En su cuenta X, el Pontífice señala el diálogo intergeneracional como base esencial para aprender «la belleza de la vida». El post se publicó unos días antes de la memoria litúrgica, el 26 de julio, de los santos Joaquín y Ana y de la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, el domingo 28 de julio. Fechas especiales para recordar algunas reflexiones de los Pontífices sobre la vejez.
Ciudad del Vaticano, 25 de julio 2024.- «Necesitamos una nueva alianza entre jóvenes y ancianos, para que la savia de los que tienen a sus espaldas una larga experiencia de vida pueda regar los brotes de esperanza de los que están creciendo. Así aprendemos la belleza de la vida y logramos una sociedad fraterna». El post del Papa Francisco publicado, ayer, en la cuenta X, @Pontifex, precede a dos fechas significativas: la memoria litúrgica, el 26 de julio, de los Santos Joaquín y Ana, padres de la Santísima Virgen María, y la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, prevista para el domingo 28 de julio.
Los abuelos de Jesús
El 26 de julio es la memoria de los abuelos de Jesús. Fue el Papa Pablo VI quien reunió a los abuelos de Jesús en la misma fiesta, en 1969, con ocasión de la reforma del nuevo calendario litúrgico. Antes, de hecho, se les conmemoraba en días separados. Para Ana, la fiesta coincidía con la de hoy, mientras que la de Joaquín caía el 16 de agosto. «Los santos Joaquín y Ana -dijo el Papa Francisco en el Ángelus del 26 de julio de 2013, durante su viaje apostólico a Río de Janeiro- forman parte de una larga cadena que ha transmitido la fe y el amor a Dios, en el calor de la familia, hasta María, que recibió en su seno al Hijo de Dios y lo dio al mundo, nos lo dio a nosotros». A su hogar, añadió el Pontífice en aquella ocasión, está ligado «el precioso valor de la familia como lugar privilegiado para transmitir la fe».
Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos
El tema elegido este año por el Papa Francisco para la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Ancianos, «En la vejez no me abandones» (cf. Sal 71,9), quiere subrayar cómo la soledad es, por desgracia, la compañera amarga en la vida de tantos ancianos, víctimas a menudo de la cultura del descarte. En el año de preparación al Jubileo, que el Santo Padre ha querido dedicar a la oración, el tema de la Jornada está tomado del Salmo 71, invocación de un anciano que recorre su historia de amistad con Dios.
La celebración de la Jornada, al valorar los carismas de los abuelos y de los ancianos y su contribución a la vida de la Iglesia, quiere favorecer el compromiso de toda comunidad eclesial en la construcción de vínculos entre las generaciones y en la lucha contra la soledad, conscientes de que -como afirma la Escritura- «no es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2,18). En su mensaje para esta Jornada, el Papa subraya que «Dios no abandona a sus hijos, nunca». «No desecha ninguna piedra, al contrario, las más ‘viejas’ son el cimiento seguro sobre el que pueden apoyarse las piedras ‘nuevas’ para construir todos juntos el edificio espiritual».
Juan Pablo I: pensemos en el corazón de nuestros mayores
Los Pontífices se han detenido en varias ocasiones en el papel de los ancianos en la sociedad. El Papa Juan Pablo I, durante la audiencia general del 6 de septiembre de 1978, recordó en particular un episodio relacionado con su ministerio episcopal:
«Yo, obispo de Venecia, solía ir a veces a las casas de acogida. Una vez encontré a una enferma, una anciana: «¿Cómo está Signora?». – «¡Bien, la comida, bien! ¿Caliente? ¿Calentita? Bien» – »¿Entonces está contenta señora?» «No» – casi se puso a llorar. «¿Pero por qué llora?» – «Mi nuera, mi hijo nunca vienen a verme. Me gustaría ver a los nietos». No basta con tener calor, comida, hay que pensar también en el corazón de nuestros mayores. El Señor dijo que hay que respetar y amar a los padres, incluso cuando son ancianos».
Juan Pablo II: ser anciano es un privilegio
Las últimas etapas de la vida también están llenas de valor, de sentido, de dignidad. En su discurso a los grupos de personas mayores, el 23 de marzo de 1984, Juan Pablo II subrayó que ser mayor es un privilegio:
Vosotros, queridos hermanos y hermanas, habéis entrado en la categoría de los ancianos, formada por hombres y mujeres de todas las clases sociales y de todos los niveles culturales. Así, habiendo borrado las diferencias de fachada, estáis singularmente unidos en vuestra dignidad de personas. Entrar en la vejez debe considerarse un privilegio: no sólo porque no todos tienen la suerte de alcanzar este hito, sino también y sobre todo porque es el período de las posibilidades concretas de reconsiderar mejor el pasado, de conocer y vivir más profundamente el misterio pascual, de convertirse en ejemplo en la Iglesia para todo el pueblo de Dios.
Benedicto XVI: la sabiduría de los ancianos es una riqueza
Acoger a los ancianos es acoger la vida. Así lo subrayó el Papa Benedicto XVI el 12 de noviembre de 2012 durante su visita a la residencia familiar ‘Viva gli anziani’:
En la Biblia, la longevidad se considera una bendición de Dios; hoy en día esta bendición se ha extendido y debería considerarse un don que hay que apreciar y valorar. Sin embargo, a menudo la sociedad, dominada por la lógica de la eficacia y del beneficio, no la acoge como tal; al contrario, a menudo la rechaza, considerando a los ancianos como improductivos, inútiles. A menudo se siente el sufrimiento de los marginados, de los que viven lejos de sus casas o en soledad. Creo que deberíamos trabajar con mayor empeño, empezando por las familias y las instituciones públicas, para que los ancianos puedan permanecer en sus propios hogares. La sabiduría de la vida de la que somos portadores es una gran riqueza. La calidad de una sociedad, me gustaría decir de una civilización, también se juzga por cómo se trata a los ancianos y por el lugar que se les reserva en la vida común. Quien deja sitio a los ancianos, deja sitio a la vida. Quien acoge a los mayores, acoge la vida.
En nuestra sociedad, cada vez más afectada por la cultura del descarte, los ancianos son a menudo dejados de lado, abandonados en su soledad. No faltan quienes se aprovechan de sus debilidades. Muchas personas, en la llamada tercera edad, son víctimas de engaños y son engañadas. Su grito de dolor, roto incluso por la experiencia de la enfermedad, no suele ser escuchado. Pero son precisamente estas piedras viejas y frágiles, como nos recuerda el Papa Francisco, los cimientos sobre los que descansa el futuro de la sociedad.
AMEDEO LOMONACO