Europa se ha puesto de perfil ante la tragedia de los migrantes y son las ONG las que han suplantado su trabajo con el apoyo blindado de la Iglesia católica. «El Santo Padre tiene una sola palabra ante esta emergencia. La vida es sagrada siempre. Ya llegarán los razonamientos políticos, pero primero hay que evitar que mueran. Nunca habrá de parte de la Iglesia católica una afirmación distinta», asegura a Alfa y Omega Fabio Baggio, subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio para el Desarrollo Humano Integral.
Fue la tragedia más mortífera de las registradas hasta ahora en el Mediterráneo. La madrugada del sábado 18 de abril de 2015 un barco destartalado naufragó a poco más de 200 kilómetros de Lampedusa con 850 inmigrantes a bordo. Solo sobrevivieron 28. Dos años antes, otra desgracia en el mismo cementerio marino. 368 muertos que impulsaron la cruzada del Papa contra la indiferencia al grito de «vergüenza». Su primer viaje fuera de los muros del Vaticano fue a la isla de Lampedusa, testigo necrológico del mar que separa África de las costas italianas y españolas. En 2016 se trasladó a Lesbos (Grecia) y trajo consigo a tres familias a las que Europa había negado su ayuda. El Papa de los puentes también visitó México y celebró una sobrecogedora Eucaristía justo en la frontera de Ciudad Juárez y EE. UU. con familias separadas a ambos lados de las vallas. En la Semana Santa de ese año lavó los pies de doce solicitantes de asilo, incluidas mujeres y muchos no católicos.
El objetivo de rescatar vidas hace días que dejó de ser prioritario y los muertos en el Mediterráneo se cuentan por centenares. 2.560 en 2017, 1.821 en 2018, y casi un millar en lo que llevamos de año, según datos de la plataforma Missing Inmigrants de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Esta situación desesperada deja hoy por hoy una única disyuntiva posible: salvarlos o dejarlos morir. Europa se ha puesto de perfil ante esta emergencia y son las ONG las que han suplantado su trabajo con el apoyo blindado de la Iglesia católica. «El Santo Padre tiene una sola palabra ante esta emergencia. La vida es sagrada siempre. Ya llegarán los razonamientos políticos, pero primero hay que evitar que mueran. Nunca habrá de parte de la Iglesia católica una afirmación distinta», resume el sacerdote scalabriniano Fabio Baggio, que desde enero de 2017 es subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio para el Desarrollo Humano Integral.
Según ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, son cerca de 71 millones de personas las que escapan del hambre, la guerra, el odio religioso o el cambio climático sin poder mirar atrás. Lo que equivale a la población de España, Portugal y Grecia juntas. Una cifra alarmante solo en la superficie. «La migración es un fenómeno naturalmente humano. Es cierto que en términos absolutos ha habido un aumento de las personas que emigran, pero el porcentaje de gente que está atravesando fronteras en este momento es el mismo que hace seis décadas. Un poco más del 3 % del total», puntualiza Baggio.
Para el subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados, responsabilidad que comparte con su colega el jesuita y cardenal electo Michael Czerny, esto es sobre todo una cuestión de justicia social. «Desde esta perspectiva, las migraciones se pueden interpretar como un modo de equilibrar la injusta distribución de los recursos del planeta. Como el Papa Francisco ha subrayado en distintas ocasiones, la riqueza está concentrada solo en algunas partes del mundo y es imposible pretender que las personas que no gozan de ella se conformen con las migajas que caen de la mesa de los ricos».
Entradas legales para acabar con las mafias
Los solicitantes de asilo en América del Norte y Europa son los más visibles, pero la mayoría de los refugiados (85 % en 2017, según ACNUR) permanecen en países en desarrollo, cerca de aquellos de los que huyeron. Turquía, Pakistán, Uganda, Líbano e Irán lideran la lista.
El destino al que llaman esperanza suele estar lejos de allí. La mayoría recurre a las mafias para recorrer el camino. Baggio tiene claro que para evitar que las organizaciones criminales hagan negocio con la piel de los más vulnerables sirve ampliar las vías de entrada legales. «Si pedimos a los inmigrantes que entren llamando a la puerta, tenemos que poner una puerta a la que puedan acercarse. Si las eliminamos, otros ofrecerán puertas traseras y clandestinas. Sin esto, es imposible desmantelar las redes de tráfico», apunta.
La Iglesia católica celebra este domingo, 29 de septiembre, la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado (JMMR) con el lema No se trata solo de migrantes. Una frase que engloba el lugar que ocupan en el corazón de la Iglesia, junto con los otros habitantes de las periferias existenciales. Los migrantes, los refugiados, los desplazados y las víctimas de trata, en esta coyuntura histórica, se sitúan en los espacios más vulnerables porque, por su condición de extranjeros, fácilmente se vuelven invisibles, convirtiéndose a menudo en las víctimas de aquella cultura del descarte denunciada repetidamente por el Papa Francisco», subraya. Afganistán, Siria, Irak y República Democrática del Congo suelen encabezar la lista en número de desplazados, pero desde 2018 Venezuela los ha desbancado haciéndose con el primer puesto. Es un flujo migratorio masivo que preocupa por proporciones y desafíos.
La migración en un fenómeno global, con desafíos globales que requieren respuestas globales. Toda solución pasa por una mesa de trabajo que incluya a todos los actores, inclusive a los migrantes: «Es absurdo pensar que la cuestión migratoria se resuelve en un despacho aislado a nivel nacional. Hay que convocar a todos los actores alrededor de la mesa, sin dejar de lado a los países de origen y de tránsito. Además, hay que considerar con una mirada realista los resultados de los programas de cooperación internacional de norte al sur. Un país no se transforma de un día para otro. Para ver cambios reales en el ámbito del desarrollo sustentable hay que sembrar ahora y esperar por lo menos 25 años para la cosecha».
En cualquier caso, es iluso pensar que un muro podrá frenar a miles de personas que luchan por su supervivencia y dignidad. «La construcción de sociedades multiétnicas en todos los países ya está en marcha y es imparable», remarca el funcionario del Vaticano. Para él la pregunta fundamental que hay que hacerse es: ¿Qué mundo queremos para los próximos 25 años?
60.000 vidas salvadas
La entrada de la Secretaría del Vaticano dedicada a los migrantes y refugiados, que codirige Baggio, está coronada con un pequeño chaleco naranja que recuerda la triste suerte de una niña siria de seis años a la que Òscar Camps no pudo salvar. El capitán del Open Arms se lo entregó al Papa en una audiencia pública en la plaza de San Pedro. «Me impresionó su calidez, su cercanía y ternura», describe. «La única voz disonante de Trump, Salvini y Orban es la del Papa. Es el único jefe de Estado que se pronuncia a favor de los inmigrantes. Lo considero un aliado porque defendemos lo mismo: la vida», agrega.
Camps es un hombre idealista, comprometido con un mundo mejor y determinado a no dejar en la estacada a los más vulnerables. Por eso, decidió abandonar las comodidades de su vida en Barcelona y crear una ONG dedicada a rescatar a los inmigrantes que Europa desprecia. «Esto es una vocación. He dedicado mi vida a ser socorrista; algo que no es nada rentable, que solo ocupa tres meses al año y que se identifica con los chulos de playa. Pero había muchos que estaban muriendo en el mar, en el flujo migratorio más letal, y nosotros teníamos la capacidad y las ganas para salvarlos. No podía quedarme sin hacer nada», señala.
Desde junio de 2016 su equipo de socorristas ha salvado casi 60.000 vidas. Una conquista que le ha costado la ira de varios gobiernos, amenazas personales y hasta un secuestro de 19 días: el tiempo en el que el barco Open Arms, de 180 metros cuadrados de extensión y con solo dos baños para las más 160 personas a bordo, estuvo inmovilizado frente a Sicilia. Toda una bomba de relojería que casi por milagro evitó un mal mayor. «Los ataques son duros sobre todo porque tengo familia y porque han implicado al personal del barco que ha sufrido lo indecible después de una situación de estrés brutal. Pero me tomo las críticas como un síntoma de que lo estamos haciendo bien», incide. «Están tratando de deshumanizarme y de generar una duda en la opinión pública. Es la única manera de parar las donaciones. Sin dinero, no vamos a ningún lado porque el 45 % nos lo gastamos en combustible. Pero, lo único cierto es que la justicia italiana nos ha liberado en dos ocasiones de todos los cargos. Si de verdad hubiera un motivo, ya estaría juzgado o denunciado. La difamación es la herramienta de los que no tienen nada», remacha.
La primera operación de salvamento en el mar Mediterráneo, Mare Nostrum, le costaba al Estado italiano nueve millones de euros al mes. Su eficacia estaba probada, pero acabó desmantelada por el hastío de Italia ante la sobrecarga de ser la única al frente de la gestión migratoria. En noviembre de 2014, la agencia europea para el control de las fronteras exteriores (Frontex) puso en marcha la Operación Tritón. Tenía menos presupuesto, menos medios y, sobre todo, otro mandato: el control de fronteras. Un año más tarde, la UE lanzó la operación militar Sofía con el único objetivo de acabar con el negocio de las mafias. Hoy todas están liquidadas y los únicos que quedan en el mar son los activistas. «Cuando se ocupen ellos, nosotros no iremos a ayudar a otro sitio», defiende. «Es una burrada que cuatro frikis con un barco prestado y dinero recaudado por las redes sociales hayan rescatado a decenas de miles de personas cuando 28 gobiernos podían haber hecho mucho más. No hay vías seguras y Europa encomienda a esta gente al crimen organizado. Es todo perverso. Los países de la UE vulneran varios convenios internacionales y ya no digamos los derechos humanos», señala.
El Open Arms aguarda en Sicilia (Italia) una inspección técnica antes de volver a las aguas del Mediterráneo. Pero su otro barco, el Astral, está ya en el Mediterráneo lista para salvar vidas.
Victoria Isabel Cardiel C.
Ciudad del Vaticano
Imagen de portada: Unos migrantes
durante una operación de rescate del buque Topaz Responder
dirigido por la ONG maltesa Moas y la Cruz Roja Italiana,
frente a las costas de Libia.
(Foto: AFP Photo/Andreas Solario)
Las propuestas de los obispos
ante la Jornada del Migrante
Los obispos españoles presentaron el 17 de septiembre su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, en el que reivindican el cierre de los centros de internamiento de extranjeros (los polémicos CIE) o un discurso en los medios de comunicación libre de prejuicios negativos:
- Erradicar y prevenir las situaciones de vulnerabilidad.
- Acabar con la desatención de los derechos humanos vinculada bien a la irregularidad administrativa –hay mujeres y menores no acompañados en situación de calle– o a las dificultades en las fronteras o leyes discriminatorias.
- Cierre de los centros de internamiento de extranjeros con alternativas claras y legales. Y retirada de las concertinas.
- Hay que evitar miedos, prejuicios y estereotipos injustos, que hacen a los migrantes responsables de los males sociales dando pábulo a la exclusión.
- Los medios de comunicación deben formar, informar y crear conciencia sobre la movilidad humana sin silenciar la aportación positiva que la inmensa mayoría de los migrantes hace al país que los acoge.
F. O.