El Santo Padre, en su primer discurso en Polonia, ante las autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático, invita a “mirar con esperanza hacia el futuro y a las cuestiones que ha de afrontar”
(ZENIT – 27 de julio).- El papa Francisco ha dado hoy inicio al 15º viaje apostólico de su Pontificado. El destino es Cracovia, Polonia, con motivo de la XXXI Jornada Mundial de la Juventud. Tras un vuelo de dos horas desde Roma, el Santo Padre ha llegado a la tierra natal del papa Juan Pablo II. En el aeropuerto de Cracovia ha sido recibido, a las 16.00 hora local, por el presidente de Polonia, Andrzej Duda, y por el arzobispo de la ciudad, cardenal Stanisław Dziwisz. Estaban también presentes otras autoridades civiles y eclesiástica y una representación de fieles.
Directamente desde el aeropuerto, el Santo Padre se ha dirigido a Wawel (complejo arquitectónico donde se encuentra el Castillo Real, la catedral y el vicariato) para el encuentro con las autoridades, sociedad civil y el cuerpo diplomático.
En su discurso, el Santo Padre ha reflexionado sobre la historia de la nación polaca, sobre migración, familia y vida. Así, ha comenzado indicando que es la primera vez que visita la Europa centro-oriental y que se “alegra comenzar por Polonia, que ha tenido entre sus hijos al inolvidable san Juan Pablo II, creador y promotor de las Jornadas Mundiales de la Juventud”. De este modo, ha recordado que a su predecesor le gustaba hablar de una Europa que respira con dos pulmones. Por eso ha precisado que “el sueño de un nuevo humanismo europeo está animado por el aliento creativo y armonioso de estos dos pulmones y por la civilización común que tiene sus raíces más sólidas en el cristianismo”.
El pueblo polaco –ha observado– se caracteriza por la memoria. Asimismo ha asegurado que la conciencia de identidad, libre de complejos de superioridad, “es esencial para organizar una comunidad nacional basada en su patrimonio humano, social, político, económico y religioso, para inspirar a la sociedad y la cultura, manteniéndolas fiel a la tradición y, al mismo tiempo, abiertas a la renovación y al futuro”.
Por otro lado, el Pontífice ha explicado que “en la vida cotidiana de cada persona, como en la de cada sociedad, hay, sin embargo, dos tipos de memoria”: la buena y la mala, la positiva y la negativa. La memoria buena –ha indicado– es la que nos muestra la Biblia en el Magnificat, el cántico de María que alaba al Señor y su obra de salvación. En cambio, la memoria negativa “es la que fija obsesivamente la atención de la mente y del corazón en el mal, sobre todo el cometido por otros”, ha aseverado el Santo Padre.
Así, ha asegurado que Polonia es un país que ha sabido hacer prevalecer la memoria buena. Para hacer esto “se requiere una firme esperanza y confianza en Aquel que guía los destinos de los pueblos, abre las puertas cerradas, convierte las dificultades en oportunidades y crea nuevos escenarios allí donde parecía imposible”, ha afirmado el papa Francisco.
En esta misma línea ha indicado que “el ser conscientes del camino recorrido”, y la “alegría por las metas logradas”, “dan fuerza y serenidad para afrontar los retos del momento, que requieren el valor de la verdad y un constante compromiso ético, para que los procesos decisionales y operativos, así como las relaciones humanas, sean siempre respetuosos de la dignidad de la persona”.
Reflexionando sobre el fenómeno de la migración ha precisado que esto requiere “un suplemento de sabiduría y misericordia para superar los temores y hacer el mayor bien posible”. Por un lado el Papa ha observado que se deben identificar las causas de la emigración en Polonia, dando facilidades a los que desean regresar. Y al mismo tiempo, hace falta disponibilidad para acoger a los que huyen de las guerras y del hambre; solidaridad con los que están privados de sus derechos fundamentales, incluido el de profesar libremente y con seguridad la propia fe.
El Santo Padre ha subrayado que se deben solicitar colaboraciones y sinergias internacionales “para encontrar soluciones a los conflictos y las guerras, que obligan a muchas personas a abandonar sus hogares y su patria”. Se trata, ha reconocido el Papa, de hacer todo lo posible por “aliviar sus sufrimientos”, “sin cansarse de trabajar con inteligencia y continuidad por la justicia y la paz, dando testimonio con los hechos de los valores humanos y cristianos”.
Finalmente, el Pontífice ha invitado a la nación polaca “a mirar con esperanza hacia el futuro y a las cuestiones que ha de afrontar”. Esta actitud –ha asegurado– favorece un clima de respeto y un diálogo constructivo. Si se infunde esperanza a las nuevas generaciones, ha indicado el Papa, serán más eficaces de las políticas sociales en favor de la familia, el primer y fundamental núcleo de la sociedad, para apoyar a las más débiles y las más pobres, y ayudarlas en la acogida responsable de la vida.
La vida “siempre ha de ser acogida y protegida desde la concepción hasta la muerte natural, y todos estamos llamados a respetarla y cuidarla”, ha recordado. En esta misma línea ha precisado que es responsabilidad del Estado, de la Iglesia y de la sociedad “acompañar y ayudar concretamente” a las personas en dificultad, “para que nunca sienta a un hijo como una carga, sino como un don”.
Rocío Lancho García