A la revista ‘Liberta’ Civili’, recuerda que Europa ha sufrido sea inmigraciones que emigraciones y de la necesidad de integrarlos
(ZENIT – Roma).- Recibir a los refugiados y migrantes es un reflejo de la catolicidad de un país. Además “los países Europeos han sentido en su piel la emigración que la inmigración, tienen que hacer tesoro de su pasado”. Lo declaró el papa Francisco a la revista italiana “Libertà Civili”, dedicada al tema de la inmigración y publicada por el Ministerio del Interior de Italia.
“Para la comunidad cristiana, la integración pacífica de personas de varias culturas es, en cierto sentido, un reflejo de su catolicidad, ya que la unidad que no anula la diversidad étnica y cultural, constituye una dimensión de la vida de la Iglesia que, en el Espíritu de Pentecostés, se abrió a todos los que deseen abrazarla”.
“Cuando seamos capaces de considerar al migrante como una riqueza para nuestra sociedad, entonces seremos capaces de practicar una verdadera acogida, y tendremos éxito a la hora de darles a ellos lo que en el pasado recibimos nosotros. Tenemos mucho que aprender del pasado: es importante actuar con responsabilidad, sin fomentar el miedo al extranjero”, dijo.
Asimismo, invitó a colaborar a la integración de los migrantes, e invitó también a los migrantes a no tener miedo a la integración, “porque integración no es asimilación”.
Sin olvidar que en el pasado reciente, tras las dos Guerras mundiales, los europeos tuvieron que emigrar: “Los países europeos, como tantos otros países que han experimentado en su propia piel tanto la inmigración como la emigración, deben hacer balance de su pasado. Cuando Europa estaba en dificultades, tras la guerra, millones de europeos partieron, frecuentemente con toda la familia, a través del Océano para establecerse en Sudamérica y en los Estados Unidos”.
“Es importante ser conscientes de la contribución de los migrantes en los países de llegada. Los europeos han contribuido mucho al crecimiento de la sociedad ultra oceánica”.
El Santo Padre explicó también que “la visita a Lesbos y la oración junto al Arzobispo de Atenas, Jerónimo, y el Patriarca de Constantinopla, Bartolomé, representan un relación fraterna y de cercanía al grito de tantos inocentes que sólo piden poder salvar sus vidas. La relación fraterna con las otras confesiones nos llama a la conciencia de que no podemos dar la espalda a la petición de ayuda y de esperanza de los hermanos y hermanas que se encuentran en dificultad”.
Recordó también que “La migración se gestiona con humanidad, ofreciendo una oportunidad de encuentro y de crecimiento a todos. No podemos perder el sentido de la responsabilidad fraterna. La defensa del ser humano no conoce barreras: estamos todos unidos en el deseo de garantizar una vida digna a cada hombre, mujer y niño obligado a abandonar su tierra”.
Si bien reconoció que “hay una necesidad de cooperación internacional para que la gestión de las políticas migratorias sea respetuosa con los que acogen y con los acogidos”
En concreto, se refirió a la situación de Europa, a cuyas costas mediterráneas llegan millones de refugiados que huyen de las guerras en Oriente Medio.
“En Europa, y en otras partes del mundo, se está atravesando un momento crítico en la gestión de las políticas migratorias. Los gobernantes tienen necesidad de altura de miras y de cohesión para mantenerse vigilantes en el respeto a los derechos fundamentales de la persona, y para poner fin a las causas de la migración forzada”.