En la catequesis de los miércoles comenta el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Lo que se traduce en involucrarse y ponerse al servicio de la vida y de la comunión
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El santo padre Francisco realizó la audiencia de este miércoles en el Aula Pablo VI. Antes de iniciar la catequesis recorrió a pie los diversos corredores del auditorio en medio del público, saludando a los miles de peregrinos allí reunidos, bendiciendo particularmente a los niños y en alguna oportunidad poniéndose el solideo que le daban antes de devolverlo. Claramente en medio de aplausos, coros y de la ovación generada por el entusiasmo del público.
La catequesis inició con la lectura en diversos idiomas del Evangelio según san Mateo, cuyo pasaje narraba la multiplicación de los cinco panes y dos peces realizada por Jesús.
El Papa después de saludar con un: “Buon Giorno“, explicó el Evangelio apenas leído. Recordó que el Señor “sintió compasión por la multitud y sanó a los enfermos”, porque “Él siempre se acordaba de los demás”.
Por este motivo la multitud lo sigue por todas partes llevándole enfermos. Y el Maestro se conmueve, porque “Jesús no es frío, no tiene un corazón frío, es capaz de conmoverse”. Y muestra su voluntad de estar cerca de nosotros y de salvarnos”, porque “Jesús nos ama tanto”, dijo.
Jesús cuida a quienes le siguen y quiere que los discípulos participen en esto, demostrando que “los pocos panes con la fuerza de la oración podían ser compartidos con todos”. O sea que quiere hacernos participar de sus acciones.
Comentó también el modo en que el Salvador bendijo los panes y peces, así como la similitud con las palabras de la Consagración en la Última Cena.
“Vivir la comunión con Cristo” no es ser extraño a la vida cotidiana –dijo Francisco– por el contrario, nos vuelve “servidores de la misericordia” con la “misma compasión de Jesús”.
Subrayó también que Jesús cuando nos perdona, nos abraza y nunca lo hace a medias. “Todos se saciaron”, porque Él llena nuestra vida de su compasión, dijo.
Invitó así a estar siempre “al servicio de la vida y de la comunión” y que cada uno pueda hacerlo “en la propia familia, en el trabajo, en la parroquia y en los lugares a los que pertenecemos”. “Porque esta comunión es vida para todos”.
La catequesis después resumida y leída en los diversos idiomas, concluyó con la bendición apostólica así también como de los objetos religiosos que llevaron los peregrinos, y con el canto del Padre Nuestro en latín.
Sergio Mora
Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del miércoles 17 de agosto de 2016
“Queridos hermanos y hermanas, ‘buon giorno‘.
Hoy queremos reflexionar sobre el milagro de la multiplicación de los panes. Al inicio de la narración que hace Mateo (cfr 14,13-21), Jesús ha apenas recibido la noticia de la muerte de Juan el Bautista, y en una barca atraviesa el lago buscando ‘un lugar desierto apartado’.
La gente entretanto entiende y se anticipa yendo a pie, así que ‘al bajar de la barca, Él ve a una gran multitud, siente compasión por ellos y cura a sus enfermos’. Así era Jesús, siempre con compasión, siempre pensando en los demás.
Impresiona la determinación de la gente que teme quedarse sola, como abandonada. Muerto Juan el Bautista, profeta carismático, se ponen bajo la protección de Jesús, de quien el mismo Juan había dicho: ‘Quien viene después de mi es más fuerte que yo”.
Así la multitud lo sigue por todas partes, para escucharlo y para llevarle a los enfermos. Y viendo esto, Jesús se conmueve. Jesús no es frío, no tiene un corazón frío, es capaz de conmoverse. De un lado Él se siente atado a esta muchedumbre y no quiere que se vaya, de otra parte tiene necesidad de momentos de soledad y de oración con el Padre. Muchas veces pasa la noche rezando con su Padre.
También ese día, por lo tanto, el Maestro se dedicó a la gente. Su compasión no es un sentimiento vago; demuestra en cambio toda la fuerza de su voluntad para estar cerca de nosotros y salvarnos. Nos ama mucho y quiere estar cerca de nosotros.
Al atardecer, Jesús se preocupa de dar de comer a todas aquellas personas, cansadas y hambrientas y se preocupa de quienes lo siguen. Quiere involucrar en esto a sus discípulos. De hecho les dice: ‘denles de comer ustedes mismos’.
Asi les demostró que los pocos panes y peces que tenían, con la fuerza de la fe y de la oración podían ser compartidos con toda la gente. Un milagro de la fe, de la oración, suscitado por la compasión y el amor. Así Jesús ‘partió los panes y los dio a sus discípulos y a la multitud’.
El Señor va al encuentro de las necesidades de los hombres, pero quiere volvernos a cada uno de nosotros participantes concretos de su compasión.
Ahora detengámonos sobre el gesto de la bendición de Jesús: Él ‘tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, recitó la bendición, partió el pan y se los dio’.
Como podemos ver, son las mismas acciones que Jesús hizo en la Última Cena, siendo las mismas que cada sacerdote cumple cuando celebra la santa Eucaristía.
La comunidad cristiana nace y renace continuamente de esta comunión eucarística. Vivir la comunión con Cristo es por lo tanto muy diverso que estar pasivos y ser extraños a la vida cotidiana. Por el contrario siempre nos inserta más en la relación con los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para ofrecerles a ellos un gesto concreto de la misericordia y de la cercanía de Cristo.
Mientras nos nutre de Cristo, la eucaristía que celebramos nos transforma poco a poco también a nosotros en el cuerpo de Cristo y alimento espiritual para los hermanos. Jesús quiere llegar a todos, para llevarles el amor de Dios. Por esto transforma a cada creyente en un servidor de la misericordia.
Jesús ha visto a la multitud, ha sentido compasión por ella y ha multiplicado los panes. Así hace también con la eucaristía. Y nosotros los creyentes que recibimos este pan eucarístico somos empujados por Jesús para llevar este servicio a los demás, con su misma compasión. Este es el recorrido.
La narración de la multiplicación de los panes y de los peces se concluye con la constatación de que todos han sido saciados y con la recolección de los trozos que han sobrado.
Cuando Jesús con su compasión y su amor nos da una gracia, nos perdona los pecados, nos abraza, nos ama, no hace las cosas a medias, sino completamente. Como sucedió aquí, todos se han saciado. Jesús llena nuestro corazón y nuestra vida con su amor, con su perdón y compasión. Jesús por lo tanto ha permitido a sus discípulos obedecer sus ordenes.
De esta manera ellos conocen el camino que es necesario recorrer: dar de come al pueblo y tenerlo unido; estar por lo tanto al servicio de la vida y de la comunión.
Invoquemos por lo tanto al Señor, para que vuelva su Iglesia cada vez más capaz de realizar este santo servicio y para que cada uno de nosotros pueda ser instrumento de comunión en la propia familia, en el trabajo, en la parroquia y en los grupos a los que pertenece; vale a decir, un signo visible de la misericordia de Dios que no quiere dejar a nadie en la soledad y en la necesidad, para que se difunda la comunión y la paz entre los hombres y la comunión entre los hombres y Dios, porque esta comunión es la vida para todos”.
(Traducción realizada por ZENIT desde el audio)