Un reciente informe de la ONU afirma que escolarizar alumnos con discapacidad en centros especiales es discriminatorio. Padres y expertos reclaman más inversión para una inclusión ideal.
6 de junio 2024.- Ana es una niña simpática y alegre. Le encanta correr y estar al aire libre, pero sin demasiada gente a su alrededor. A sus 18 años, el autismo le ha hecho estar escolarizada en tres centros diferentes. En el primero, donde pasó más tiempo, tenía apoyo en una clase ordinaria con niños sin discapacidad y fue donde empezó a socializar.
«Poco a poco fueron cambiando los intereses de los niños de su edad y las habilidades sociales se complicaron para ella», relata su madre, Pilar, en conversación con Alfa y Omega. Ana estaba cada vez más dispersa a nivel cognitivo y, al ver que en el aula ordinaria no avanzaba, sus padres buscaron otro centro que se adaptara a sus necesidades. Así, pasaron a escolarizarla en un instituto en el que, a diferencia del anterior, Ana se encontraba en un aula específica con otros cuatro chicos autistas dentro del propio colegio. «Los profesores estaban estresados, con mucha burocracia, pocos recursos y sin dedicarle la atención necesaria», recuerda Pilar. Así llegaron al actual colegio de educación especial, algo que «siempre habíamos intentado evitar por miedo a que nuestra hija no desarrollara habilidades». Ahora reconocen que «estábamos equivocados porque sí vemos una verdadera inclusión. Ana no se siente apartada de los demás y la vemos incluso ayudando a sus compañeros con otras dificultades».
Cifras
41.521 estudiantes escolarizados en centros de educación especial durante el curso 2022-2023.
83,8 % de alumnos con necesidades educativas especiales estudian en el sistema ordinario.
La experiencia de Ana contrasta con un reciente informe del Comité de Derechos Humanos de la ONU, que alerta de que «la escolarización de personas con discapacidad en centros especiales es una segregación discriminatoria». Afirma que España no respeta los derechos de este alumnado porque «la educación inclusiva y de calidad es incompatible con dos sistemas educativos paralelos: uno general y otro especial» por lo que, aún reconociendo que una gran mayoría de alumnos con necesidades educativas especiales ya se encuentran en el sistema ordinario, el informe invita a trabajar para que se integre en él la totalidad de los escolares.
Inmaculada Garrido es la directora del colegio de educación especial La Purísima Concepción de Granada, perteneciente a las hermanas hospitalarias y un referente para muchas familias. Ante el informe, afirma que no se puede generalizar como si todos tuvieran las mismas necesidades, y le parece «reduccionista pensar que los niños, solo por estar en una clase ordinaria, van a progresar». «El aula específica es lo mismo que un colegio de educación especial pero con peores posibilidades, porque al final pueden convertirse en alumnos apartados del resto». Además de que, si bien a muchos niños su condición les permite una escolarización ordinaria, si tienen limitaciones graves les será más complicado sin la infraestructura necesaria.
En este centro concertado atienden a más de un centenar de niños desde los 3 hasta los 20 años y con «un gran arcoíris», como dice Garrido, de alumnos; los hay con grandes necesidades de apoyo —incluso algunos en la etapa final de la vida—, otros derivados del sistema ordinario y con dificultades para la regulación emocional, y también alumnos que «durante muchos años se han sentido los últimos de la fila» y necesitan desarrollar su autoestima. «Es un trabajo precioso que no se puede hacer de cualquier forma», sentencia la directora.
Probablemente, estar en una clase con seis alumnos influye en que Ana se sienta mejor en su nuevo colegio de educación especial. Sus padres son contundentes: «Lo ideal serían los centros ordinarios con personal preparado y los recursos necesarios, pero para eso hace falta inversión. Ahora en España no se dan las condiciones para que nuestros hijos estén en clases ordinarias con la atención que merecen». También coinciden con Garrido, que opina que «hay voluntad, pero faltan herramientas para que la inclusión sea real», y ve en este informe de la ONU «una oportunidad preciosa para repensar la educación entre todos».
ESTER MEDINA
Alfa y Omega