En su encuentro con los estudiantes de la Universidad Católica de Lovaina, de 600 años de antigüedad, el Pontífice les anima a fortalecer su esperanza, a trabajar por un futuro mejor y a no entrar en las dicotomías ideológicas.
Ciudad del Vaticano, 28 de septiembre 2024.- La gratitud, la misión y la fidelidad son los tres conceptos escogidos por el Papa Francisco para reflexionar sobre el proyecto que tiene nuestra fe respecto a la casa común de toda la humanidad. Este constituyó el centro del discurso del Papa Francisco a los estudiantes universitarios de la Universidad Católica de Lovaina, en Lovaina La Nueva, este sábado 28 de septiembre en el marco de su 46º viaje apostólico internacional a Luxemburgo y Bélgica.
El Pontífice fue recibido por las autoridades de la casa de estudios, que celebra sus 600 años de fundación y es una de las universidades más antiguas de Europa. Asimismo, firmó el Libro de Honor, en el que escribió el siguiente mensaje: «Que los años de estudio en esta universidad sean una etapa llena de esperanza y compromiso para crecer en conocimiento y responsabilidad, fieles a Dios y a los hombres».
Además, se proyectaron dos videos y los estudiantes entregaron una carta al Papa Francisco en la que se refieren a distintos temas. Entre ellos, abordan la responsabilidad medioambiental, el papel de las universidades en el fomento de la concienciación y el cambio, y la necesidad de un nuevo enfoque cultural y espiritual para abordar las actuales crisis ecológicas y sociales. Se trata del resultado de un esfuerzo colectivo en el que han participado profesores, jóvenes investigadores y estudiantes que se reunieron para debatir su Encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de nuestra casa común.
En alusión a los testimonios que escuchó antes de su intervención, el Sucesor de Pedro percibió la pasión y esperanza de los muchachos, así como su «deseo de justicia, búsqueda de la verdad». En este sentido, entre los temas que abordaron, le impresionó la cuestión relativa al futuro y la angustia, ante la violencia y arrogancia del mal que destruye el medioambiente y los pueblos. Francisco consideró, una vez más, que la guerra es «su expresión más brutal», como lo son también la corrupción y las modernas formas de esclavitud y precisó que en ocasiones dichos males contaminan la misma religión, convirtiéndola en un instrumento de dominio. «Pero esto es una blasfemia», advirtió con contundencia y enfatizó que Dios es un Padre, no un Patrón, es Hijo y Hermano, no un dictador, y es Espíritu de amor, no de dominio.
No somos patrones de la creación
Desglosando la primera actitud (gratitud), el Papa recordó que esta casa nos ha sido donada; «somos huéspedes y peregrinos de la tierra».
Respecto del otro punto (la misión), el Obispo de Roma comentó que estamos en el mundo «para custodiar su belleza y cultivarla para el bien de todos, sobre todo para la posteridad, en un futuro cercano» y añadió que este es el «programa ecológico de la Iglesia». No obstante, observó que ningún plan de desarrollo se puede ejecutar si en nuestras conciencias permanece la arrogancia, la violencia y la rivalidad. Por tanto, el Pontífice aseguró que es necesario ir a la fuente de la cuestión, que es el corazón del hombre y acotó que de ahí viene la dramática urgencia del tema ecológico: de la arrogante indiferencia de los poderosos, que antepone siempre los intereses económicos. «Espiritualidad del mercado», así la definió el Santo Padre.
“Mientras sea así, toda exhortación será silenciada o sólo sera acogida en la medida en que sea conveniente al mercado. Y mientras el mercado esté en primer lugar, nuestra casa común sufrirá injusticia. La belleza del don exige nuestra responsabilidad: somos huéspedes, no dueños absolutos. En este sentido, queridos estudiantes, consideren la cultura como cultivo del mundo, no sólo de las ideas.”
¿Manipular o cultivar la naturaleza?
En la explicación de la tercera idea (la fidelidad), el Santo Padre manifestó que el desarrollo integral se apela a nuestra santidad: es vocación a la vida justa y feliz, para todos. Por consiguiente, la opción a realizar, planteó el Papa, está entre manipular la naturaleza y cultivarla. Por ello, mencionó la eugenesia, los organismos cibernéticos y la inteligencia artificial y puntualizó que esta elección concierne también a nuestro mundo interior.
La Iglesia es mujer
Al explayarse sobre la «ecología humana», el Papa trató otro tema que le preocupa, al igual que a los jóvenes: el papel de la mujer en la Iglesia. Allí reiteró que la Iglesia es mujer, que es el Pueblo de Dios y no una empresa multinacional.
El Pontífice remarcó que lo característico de la mujer (es decir lo que es femenino) no está establecido por el consenso ni por las ideologías y afirmó que la cultura cristiana elabora siempre nuevamente, en los diferentes contextos, la vocación y misión del hombre y de la mujer y su ser recíproco para el otro, en la comunión. «No el uno contra el otro, en reivindicaciones opuestas, sino el uno para el otro», exhortó, insistiendo en que la mujer se encuentra en el centro del acontecimiento salvífico.
Estudiar juntos y ser coherentes
En la última parte de su extensa alocución, Francisco se enfocó en el itinerario académico de los estudiantes universitarios y compartió tres aspectos: «¿Cómo estudiar? ¿Por qué estudiar? ¿Para quién estudiar?».
Francisco les recordó que no se vive para trabajar, sino que se trabaja para vivir, si bien admitió que es fácil decirlo, pero implica un compromiso ponerlo en práctica con coherencia. «Y esta palabra ‘coherencia’ es muy importante para todos, pero en especial para ustedes, estudiantes. Ustedes tienen que aprender esta actitud de la coherencia, ser coherentes», agregó Francisco, realizando una digresión del texto preparado para la ocasión.
El Papa les señaló que «sin la verdad, nuestra vida pierde sentido. El estudio tiene sentido cuando busca la verdad, y buscándola se comprende que estamos hechos para encontrarla. La verdad se hace encontrar; es acogedora, disponible, generosa». Asimismo, el Sucesor de Pedro les confesó que le entristece cuando se encuentra, en cualquier parte del mundo, a universidades que solo preparan a sus estudiantes para ganar o tener poder. «Es demasiado individualista, sin comunidad. El alma mater es la comunidad universitaria, la universidad, aquello que nos ayuda a crear sociedad, a crear fraternidad», expresó, de manera espontánea.
Luego, les invitó a ser buscadores y testigos de la verdad, a seguir adelante y a no entrar en las luchas con dicotomías ideológicas.
SEBASTIÁN SANSÓN FERRARI