Cuando hablamos de desarrollo infantil integral estamos hablando de todos los cambios y evoluciones a los que los niños, desde sus primeros años de vida, se enfrentan; desde su desarrollo físico o cognitivo hasta el desarrollo emocional y social. Todo ello, ayudará a formar a los más pequeños de cara a su futuro y a la sociedad a la que se enfrentarán.
Durante muchísimo tiempo, se ha resaltado la importancia del desarrollo físico y cognitivo que tanto se trabaja en el aula. Este último hace referencia a capacidades del ser humano que necesitan ser reforzadas para que se desarrollen de forma correcta, como por ejemplo, la memoria, la atención, el lenguaje o la percepción y la solución de problemas. No obstante, desde hace algunos años, hay otro punto esencial que acapara la atención no solo de educadores, sino también de padres y familias: la importancia de trabajar de forma constante en el desarrollo emocional.
Educar en la inteligencia emocional debe ser base en cualquier proyecto educativo y en cualquier tipo de educación que se dé también dentro de casa y, por suerte, cada vez cobra más valor en la sociedad actual. Trabajar con ella como un pilar fundamental nos permitirá potenciar el desarrollo emocional de los niños y, como consecuencia, esto nos permitirá lograr un desarrollo completo de su personalidad que, sin duda, será clave ante cualquier situación a la que se enfrentará a lo largo de su vida.
Gracias a ello, además, conseguiremos formar a personas capaces de controlar todas sus emociones en todos los extremos, desde la felicidad absoluta hasta la ira y, lo que es casi más importante para el conjunto social, formaremos a personas capacitadas para identificar y comprender las emociones de los demás, siendo la empatía uno de sus valores más innatos.
Por ejemplo, cuando un problema como el acoso escolar sigue siendo una de las grandes lastras sociales en el mundo actual, hay algo que todavía debemos cambiar y ese algo debe empezar a trabajarse desde la etapa infantil. Para que nos hagamos una idea, durante el pasado curso escolar en el que, a causa de la Covid-19, las clases de todo el país se suspendieron, el bullying siguió estando presente y, según aseguran desde Fundación ANAR de ayuda a niños y adolescentes en riesgo, las llamadas durante la pandemia relacionadas con el ciberacoso escolar no cesaron. Es más, la misma fundación, junto a la Fundación Mutua Madrileña, presentaban recientemente los resultados de una encuesta que aseguraban que el 35,5% de los estudiantes admite que conoce casos de acoso en su clase. Cifras realmente escandalosas.
Si bien es cierto que trabajar la inteligencia emocional en el aula ayudará a un desarrollo pleno y beneficioso para el alumno, ya que nos permitirá no solo a desarrollar su empatía, sino a identificar sus emociones, a saber escuchar o a fomentar el diálogo, lo importante es cómo hacerlo para que el resultado sea lo más efectivo posible.
En la actualidad tenemos la suerte de que las nuevas tecnologías jueguen ya un papel primordial en el aula. Estas se han convertido en una herramienta de aprendizaje fundamental que, además de formar parte ya de nuestra vida cotidiana, permite a los docentes trabajar sobre un aprendizaje adaptativo y personalizado, además de hacerlo con más eficacia, rapidez y motivación de cara al alumno. Ahora bien, ¿nos permitirán también las nuevas tecnologías potenciar el desarrollo emocional? Por supuesto que sí.
El profesor tendrá un papel fundamental, como en cualquier tipo de proyecto. Gracias a la gran diversidad de actividades y programas que las nuevas tecnologías nos permiten dentro del aula, podremos abordar desde los temas más básicos a los más complejos, en cuanto a inteligencia emocional se refiere. Por ejemplo, podremos trabajar con apps o programas que nos permitan identificar, de forma dinámica y atractiva, las distintas emociones que puede experimentar el ser humano e, incluso, esto puede ir mucho más allá. ¿Por qué no analizar, en historia del arte por ejemplo, las emociones de los cuadros más clásicos de todos los tiempos? Hay programas que nos permitirán trabajar sobre ello.
El poder acercar valores como la empatía, es otro aspecto importante en el desarrollo de la inteligencia emocional. Por ejemplo, proyectos como trabajar la Lengua de Signos usando la tecnología permite crear ante el alumno la necesidad de comunicarse con personas sordas, donde en estos tiempos de pandemia el uso de mascarillas está siendo un muro casi insalvable para interactuar vocalmente.
Además, las nuevas tecnologías nos permiten también el trabajo en equipo, una pieza fundamental para establecer valores como el compañerismo o el respeto.
En conclusión, la inteligencia emocional es básica en nuestro desarrollo como seres humanos y, por tanto, cuando antes empecemos a ocuparnos de ella, mejor. Si además, disponemos de herramientas tecnológicas que sirven como apoyo pedagógico, no podemos hacer otra cosa que aprovecharlas para trabajar, de forma más eficaz, con los alumnos. El proceso les resultará más atractivo y, por tanto, los conocimientos se absorberán de forma casi automática.
Jorge Calvo Martín
Asesor – Formador EdTech.
ICT Head Colegio Europeo de Madrid