Discurso del Pontífice en la sede central.
(ZENIT).- El Papa Francisco ha indicado la mañana del 14 de febrero de 2019, en la sede de la FAO, en Roma, que el “desarrollo local tiene valor en sí mismo y no en función de otros objetivos. Se trata de lograr que cada persona y cada comunidad pueda desplegar sus propias capacidades de un modo pleno, viviendo así una vida humana digna de tal nombre”.
En el marco de la inauguración de la 42ª sesión del Consejo de los Gobernadores del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), el Pontífice ha visitado esta mañana la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y ha ofrecido un discurso.
Después de hablar a la asamblea, Francisco ha saludado a un grupo de representantes de los pueblos indígenas y, finalmente, y ha dirigido unas palabras de saludo al personal del FIDA.
Exhorto a cuantos tienen responsabilidad en las naciones y en los organismos intergubernamentales, así como a quienes pueden contribuir desde el sector público y privado, a desarrollar los cauces necesarios para que puedan implementarse las medidas adecuadas en las regiones rurales de la tierra, para que puedan ser artífices responsables de su producción y progreso.
Tecnología “al servicio de los pobres”
Asimismo, el Pontífice ha exhortado a los Gobernadores del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola a apostar por la innovación, la capacidad de emprendimiento, el protagonismo de los actores locales y la eficiencia de los procesos productivos “para lograr la transformación rural con vistas a erradicar la desnutrición” y a “desarrollar de forma sostenible el medio campesino”.
Y en ese contexto –ha aportado– es necesario fomentar una “ciencia con conciencia” y poner la tecnología realmente “al servicio de los pobres”.
ROSA DIE ALCOLEA
Imagen: Discurso del Papa Francisco en la sede de la FAO
(© Vatican Media)
Discurso del Papa Francisco
ante el Consejo de los Gobernadores del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA)
Señor Presidente del FIDA,
Señores Jefes de Estado,
Señor Presidente del Consejo de Ministros de Italia,
Señores Ministros,
Señores Delegados y Representantes Permanentes de los Estados miembros,
Señoras y señores:
He aceptado con gusto la invitación que usted me ha dirigido, señor Presidente, en nombre del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), para esta ceremonia de apertura de la cuadragésima segunda sesión del Consejo de Gobernadores de esta Organización intergubernamental.
Mi presencia desea traer a esta Sede los anhelos y necesidades de la multitud de hermanos nuestros que sufren en el mundo. Me gustaría que pudiéramos mirar sus rostros sin sonrojarnos, porque finalmente su clamor ha sido escuchado y sus preocupaciones atendidas. Ellos viven situaciones precarias: el aire está viciado, los recursos naturales esquilmados, los ríos contaminados, los suelos acidificados; no tienen agua suficiente para ellos mismos ni para sus cultivos; sus infraestructuras sanitarias son muy deficientes, sus viviendas escasas y defectuosas.
Y estas realidades se prolongan en el tiempo cuando, por otra parte, nuestra sociedad ha alcanzado grandes logros en otros ámbitos del saber. Esto quiere decir que estamos ante una sociedad que es capaz de avanzar en sus propósitos de bien; y también vencerá la batalla contra el hambre y la miseria, si se lo plantea con seriedad. Estar decididos en esta lucha es primordial para que podamos escuchar —no como un eslogan sino de verdad—: “El hambre no tiene presente ni futuro. Solo pasado”. Para esto, es necesario la ayuda de la comunidad internacional, de la sociedad civil y de cuantos poseen recursos. Las responsabilidades no se evaden, pasándolas de unos a otros, sino que se van asumiendo para ofrecer soluciones concretas y reales.Son éstas lassoluciones concretas y reales las que debemos pasar de unos a otros.
La Santa Sede siempre ha alentado los esfuerzos desplegados por las agencias internacionales para afrontar la pobreza. Ya en diciembre de 1964 san Pablo VI, pidió en Bombay y posteriormente reiteró en otras circunstancias, la creación de un Fondo mundial para combatir la miseria y dar un impulso decisivo a la promoción integral de las zonas más depauperadas de la humanidad (cf. Discurso a los participantes en la Conferencia Mundial sobre la Alimentación, 9 noviembre 1974). Y desde entonces, sus sucesores no hemos cesado de animar e impulsar iniciativas semejantes, uno de cuyos ejemplos más notorios es el FIDA.
Esta 42 sesión del Consejo de Gobernadores del FIDA sigue en esta lógica y tiene ante ella un trabajo fascinante y crucial: crear posibilidades inéditas, despejar vacilaciones y poner a cada pueblo en condiciones de afrontar las necesidades que lo afligen. La comunidad internacional, que elaboró la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, necesita dar pasos ulteriores para la consecución real de los 17 objetivos que la conforman. A este respecto, la aportación del FIDA resulta imprescindible para poder cumplir los dos primeros objetivos de la Agenda, los referidos a la erradicación de la pobreza, la lucha contra el hambre y la promoción de la soberanía alimentaria. Y nada de ello será posible sin lograr el desarrollo rural, un desarrollo del que viene hablándose desde hace tiempo pero que no termina de concretarse. Y resulta paradójico que buena parte de los más de 820 millones de personas que sufren hambre y malnutrición en el mundo viva en zonas rurales, esto es paradójico, y se dedique a la producción de alimentos y sea campesina. Además, el éxodo del campo a la ciudad es una tendencia global que no podemos obviar en nuestras consideraciones.
El desarrollo local, por lo tanto, tiene valor en sí mismo y no en función de otros objetivos. Se trata de lograr que cada persona y cada comunidad pueda desplegar sus propias capacidades de un modo pleno, viviendo así una vida humana digna de tal nombre. Ayudar a desplegar esto, pero no de arriba hacia abajo, sino con ellos y para ellos –“pour et avec”- dijo el Señor Presidente.
Exhorto a cuantos tienen responsabilidad en las naciones y en los organismos intergubernamentales, así como a quienes pueden contribuir desde el sector público y privado, a desarrollar los cauces necesarios para que puedan implementarse las medidas adecuadas en las regiones rurales de la tierra, para que puedan ser artífices responsables de su producción y progreso.
Los problemas que signan negativamente el destino de muchos hermanos nuestros en la hora presente no podrán resolverse en forma aislada, ocasional o efímera. Hoy más que nunca hemos de sumar esfuerzos, lograr consensos, estrechar vínculos. Los retos actuales son tan intrincados y complejos que no podemos seguir afrontándolos de forma ocasional, con resoluciones de emergencia. Habría que otorgar protagonismo directo a los propios afectados por la indigencia, sin considerarlos meros receptores de una ayuda que puede acabar generando dependencias. Y cuando un pueblo se acostumbra a depender, no se desarrolla. Se trata de afirmar siempre la centralidad de la persona humana, recordando que «los nuevos procesos que se van gestando no siempre pueden ser incorporados en esquemas establecidos desde afuera, sino que deben partir de la misma cultura local» (Carta enc. Laudato si’, 144), que es original siempre. Y en este sentido, y como viene ocurriendo en los últimos años, el FIDA ha conseguido mejores resultados a través de una mayor descentralización, impulsando la cooperación sur-sur, diversificando las fuentes de financiación y los modos de actuación, promoviendo una acción basada en las evidencias y que, a la vez, genera conocimiento. Los animo fraternalmente a continuar por este camino, que es humilde, pero es el justo. Un camino que debe redundar siempre en la mejora de las condiciones de vida de las personas más menesterosas.
Finalmente, comparto con ustedes unas reflexiones más específicas en torno a la temática “Innovaciones e iniciativas empresariales en el mundo rural”, que guía esta sesión del Consejo de Gobernadores del FIDA. Es necesario apostar por la innovación, la capacidad de emprendimiento, el protagonismo de los actores locales y la eficiencia de los procesos productivos para lograr la transformación rural con vistas a erradicar la desnutrición y a desarrollar de forma sostenible el medio campesino. Y en ese contexto, es necesario fomentar una “ciencia con conciencia” y poner la tecnología realmente al servicio de los pobres. Por otra parte, las nuevas tecnologías no deben contraponerse a las culturas locales y a los conocimientos tradicionales, sino complementarlos y actuar en sinergia con los mismos.
Los animo a todos ustedes, aquí presentes, y a los que trabajan de forma habitual en el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, para que sus trabajos, desvelos y deliberaciones sean en beneficio de los descartados –en esta cultura del descarte- en beneficio de las víctimas de la indiferencia y del egoísmo; y así podamos ver la derrota total del hambre y una copiosa cosecha de justicia y prosperidad. Muchas gracias.
© Librería Editorial Vaticano