8 de mayo 2022.- El nuevo libro del vicario auxiliar del Opus Dei, bonaerense licenciado en Historia y doctor en Filosofía, propone liberarse de las cargas que oprimen al hombre moderno a través de la lectura de los grandes clásicos.
¿Por qué analizar a través de los grandes clásicos literarios las cargas que impiden al hombre ser libre?
La gran tradición de la literatura occidental, la de los clásicos, presenta los valores que están en el fondo del corazón humano. Leyendo estos grandes libros uno descubre que hay bien y mal –cosa que la cultura contemporánea a veces encubre–; que hay verdad y mentira; que hay belleza y fealdad, y que es mucho mejor optar por el Bien, la Verdad y la Belleza. Y todo eso lo cuentan en una narración amena que puede penetrar mejor en la cultura contemporánea.
Además, la forma en la que Dios se revela es a través de la narrativa.
Dios nos ha contado el proyecto que tiene para la humanidad a través del Antiguo y el Nuevo Testamento. Y, en particular, Jesucristo no nos da una lección académica sobre qué es la moral, sino que nos cuenta que al lado del camino había una persona a la que habían robado y paró el buen samaritano. O cuando nos habla de que hay que perdonar, no lo demuestra teológicamente, sino que cuenta la historia de un padre que tenía dos hijos. La ética narrativa es muy adecuada para hacer presentes estos grandes valores de la persona humana.
Por eso usted lleva ya varios libros escritos sobre los clásicos –italianos, rusos, el Siglo de Oro español…–.
Yo soy sacerdote, y todo este proyecto que tengo sobre los clásicos es apostólico. Son una preparación para el Evangelio, porque me hacen entrar en sintonía con estos grandes valores humanos que, en definitiva, son cristianos.
¿Cómo entroncamos esta propuesta con la eliminación de gran parte de la educación humanista en las instituciones académicas?
Hay una especialización exagerada y un empobrecimiento de la formación, porque sin humanidades somos menos hombres y mujeres, menos humanos. En el libro cito un personaje totalmente secundario de Ivanhoe, que se llama Wamba, un bufón que estaba preso y lo liberan, y viene a decir que, ahora que es libre, qué hace con la libertad. Sin formación humanística tendremos muchos conocimientos técnicos, pero, además de hacer cosas, ¿cuál es el fin de mi vida? Eso no me lo dá la técnica, que es importantísima y muy positiva, sino una visión amplia de qué es la naturaleza humana. Por eso me parece que traerá consecuencias graves para el futuro de la sociedad.
Insiste en que para amar hay que ser libre.
La libertad es fundamental, porque la vocación cristiana –y la vocación humana– es una vocación al amor. Todos tenemos experiencia de que, cuando nos damos a los demás, tenemos una vida plena. Pero para entregarnos a amar necesitamos ser libres. Es una condición previa. Yo no puedo amar obligado, o por presión social; tengo que amar libremente. Por eso libertad y amor van unidos.
Hoy día es un valor muy apreciado y, sin embargo, hay una visión muy reduccionista de qué es la libertad.
Sobre todo se habla de libertad de elección. Pero si no tenemos claro el fin, que para mí es el amor, no tendremos un criterio para elegir. Se habla mucho de libertad, pero vivimos en una sociedad donde hay muchísimas dependencias. La gran dependencia de nuestro propio yo –la autorreferencialidad, en palabras del Papa Francisco–; dependencias de la droga, del consumismo… Cuánta gente vive angustiada porque no tiene el último modelo tecnológico. Así se pierde la maravilla de la contemplación de la belleza, de la búsqueda de la verdad, de hacer el bien. Me parece un tema clave para nuestra época.
¿El secreto está en la educación?
La formación es clave. Y el primer ámbito de formación es la familia, pero nos encontramos en un momento de crisis familiar muy seria. Después, en los ambientes educativos. Si consideramos que el fin último de la universidad es la búsqueda de la verdad, entonces, necesariamente daremos mucha importancia a este tipo de formación, por ejemplo, lo que en las universidades anglosajonas es la tradición de los grandes libros. Si el fin de la universidad es simplemente formar técnicos especializados, este discurso está de más, pero esto lleva a un gran empobrecimiento de la sociedad.
Para los que tenemos poco tiempo para leer, ¿qué es obligatorio?
La tradición se basa en la Biblia, el clásico de los clásicos. Una lectura atenta y meditada, al menos, del Nuevo Testamento es fundamental para quien quiera entender un poco del mundo en el que vivimos. Para clásicos modernos, diría David Copperfield, la historia de la maduración de una persona. Guerra y paz es un libro enorme que es un mundo donde hay amor, odio, muerte, pero uno sabe distinguir lo que está bien y lo que está mal, la verdad y el error. Los miserables, con la historia maravillosa de un hombre peleado con el mundo y con Dios, y que gracias al ejemplo de un obispo que vive el Evangelio se convierte y pasa a ser el punto de referencia de toda la gente que gira alrededor de él. Y yo diría también que El Señor de los Anillos, donde uno ve cómo las personas más débiles son elegidas por la providencia. Estamos llamados a algo, y tenemos el ejemplo de Frodo; vemos cómo cae, tiene dudas, pero con la amistad de otros logra cumplir su misión.
CRISTINA SÁNCH EZ AGUILAR
Alfa y Omega
Imagen: El sacerdote ha escrito libros sobre clásicos italianos,
rusos o el Siglo de Oro.
(Foto: Universidad de Navarra).