18 de abril 2024.- Analizamos con el presidente de la Comisión Episcopal para las Migraciones de la Conferencia Episcopal Italiana el nuevo pacto europeo sobre migración y asilo.
¿Cuáles son las claves de lectura?
Está claro que el pacto no es fruto de una Europa unida, sino dividida y no solo políticamente, sino también entre naciones. Es, además, el resultado de las prisas por aprobarlo antes de las elecciones europeas. Queda derogado el principio constitucional de protección de los solicitantes de asilo y refugiados; habrá más controles fronterizos y se externalizarán las fronteras para controlar las llegadas y las repatriaciones, incluso a terceros países, debilitando así la protección de las familias y de los menores. No hay ni una sola palabra sobre proyectos de acogida en Europa, que podrían haber favorecido un sistema único de protección generalizada, aumentando el número de solicitantes de asilo en cada país, especialmente en los países donde la acogida de estos es casi inexistente. El pacto permite pagar una cantidad de dinero por cada refugiado no acogido. Es vergonzoso poder comprar el rechazo a los inmigrantes.
¿Por qué hay que cambiar la normativa anterior, el Reglamento de Dublín?
Porque se sobrecarga a los países fronterizos de Europa con la responsabilidad de identificar y acoger a los inmigrantes durante al menos dos años sin que sean redistribuidos en todos los países europeos a través de un sistema de solidaridad. Tampoco se comparte la tarea de rescate en el mar Mediterráneo.
¿Habrá más detenciones de inmigrantes?
Sí, claro. El plazo para examinar las solicitudes de asilo —que debería ser de cuatro meses como máximo— se prolonga, dejando a las personas en el limbo. También podrán externalizarse estas gestiones a otras fronteras, como ocurre actualmente en Libia y Turquía, países que no garantizan el derecho de asilo, o en otros posibles países como Túnez o Egipto, este último especialmente problemático por la situación política. Aquellos a los que se les deniegue la protección internacional podrán ser enviados a los Centros Permanentes para la Repatriación (CPR), que funcionan como verdaderos campos de concentración, antes de ser deportados a su propio país o a otros países denominados seguros.
¿Cuál será la situación de los niños que viajan solos?
Las mismas normas que se aplican a los adultos se aplicarán a los menores de más de 12 años, es decir, a la mayoría de los menores no acompañados, que suelen tener de media entre 15 y 17 años. Ni una palabra sobre su protección específica. En algunos casos, la externalización de la gestión de las solicitudes de asilo podrá romper familias.
En una Europa donde sopla cada vez más fuerte el viento del soberanismo, ¿era posible otro pacto?
La mayoría de las señales, especialmente de los países del Grupo de Visegrado —Eslovaquia, Hungría, Polonia y la República Checa— van desde hace tiempo en la dirección de debilitar la solidaridad y construir muros. De tres muros en el siglo XX hemos pasado a 16 muros en el XXI: una clara señal de la cerrazón de Europa ante la inmigración. El temor a una deriva nacionalista y populista en las próximas elecciones europeas aceleró la aprobación de este pacto.
Mientras, las tragedias en el mar continúan. ¿Cuál es el futuro de las ONG de rescate en el Mediterráneo?
El pacto no dice nada sobre la misión europea Mare nostrum para salvar a los inmigrantes que huyen por el Mediterráneo. Se desprecian las muertes en el mar, que aumentan cada día y que ya han superado la cifra de 50.000 en 30 años. Tampoco se hace referencia a los barcos de las ONG que patrullan el Mediterráneo y que son la expresión de la sociedad civil europea.
Muchos políticos apuntan al objetivo de frenar las salidas. ¿Es factible?
Eso significa, en primer lugar, negar la libertad de emigrar a quienes no están en condiciones de vivir en su propia tierra y desentenderse de las causas que ponen en camino a personas y familias forzosamente (guerras, cambio climático…) o por necesidad (hambre, sed, miseria). Además, solo podría conseguirse con la connivencia con gobiernos dictatoriales.
VICTORIA ISABEL CARDIEL C.
Alfa y Omega