En 1974 una religiosa española fue la primera médico del hospital de Kole (Congo), referente mundial en viruela del mono. Ya jubilada y a 1.500 kilómetros, sigue apoyándolo.
26 de junio 2022.- Durante años Teresa Riu, misionera de Cristo Jesús, supervisó la atención a los pacientes con viruela del mono en el hospital de Kole, en la República Democrática del Congo. Este centro estatal es uno de los que más experiencia tiene en esta enfermedad. Tanto, que en los años 1980 investigadores del Ejército de Estados Unidos lo eligieron para estudiarla «por si llegaba al resto del mundo», cuenta desde Kimwenza, cerca de Kinsasa, donde la religiosa llegó hace un año. El virus que tiene en alerta a las autoridades sanitarias mundiales «aquí existe desde siempre». Cada año ingresan por esta causa 20 o 30 personas. Normalmente familias enteras. A pesar de su nombre, la religiosa explica que la mayor parte de casos se producen por contacto con roedores. En la región la gente vive mayoritariamente de lo que caza en la selva. «Cuando van los niños es más fácil que cojan una ardilla» o un ratón grande. Al llevarlo a casa («todo se come»), se contagian todos.
Hasta ahora no existe tratamiento específico. «Lo que interesa es curar las heridas para evitar la infección». Cada año pierden a un par de pacientes, normalmente niños «que tienen tantas lesiones que no les queda piel sana», y se infectan. Si son en la garganta, se suma la dificultad para comer.
R. D. Congo
Esperanza de vida: 62 años.
Médicos: 0,38 por 1.000 habitantes.
Acceso a un centro médico: 64,5 %.
«De vez en cuando, hay una especie de epidemia y en un año te llegan 100 casos», cuenta. 2022 está siendo así: llevan 28 pacientes y dos muertes, y «más de 500 en toda la provincia» de Sankuru. Cuando Riu se enteró, llamó a Kole. «Me dijeron que justamente el director estaba en un curso de formación, porque se estaban organizando» por si iba a más. «Es curioso que se haya juntado» con el salto al primer mundo, aunque haya sido desde Nigeria. A pesar de todo, «aquí hay muchos problemas mayores que la viruela del mono: la malaria, que mata a los niños, la tuberculosis y el sida». Además de la desnutrición.
«Estaba casi abandonado»
Si el hospital de Kole, que es público, puede atender todas estas enfermedades, se debe en gran medida a las Misioneras de Cristo Jesús. Las primeras religiosas llegaron a petición del obispo en 1973, cuando la diócesis estaba recién creada. Después de la independencia, en 1960, y de un lustro de una gran inestabilidad, en 1965 había comenzado la dictadura de Mobutu Sese Seko. Al principio trabajaron en la enseñanza y la pastoral. Pero al año siguiente llegó Lydia Sobrado, que era médico. Y no tardó en darse cuenta de que «el hospital estaba casi abandonado». Los médicos, que eran belgas, «se fueron cuando la independencia y todo se desmoronó». Solo quedaban algunos enfermeros.
Sobrado se ofreció al Ministerio de Sanidad y no tardaron en contratarla. Por aquel entonces, Riu trabajaba en el hospital de Bandundu. «Pero allí tenía menos trabajo, y en 1980 me ofrecí a ayudar a Lydia», que estaba sola. Ese mismo año, además, llegó el primer médico congoleño. «Ahora hay cantidad: doce». Atienden las 150 camas y a 10.000 pacientes cada año. Ante el asombro de la periodista, exclama riendo: «¡Para un hospital de aquí es mucho! Y vaya si hay diferencia con estar una…». En los primeros años, «los enfermeros asumieron mucha responsabilidad». Pero tampoco sobraban, así que fundaron la Escuela de Enfermería, dirigida por Riu, donde cientos de jóvenes han logrado un título universitario.
El personal no era el único problema. El sistema sanitario estaba en mantillas. Entre 1981 y 1991, con financiación de Estados Unidos, la Iglesia evangélica del Congo ayudó al Estado a poner en marcha 100 de las 300 áreas de salud del país. En la de Kole, la aportación de las misioneras católicas fue fundamental. Con la ayuda de la ONG vinculada a la congregación, Pueblos Hermanos, «y con otros amigos, fuimos equipando el hospital y doce centros de salud de los alrededores». Fue fundamental también el paso por el hospital de médicos españoles laicos, como Pilar Zabala y Hortensia Castaño.
Solas en la guerra
No es de extrañar que el hospital sea «muy apreciado en la zona», ni el cariño de la gente por las misioneras. A pesar de las muchas convulsiones políticas, «las autoridades siempre nos han valorado y respetado; no hemos tenido ninguna dificultad». Aunque, viniendo de una misionera, hay que tomar esta frase de Riu con cautela. Acto seguido, cuenta cómo cuando las tropas de Ruanda invadieron esa región en 1996, durante la guerra para derrocar a Mobutu, «todos los médicos de la provincia se fueron y nos quedamos solas» tres años. «Llegaban enfermos de todas partes, y tratábamos juntos a amigos y enemigos».
El 29 de julio del año pasado se despidieron de Kole. Solo quedaban tres hermanas, y Riu con 80 años. En Kimwenza, cerca de Kinsasa, está en una comunidad de mayores. Pero sigue trabajando: cuida a las enfermas, da formación en el noviciado contiguo, y una vez a la semana va al centro parroquial para niños desnutridos. Y, aunque están a 1.500 kilómetros, «seguimos en contacto continuo con Kole». Hacen de enlace con Pueblos Hermanos y con otros benefactores para que siga funcionando. Es difícil solo con las aportaciones del Estado. «Congo es un país inmenso, está mal organizado y los salarios son pequeños». Cuando hay. Nada más irse ellas, los enfermeros estuvieron seis meses de huelga. «Sería una pena que se perdiera todo» lo que han conseguido.
MARÍA MARTÍNEZ LÓPEZ
Alfa y Omega
Imagen: Riu (abajo) y María Galmés, enfermera (arriba)
con parte del personal del hospital. Al irse había 128 enfermeros.
( Foto: Teresa Riu).