750 años después de la muerte del autor de la ‘Summa Theologiae’, Francisco escribe a los participantes en un taller patrocinado por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales que profundiza en algunos aspectos de la doctrina del santo: es un autor moderno cuya visión ofrece «intuiciones frescas y válidas para nuestro mundo globalizado, dominado por el positivismo jurídico y la casuística».
Ciudad del Vaticano, 7 de marzo 2024.- ¿Qué tiene que ver el pensamiento de uno de los teólogos más destacados de la historia de la Iglesia con el desarrollo de las ciencias sociales? ¿Un investigador de la relación entre fe y razón con las formas en que se articulan y crecen las relaciones entre las personas? Mucho más de lo que podría parecer, y el Papa lo deja claro por escrito a los participantes en el Workshop que la Pontificia Academia de Ciencias Sociales ha organizado hoy y mañana para tratar el tema «Ontología social y derecho natural en perspectiva de Aquino. Reflexiones para y desde las Ciencias Sociales».
No hay contradicción entre fe y razón
«Ciertamente Santo Tomás no cultivó las ciencias sociales tal como hoy las entendemos», observa Francisco, «pero sin embargo con sus estudios fue un precursor de las mismas, y ello porque para él era evidente, y así lo afirma en la Summa, que la persona, como criatura de Dios, representa «lo que hay de más noble en todo el universo». Y puesto que, en el plano del pensamiento, el Aquinate sostenía que Dios es «la verdad y la luz que ilumina todo entendimiento», y que, por tanto, no puede haber «ninguna contradicción fundamental entre la verdad revelada y la descubierta por la razón», se deduce «que los bienes espirituales preceden a los materiales y que el bien común de la sociedad precede al de los individuos».
En el hombre «la inteligencia de Dios
Francisco subraya, por ejemplo, la atención que el Doctor Angélico dedica a las cuestiones de justicia, especialmente en los Comentarios, lo que pone de manifiesto su «influencia en la configuración del pensamiento moral y jurídico moderno». Aquino, recuerda el Papa, afirma «la dignidad intrínseca y la unidad de la persona humana» -tanto las virtudes del cuerpo como las «del alma racional»- que le permiten distinguir entre lo verdadero y lo falso y entre el bien y el mal».Es lo que Santo Tomás llama la «inteligencia de Dios», es decir, la «capacidad innata» del hombre de «discernir y ordenar o disponer los actos a su fin último por el amor», también conocida como «ley natural».
Una visión siempre presente
Y ahí radica la modernidad del autor de la Summa, ya que hoy -afirma Francisco- es imprescindible dar una nueva consideración a esta, como la llama el Aquinate, «inclinación natural a conocer la verdad sobre Dios, y a vivir en sociedad», para, añade el Papa, «configurar el pensamiento y las políticas sociales de modo que promuevan, y no impidan, el auténtico desarrollo humano de las personas y de los pueblos». La confianza de Tomás en una ley natural escrita en el corazón del hombre puede ofrecer, insiste Francisco, «intuiciones frescas y válidas a nuestro mundo globalizado, dominado por el positivismo jurídico y la casuística», aunque -reconoce- «siga buscando fundamentos sólidos para un orden social justo y humano».
De dónde procede la Doctrina Social
Como pensador cristiano, Tomás de Aquino reconoce la acción de la «gracia redentora» aportada por Jesús en la acción humana, que además de sus beneficios espirituales tiene, señala Francisco, «ricas implicaciones» para comprender la dinámica de «un orden social sólido fundado en la reconciliación, la solidaridad, la justicia y el cuidado mutuo». En este punto, el Papa cita en su apoyo a Benedicto XVI, quien en Caritas in veritate afirmó que el hombre y la mujer, como objetos del amor de Dios, se convierten a su vez en sujetos de la caridad, llamados a reflejar esa caridad y a tejer redes de caridad al servicio de la justicia y del bien común. Una dinámica de «caridad recibida y entregada» que -observa- dio origen a la Doctrina Social de la Iglesia», cuyo objetivo es explorar cómo «los beneficios sociales de la Redención pueden hacerse visibles en la vida de los hombres y mujeres».
Francisco concluye con un pensamiento en sintonía con la Cuaresma para reiterar que la reflexión debe combinarse siempre con una demostración práctica del amor cristiano. «Durante estos años de mi pontificado -escribe- he tratado de privilegiar el gesto del lavatorio de los pies», que es «sin duda un símbolo elocuente de las Bienaventuranzas» de Jesús y «de su expresión concreta en las obras de misericordia». Porque «Jesús sabía que, cuando se trata de inspirar el corazón humano, los ejemplos son más importantes que un torrente de palabras».
ALESSANDRO DE CAROLIS
Imagen: Santo Tomás de Aquino.