Francisco recibe a los participantes en la conferencia del Dicasterio para las Causas de los Santos «No hay amor más grande. El martirio y la ofrenda de la vida» y les asegura que, quienes dan su vida por la fe, tienen “los rasgos del discípulo perfecto, capaz de promover en la sociedad terrena un nivel de vida más humano».
Ciudad del Vaticano, 14 de noviembre 2024.- En su discurso a los participantes en la conferencia del Dicasterio para las Causas de los Santos «No hay amor más grande. El martirio y el ofrecimiento de la propia vida», que ha concluido hoy, 14 de noviembre, en la Sala Clementina, el Papa Francisco esboza la figura de quienes tuvieron el valor de “dar la vida por sus amigos”.
Los rasgos del mártir son los del «discípulo perfecto», imitador de Cristo «en negarse a sí mismo» y en tomar «su propia cruz» para dar un «testimonio extraordinario» de su «poder salvador» y de su «don sin medida».
El amor brotado de la Cruz
«Sólo el amor», afirma Francisco, “puede dar razón de la cruz”. Un sentimiento «tan grande» como para asumir «todo pecado», perdonándolo, entrando «en nuestro sufrimiento» y dándonos «la fuerza para soportarlo». Del mismo modo, ese amor «entra también en la muerte, para vencerla y salvarnos». «En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia» dice el Papa.
«Déjate transformar»
El «esfuerzo humano» o el «compromiso personal de sacrificio y renuncia» no son los únicos requisitos para la santidad. El primer paso señalado por el Papa es «dejarse transformar por la fuerza del amor de Dios, que es más grande que nosotros y nos hace capaces de amar incluso más allá de lo que nos creíamos capaces de hacer». Francisco cita el Concilio Vaticano II, que en la Lumen Gentium habló de una «vocación universal a la santidad» como «plenitud de vida cristiana» y «perfección de la caridad “capaz de promover en la propia sociedad terrena un nivel de vida más humano”. Además, el Papa Francisco precisa también que para canonizar a un mártir «no hacen falta milagros», «basta el martirio».
Los tres elementos del martirio
Francisco aborda los «tres elementos fundamentales del martirio»: lo primero, se trata de quienes dan su vida «para no renegar de su fe» incluso «un cristiano no bautizado, pero cristiano de corazón» sufriendo «una muerte violenta y prematura». Segundo, es «perpetrada por un ejecutor, movido por el odio contra la fe u otra virtud ligada a ella». El tercer elemento es la «inesperada actitud de caridad, paciencia y mansedumbre, a imitación de Jesús crucificado» asumida por la víctima.
El martirio en la Antigüedad
El sacrificio de la propia existencia aceptado en nombre de la fe era un acto tenido en «gran consideración» ya en la Antigüedad. Las tumbas de «quienes habían pagado en persona, con su propia vida, su amor a Cristo y a la Iglesia», recuerda Francisco, se convirtieron en «lugares de culto y oración». Los creyentes se reunían «para estrechar los lazos de una fraternidad que, en Cristo resucitado, trasciende los límites de la muerte, por sangrienta y dolorosa que sea». El Pontífice menciona, de pasada, «el martirio de aquellos buenos ortodoxos libios: murieron diciendo: “Jesús”. Pero Padre, ¡eran ortodoxos!» Eran cristianos. Son mártires y la Iglesia los venera como a sus propios mártires. Con el martirio llega la igualdad. Lo mismo ocurre en Uganda con los mártires anglicanos. Son mártires. Y la Iglesia los toma como «mártires».
La nueva comisión deseada por el Papa
El contexto actual sigue presentando numerosos mártires, perseguidos porque, impulsados por la fe en Dios, defienden «la justicia, la verdad, la paz, la dignidad de las personas». Lo que da «certeza moral» a quien estudia los diversos ejemplos de «martirio» no es, como recordaba el Venerable Pío XII, la «cantidad de indicios y pruebas» en sus singularidades, sino «su conjunto».
En el horizonte del próximo Jubileo, cuyo tema principal será el de la esperanza, Francisco señala la creación, en el seno del Dicasterio de las Causas de los Santos, de la Comisión Nuevos Mártires – Testigos de la Fe. Su tarea será recoger la memoria de quienes, «también dentro de las otras confesiones cristianas, han sabido renunciar a su vida para no traicionar al Señor». «Y son muchos, muchísimos, los mártires de otras confesiones» asegura.
Un nuevo camino hacia la santidad
El Papa recuerda también el motu proprio «Maiorem hac dilectionem», firmado por él y expresión del «sentido común del Pueblo fiel de Dios sobre el testimonio de santidad» de los mártires. Un «nuevo camino para las causas de beatificación y canonización», que establece la necesidad de un «vínculo entre el ofrecimiento de la vida y la muerte prematura, que el siervo de Dios haya ejercitado las virtudes cristianas al menos en grado ordinario y que, sobre todo después de su muerte, haya estado rodeado de fama y signos de santidad».
EDOARDO GARIBALDI