Al fin llegó el mes de junio, la recta final de un curso complicado que ha obligado a docentes y centros educativos a adaptarse a una realidad absolutamente nueva. Estas dificultades y la forma de afrontarlas han supuesto un reto continuo para toda la comunidad educativa, que con el objetivo de mantener el máximo de calidad en el proceso de enseñanza han dejado valiosos aprendizajes.
Somos mejores profesores. Quizá sea un poco presuntuosa esta afirmación, pero el esfuerzo realizado por todos los docentes para adaptarnos a las múltiples situaciones provocadas por la pandemia ha sido enorme. Habitualmente se realiza una reflexión para preparar nuestras clases que pasa por analizar los objetivos que queremos conseguir a partir de una materia concreta de nuestra asignatura. Con esos objetivos en mente se preparan las dinámicas en el aula. Pero durante este curso las cosas se han complicado. ¿Tendré a todos los alumnos en el aula?, ¿la clase será presencial o telemática?, ¿qué medios tecnológicos tendré a mi disposición?, ¿estarán simultáneamente alumnos en clase y en su casa? Además, muchas de estas variables surgían sin apenas tiempo de reacción: alumnos en casa por cuarentena, clases confinadas, etc.
Todos estos condicionantes y problemas han llevado a los docentes a hacer una adaptación continua. En tiempo récord las metodologías y materiales utilizados los hemos ido adaptando para que pudieran conseguirse los objetivos de aprendizaje, independientemente de las circunstancias que se dieran.
Necesidad de metodologías activas y uso de las TIC
Si ya era una evidencia anterior a la pandemia, los nuevos escenarios han evidenciado la necesidad de introducir metodologías activas en los procesos de enseñanza. La clase magistral más tradicional, si tiene cabida en momentos puntuales en el aula, se adapta muy mal a un entorno online donde el control de los alumnos es muy complicado. En cuanto a las TIC, se han convertido en una herramienta imprescindible en nuestro día a día. Nuestro trabajo como docentes este curso ha confirmado que además del conocimiento de la materia que impartimos es imprescindible la formación en metodologías activas de enseñanza-aprendizaje, así como conocer y manejar las TIC. La reflexión nos debe llevar a plantearnos varias preguntas antes de entrar en una clase: ¿qué objetivos quiero conseguir?, ¿cuál es la metodología más idónea para llegar a ellos?, ¿cómo pueden ayudarme las TIC en este proceso?
Aunque pueda parecer contradictorio con lo anterior, otra enseñanza importante que nos deja este curso es que como la enseñanza presencial no hay nada. Por mucho que haya mejorado nuestra capacidad para dar clase en un entorno online, la interacción presencial tiene un lenguaje no verbal, una capacidad para detectar problemas que vayan surgiendo y unas posibilidades de intervención para mejorar el aprendizaje de los alumnos que son insustituibles.
Colegios, alumnos y familias: la adaptación de toda la comunidad
Por otra parte, los centros educativos y toda la comunidad formada por trabajadores no docentes de los colegios, alumnos y familias han tenido que adaptarse tanto o más que los propios profesores. A este respecto las reflexiones son también muy positivas.
Los alumnos han demostrado una capacidad de adaptación envidiable. Desde los alumnos más pequeños de primaria hasta los mayores de bachillerato han sabido convivir con la distancia social, las mascarillas, los grupos burbujas y todas las restricciones derivadas de la pandemia. En ocasiones ha sido una lucha complicada, pero en líneas generalas la respuesta de los alumnos ha sido muy buena teniendo en cuenta los condicionantes que tienen unos por ser niños pequeños y otros por estar en una etapa tan complicada como es la adolescencia.
Los equipos directivos de los colegios han tenido que hacer auténticos malabarismos organizativos para gestionar los recursos tanto personales como materiales de los que disponían. Para todos ellos este curso ha sido un máster acelerado de gestión que sin duda será muy útil cuando las cosas vuelvan a la normalidad.
No menos importante ha sido el papel de las familias, como soporte fundamental e indispensable. Confinamientos, cuarentenas y educación semipresencial han sido una dura prueba para la conciliación familiar, pero una vez más se ha demostrado que todo esfuerzo es poco para garantizar la educación de nuestros hijos. En este proceso ha sido muy importante la comunicación entre las familias y los centros educativos y la necesidad que ambos vayan en la misma dirección, para lo cual es necesario un diálogo constante.
Termina el curso, llegamos ya con la gasolina justa, pero con un aprendizaje valioso que no debemos olvidar cuando volvamos a la tan añorada normalidad anterior e a la pandemia.
Víctor Aunión
Profesor de Geografía e Historia
Colegio Europeo de Madrid