Ciudad del Vaticano, (Vis).-El Papa Francisco ha recibido en el Aula Pablo VI a 7.000 empresarios italianos de la Confindustria (la Patronal italiana) que por primera vez acuden al Vaticano para encontrarse con el Pontífice y lo hacen con ocasión del Jubileo. Un encuentro, dijo el Santo Padre, que además de ser una novedad ha hecho asumir a los hombres y mujeres de empresa italianos asumir un compromiso: el de construir juntos, reflexionando sobre la ética empresarial, sobre la atención a los valores, que son »la columna vertebral» de proyectos que pueden representar una alternativa al modelo consumista del beneficio a toda costa.
El lema »construir juntos» inspira a colaborar, a compartir y a preparar el camino a las relaciones reguladas por un sentido común de responsabilidad. »En el complejo mundo de la empresa -señaló Francisco- »construir juntos» significa invertir en proyectos que involucren a sujetos a menudo olvidados o descuidados, en primer lugar las familias… y junto con ellas… los grupos más vulnerables y marginados, como los ancianos que todavía poseen recursos y energías para colaborar activamente pero demasiado a menudo se descartan como inútiles e improductivos. O los trabajadores potenciales, especialmente los jóvenes, prisioneros de la precariedad o de largos períodos de desempleo, que no son interpelados de propuestas de trabajo que les den, además de un salario honrado, la dignidad de la que a veces se sienten privados»
Construir juntos significa, de hecho, »fundamentar el trabajo no solamente sobre el genio solitario de un individuo, sino sobre la colaboración de muchos. Significa, en otras palabras, » tejer redes» para valorizar los talentos de todos, sin dejar por ello de lado el carácter único e irrepetible de cada uno. Por lo tanto, que en el centro de cada empresa- subrayó el Pontífice- esté la persona: no la teórica abstracta, ideal, sino la persona concreta, con sus sueños, sus necesidades, sus esperanzas y sus fatigas… Frente a tantas barreras de injusticia, de soledad, de desconfianza y de sospecha que se levantan todavía en nuestros días, el mundo del trabajo, del cual sois actores está llamado a dar pasos valientes para que «encontrarse y construir juntos» no sea sólo un eslogan, sino un programa para el presente y el futuro».
El Santo Padre recordó a los empresarios y empresarias que tenían »una vocación noble encaminada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos». Por eso están llamados a ser constructores del bien común y promotores de un nuevo «humanismo del trabajo». »
»Estáis llamados a proteger el profesionalismo, y al mismo tiempo prestar atención a las condiciones en que se realiza el trabajo -dijo- Que vuestro guía maestra sea siempre la justicia, que rechaza el atajo de las recomendaciones y los favoritismos, y las peligrosas desviaciones de la falta de honradez y del compromiso fácil. Que la ley suprema sea siempre la atención a la dignidad del otro, valor absoluto del que no se puede disponer. Este horizonte altruista debe distinguir vuestro compromiso: os llevará a rechazar categóricamente que la dignidad de la persona sea pisoteada en nombre de las exigencias productivas, que enmascaran miopías individualistas, tristes egoísmos y sed de ganancia».
El Papa concluyó pidiendo a los miembros de Confindustria que sus empresas estuvieran en cambio, siempre abiertas a »ese significado más amplio de la vida que les permitirá realmente servir al bien común, con su esfuerzo de multiplicar y hacer más asequibles para todos los bienes de este mundo. Y que el bien común sea la brújula que orinete la actividad productiva, para que crezca una economía de todos y para todos, que no sea insensible a la mirada de los necesitados. Y esto es posible siempre y cuando la mera proclamación de la libertad económica no prevalezca sobre la libertad concreta del hombre y sobre sus derechos, cuando el mercado no es un absoluto, sino que obedece a las exigencias de la justicia y, en última instancia, la la dignidad de la persona. Porque no hay libertad sin justicia y no hay justicia sin respeto a la dignidad de cada uno».