Concluyó en la Pontificia Academia de las Ciencias, la cumbre de jueces y magistrados. Francisco señaló la buena práctica italiana de reinsertar a las víctimas en la sociedad con los bienes de los “nuevos cazadores de esclavos”
El papa Francisco en la conclusión de la cumbre de jueces y magistrados que se realizó el viernes 3 de junio en el Vaticano, les agradeció la labor que realizan. Les instó a evitar quedar atrapados en la telaraña de la corrupción y a tomar medidas como expropiar los bienes de los delincuentes para resarcir a las víctimas que cayeron “en la trampa de los nuevos cazadores de esclavos”.
Y ante la indiferencia del mundo globalizado y sus formas extremas, el Pontífice invitó a esforzarse “para mejorar las condiciones de vida de nuestros hermanos y hermanas necesitados”. Y siguiendo a Cristo, la Iglesia está llamada “a entrar en la gran’ política”. Porque como dijo Pablo VI, “la política es una de las formas más altas del amor, de la caridad”.
“Yo sé que ustedes –les dijo el Papa en la Casina Pio IV, sede del evento– sufren presiones amenazas, y sé que hoy día ser juez, ser fiscal, es arriesgar el pellejo. Y eso merece un reconocimiento a la valentía de aquellos que quieren seguir siendo libres en el ejercicio de su función jurídica”.
Y les a “erradicar la trata y el tráfico de personas y las nuevas formas de esclavitud, como el tabajo forzado, la prostitución, el tráfico de órganos, el narcotráfico y la criminalidad organizada”. Porque “como afirmó Benedicto XVI y como lo he afirmado yo mismo en diversas ocasiones, estos son verdaderos crímenes contra la humanidad” que tienen que ser reconocidos tales “por todos los líderes religiosos, políticos y sociales, y sancionados por las leyes nacionales e internacionales”.
Así les exhortó a “realizar su labor esencial, la de restablecer la justicia sin la cual no hay orden ni paz social”. Porque cuando la corrupción se generaliza en todos los niveles de la vida se “debilita cualquier Gobierno, la democracia participativa y la justicia”.
“A ustedes, jueces le corresponde –exhortó el Papa– hacer justicia, y les pido una especial atención en hacer justicia en el campo de la trata y del tráfico de personas y, frente a esto y al crimen organizado, les pido que se defiendan de caer en la telaraña de las corrupciones”,
Y señaló una receta: “Tal vez se puede ayudar el aplicar, según las modalidades propias de cada país, de cada continente y de cada tradición jurídica, la praxis italiana de recuperar los bienes mal habidos de los traficantes y delincuentes para ofrecerlos a la sociedad y, en concreto, para la reinserción de las víctimas”.
Porque “la rehabilitación de las víctimas y su reinserción en la sociedad, siempre realmente posible, es el mayor bien que podemos hacer a ellas mismas, a la comunidad y a la paz social”, y precisó que “no hay pena válida sin esperanza. Si no, es una tortura, no una pena. En esto me baso para afirmar la postura de la Iglesia contra la pena de muerte”.
Quiso precisar también que “cuando decimos hacer justicia como ustedes bien saben, no entendemos que se deba buscar el castigo por sí mismo, sino que, cuando caben penalidades, que éstas sean dadas para la reeducación de los responsables de tal modo que se les pueda abrir una esperanza de reinserción en la sociedad”, señaló el Pontífice.
“Y si esta delicada conjunción –prosiguió el Santo Padre– entre la justicia y la misericordia vale para los responsables de los crímenes de lesa humanidad como también para todo ser humano, a fortiori vale sobre todo para las víctimas quienes, como su nombre lo indica, son más pasivas que activas en el ejercicio de su libertad, habiendo caído en la trampa de los nuevos cazadores de esclavos”.
A los presentes el papa Francisco le confió que le gusta visitar las cárceles cuando va a una ciudad, y “como impresión general he visto que las cárceles cuyo director es una mujer van mejor que aquellas cuyo director es hombre. La mujer tiene en esto de la reinserción un olfato y tacto especial, que sin perder energía recoloca a las personas, las reubica”.
“Los jueces están llamados hoy más que nunca –aseguro Francisco– a poner gran atención en las necesidades de las víctimas”, dijo, y explicó: “Son las primeras que deben ser rehabilitadas y reintegradas en la sociedad y por ellas se debe perseguir sin cuartel a los traficantes y carníferos”.
Para tollo ello es necesario, aseguró, “sentirse y proclamarse libres de las presiones de los gobiernos, de las instituciones privadas y, naturalmente, de las estructuras de pecado de las que habla mi predecesor Juan Pablo II, en particular el crimen organizado”.
“Yo sé que ustedes –dijo el Papa al concluir sus palabras– sufren presiones y amenazas y sé que hoy día ser juez es arriesgar el pellejo y eso merece un reconocimiento a la valentía de aquellos que quieren seguir siendo libres en el ejercicio de su función jurídica. Sin esta libertad, el poder judicial de una Nación se corrompe y siempre corrupción”.
Sergio Mora (Zenit-Ciudad del Vaticano)