla, ni la excluye, ni mucho menos considera como algo bueno su desaparición”. Por ello, Francisco ha confesado que le gusta bendecir las manos de los médicos “como signo de reconocimiento a esa compasión que se hace caricia de salud”.
Por ello invitó a rechazar “el triunfo del egoísmo” y de la “cultura del descarte” que “desprecia a las personas que no responden a determinados cánones de salud, belleza o utilidad. Y en cambio a seguir el ejemplo del buen samaritano.
Prosiguiendo su discurso, el Papa ha recordado que “la salud es uno de los dones más preciados y deseados por todos”.
En la tradición bíblica –ha indicado– siempre se ha puesto de manifiesto la cercanía entre la salvación y la salud, así como sus mutuas y numerosas implicaciones. De este modo, el Santo Padre ha contado que le gusta recordar ese título con el que los padres de la Iglesia solían denominar a Cristo y a su obra de salvación: Christus medicus. “Él es el Buen Pastor que cuida a la oveja herida y conforta a la enferma”, ha señalado.
Finalmente, el Santo Padre ha advertido de que la fragilidad, el dolor y la enfermedad son una dura prueba para todos, también para el personal médico, “son un llamado a la paciencia, al padecer-con”.