Francisco se alinea con los jóvenes, que claman contra los «escándalos sexuales y económicos» y «piden una Iglesia que escuche más, que no condene continuamente al mundo», una Iglesia no «siempre en guerra por dos o tres temas que la obsesionan», sino capaz de «escuchar» y de «reconocer en lo que otros dicen una luz que pueda ayudarla a descubrir mejor el Evangelio». Así lo pide en la exhortación apostólica postsinodal Christus vivit, en la que el Pontífice alienta a los jóvenes a «no arrepentirse de gastar la propia juventud en ser buenos, en abrir el corazón al Señor, en vivir de otra manera».
El Papa comienza su exhortación apostólica postsinodal Christus vivit, firmada el 25 de marzo en Loreto y presentada este martes, llamando la atención a los adultos que miran con desprecio a los más jóvenes o los mantienen a su servicio de manera despótica. Esto «no le gustaba a Jesús» y Francisco quiere, por tanto, que la Iglesia no se contagie de esta práctica, que se erradique allí donde se haya podido infiltrar y que se libere de la tentación de «creer que es joven porque se rinde a todo lo que el mundo le ofrece», de «creer que se renueva porque esconde su mensaje y se mezcla con los demás». Por otro lado, desde el primer momento el Pontífice alienta a los jóvenes a «no arrepentirse de gastar la propia juventud en ser buenos, en abrir el corazón al Señor, en vivir de otra manera».
El sucesor de Pedro quiere una Iglesia joven a semejanza de Jesucristo, «siempre joven». El Jesús que describe Francisco en el segundo capítulo es «un joven» normal, «que compartía la vida de una familia bien integrada en el pueblo» y al que «nadie consideraba extraño o separado de los demás». Estos aspectos de la vida de Jesús no deben ser ignorado en la pastoral juvenil, según el Papa, «para no crear proyectos que aíslen a los jóvenes de la familia y del mundo o que los conviertan en una minoría seleccionada y preservada de todo contagio». Al contrario, se necesitan «proyectos que los fortalezcan, los acompañen y los proyecten hacia el encuentro con los demás, el servicio generoso y la misión».
Según Bergoglio «no debemos ser tipos extraños», pero sí «debemos tener el valor de mostrar otros sueños que este mundo no ofrece y dar testimonio de la belleza, del servicio, de la generosidad…». Para ello, y para presentar la figura de Jesús «de una manera atractiva y eficaz», la Iglesia «no debe estar demasiado concentrada en sí misma» y «esto significa que debe reconocer humildemente que algunas cosas concretas deben cambiar».
En este sentido, Francisco se alinea con los jóvenes, que claman contra los «escándalos sexuales y económicos» y «piden una Iglesia que escuche más, que no condene continuamente al mundo», una Iglesia no «siempre en guerra por dos o tres temas que la obsesionan» sino capaz de «escuchar» y de «reconocer en lo que otros dicen una luz que pueda ayudarla a descubrir mejor el Evangelio». Un ejemplo: una Iglesia demasiado temerosa puede criticar constantemente «todos los discursos sobre la defensa de los derechos de la mujer y poner constantemente de relieve los riesgos y los posibles errores de tales afirmaciones», mientras que una Iglesia «viva puede reaccionar prestando atención a las legítimas reivindicaciones de las mujeres», mientras que «está en desacuerdo con todo lo que proponen algunos grupos feministas».
No a las respuestas precocinadas
De esta forma, es necesaria una actitud de escucha y evitar «dar respuestas preenvasadas», máxime teniendo en cuenta la «pluralidad de mundos juveniles». Cuando la Iglesia «abandona esquemas rígidos y se abre a la escucha disponible y atenta de los jóvenes, esta empatía la enriquece, por que permite que los jóvenes den su aportación a la comunidad, ayudándola a abrirse a nuevas sensibilidades y a plantearse preguntas inéditas».
Hoy, muchos jóvenes «viven en contextos de guerra, de la trata de seres humanos» o «viven de la delincuencia y la violencia». Otros «son ideologizados» o son «sujetos individualistas, presa fácil de propuestas deshumanizadoras y planes destructivos elaborados por grupos políticos o poderes económicos». Hay quienes «sufren marginación y exclusión social o el flagelo del aborto o de las adicciones».
Por otro lado, Francisco también advierte contra la «colonización ideológica de los países más ricos o de algunos organismos internacionales» que vinculan las ayudas económicas a la «aceptación de propuestas occidentales con respecto a la sexualidad, al matrimonio a la vida o a la justicia social»; y clama contra la «cultura actual», en la que «los cuerpos jóvenes son constantemente usados para vender».
Asimismo, el Obispo de Roma se refiere a otras realidades de la vida de los jóvenes, tales como el entorno digital, «una nueva forma de comunicación» «indispensable para llegar e implicar a los jóvenes», pero que «también es un territorio de soledad, manipulación, explotación y violencia»; el fenómeno migratorio, al que invita a la Iglesia a mirar «con preocupación» y ante el que advierte de «la mentalidad xenófoba, de cierra y autorreflexión»; y los abusos sexuales, punto en el que se compromete, tal y como hizo el Sínodo, a adoptar medidas rigurosas de prevención.
Ante todas estas situaciones, Francisco invita tanto a la Iglesia como a los jóvenes a «llorar» por quienes las padecen. «Quien no sabe llorar no es madre. Nosotros queremos llorar para que la sociedad también sea más madre, para que en vez de matar aprenda a parir, para que sea promesa de vida». Pero, principalmente, Bergoglio anuncia tres grandes verdades, que Dios es amor –«te ama» y «se alegra de borrar definitivamente todo rastro de nuestro mal»–; que Cristo te salva –«vuelve a llevarnos sobre sus hombros una y otra vez»– y que Él vive –«esto es una garantía de que el bien puede entrar en nuestras vidas»-.
Jóvenes comprometidos
De esta forma, Francisco invita a los jóvenes a no observar la vida desde el balcón, a no pasar la vida frente a una pantalla, a no ser reducidos a vehículos abandonados y a no mirar al mundo como turistas: «¡Deja que te escuchen! Aleja los miedos que te paralizan», no te obsesiones «con los placeres sin límite… ¡vive!. Vive el presente, que «no significa lanzarse a una disolución irresponsable que nos deja vacíos e insatisfechos». Atrévete a vivir con plenitud la juventud, es decir en amistad con Jesús a través de la conversación, de la oración.
Así, el Papa llama a los jóvenes a la misión, a ser «jóvenes comprometidos», al «contacto directo con los pobres», a «acompañar a los ancianos y a los enfermos o a visitar las zonas pobres», a participar «en programas sociales destinados a la construcción de viviendas para personas sin hogar, o a la recuperación de áreas contaminadas, o a la recolección de ayuda para los más necesitados». «Sería bueno que esta energía comunitaria se aplicara no sólo a acciones esporádicas sino de manera estable».
Por otro lado, invita a los jóvenes a no dejar que «usen su juventud para fomentar una vida superficial, que confunde la belleza con la apariencia» y a «no dejarse dominar por esa ideología que conduce a auténticas formas de colonización cultural, que erradica a los jóvenes de las afiliaciones culturales y religiosas de las que proceden y tiende a homogeneizarlos transformándolos en sujetos manipulables en serie».
Todos los jóvenes –afirma el Santo Padre al final del capítulo 5– están llamados a ser «misioneros valientes», testimoniando en todas partes el Evangelio con su propia vida, lo que no significa «hablar de la verdad, sino vivirla». Hay que «ser capaz de ir contra corriente y saber compartir a Jesús, comunicar la fe que Él te ha dado» allí donde cada uno se encuentre.
La pastoral juvenil según Francisco
El capítulo séptimo de la exhortación lo dedica el Papa a la pastoral juvenil, que debe ser flexible: es necesario «invitar a los jóvenes a acontecimientos que de vez en cuando les ofrezcan un lugar donde no solo reciban formación, sino que también les permitan compartir sus vida, celebrar, cantar, escuchar testimonios concretos y experimentar el encuentro comunitario con el Dios vivo».
Asimismo, «solo puede ser sinodal –capaz de configurar un camino común–», lo que implica investigación y crecimiento. Para la primera, Francisco confía en la capacidad de los propios jóvenes para «encontrar formas atractivas de invitar» y pide un «lenguaje de la cercanía, el lenguaje del amor desinteresado, relacional, existencia, que toca el corazón». Para la segunda, el Papa reclama encuentros de formación en los que se aborda la parte doctrinal y moral, pero también es igualmente importante «que se centre» en el Kerigma, es decir, «la experiencia fundador del encuentro con Dios a través de Cristo muerto y resucitado».
Otra de las actitudes principales debe ser la capacidad de acogida: «En nuestras instituciones debemos ofrecer a los jóvenes lugares apropiados, que puedan manejar a su antojo y donde puedan entrar y salir libremente, lugares que los acojan y a los que puedan acudir espontánea y confiadamente para encontrarse con otros jóvenes tanto en momentos de sufrimiento o de aburrimiento, como cuando deseen celebrar sus alegrías».
Y esta Iglesia de puertas abiertas, también debe alcanzar a la pastoral de las instituciones educativas, que no se puede convertir en un búnker. Cuando los jóvenes salen de este tipo de colegios, sienten «una discrepancia insuperable entre lo que han enseñado y el mundo en el que se encuentran viviendo». Por ello, la formación espiritual no puede separarse de la formación cultural.
Por último, la pastoral juvenil «debe ser siempre una pastoral misionera».
La vocación y el discernimiento
Los dos últimos capítulos de Christus vivit están dedicados a la vocación y el discernimiento. Sobre la primera, el Santo Padre advierte de que más allá de la especificidad de cada vocación –al amor (donde no debe haber tabúes) y la familia, a una consagración especial…–, siempre «es una llamada al servicio misionero de los demás».
Del discernimiento, el Pontífice lo califica como «una tarea que requiere espacios de soledad y silencio, porque es una decisión muy personal que nadie más puede tomar en nuestro lugar». Sin embargo, hay tres actitudes de quienes ayudan a los jóvenes en este ámbito: la atención a las personas («se trata de escuchar al otro que se nos da a sí mismo con sus propias palabras»); discernir («se trata de captar el punto correcto en el que se discierne la gracia de la tentación»); y «escuchar los impulsos que el otro experimenta adelante».
La exhortación concluye con «un deseo» del Papa Francisco: «Queridos jóvenes, me alegrará verles correr más rápido que los que son lentos y temerosos. Corran y sean atraídos por ese rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la carne de nuestro hermano que sufre…. La Iglesia necesita de su impulso, de sus intuiciones, de su fe… Y cuando lleguen a donde todavía no hemos llegado, tengan la paciencia de esperar por nosotros».
José Calderero de Aldecoa @jcalderero
Foto: CNS