El Papa Francisco se encontró con los representantes de algunas obras de caridad presentes en la República Democrática del Congo. Francisco les recordó que la causa de la pobreza, no es la falta de bienes o de oportunidades, sino su distribución no equitativa.
1 de febrero 2023.- Tras agradecer los testimonios de los representantes de las asociaciones de caridad, presentes en el encuentro en la Nunciatura, el Papa les dijo que en este país, donde hay tanta violencia, “que retumba como el estruendo ensordecedor de un árbol que es derribado, ustedes son el bosque que crece todos los días en silencio y hace que la calidad del aire mejore, que se pueda respirar”.
Sobre sus obras de caridad, Francisco les recodó que aunque si hace más ruido el árbol que cae, Dios “ama y cultiva la generosidad que germina en el silencio, dando fruto; y posa su mirada, con alegría, en quien se pone al servicio de los necesitados”.
«El bien crece dijo, en la sencillez de manos y corazones abiertos a los demás; en la valentía de los pasos pequeños que se dan para acercarse a los más débiles en el nombre de Jesús».
Testimonios que hablan de los pobres con cariño
Al Papa le sorprendió que cada testimonio no fue una enumeración de datos sobre la pobreza, sino más bien se habló de los pobres con cariño, afirmó.
“Hablaron de ustedes y de personas que no conocían antes, y que ahora son para ustedes familiares, con nombres y rostros. Gracias por esta mirada que sabe reconocer a Jesús en sus hermanos más pequeños”.
Al respecto, Francisco dijo que que buscar y amar al Señor en los pobres y, como cristianos, señaló, tenemos que estar atentos si nos alejamos de ellos, porque hay algo que no está bien cuando un creyente mantiene a distancia a los predilectos de Cristo.
No descartar a los pobres abrazarlos
Mientras tantos descartan a los pobres, las asociaciones de caridad los abrazan, mientras el mundo los explota, ellos los promueven. Es esta, afirmó, la promoción contra la explotación, es este el bosque que crece, dijo, mientras que la deforestación del descarte hace estragos violentamente.
“Yo quisiera darle voz a lo que ustedes hacen, favorecer el crecimiento y la esperanza en la República Democrática del Congo y en este continente. He venido aquí animado por el deseo de dar voz a quien no la tiene. Cuánto quisiera que los medios de comunicación social dieran más espacio a este país y a toda África; que se conozcan los pueblos, las culturas, los sufrimientos y las esperanzas de este joven continente del futuro”.
Dar voz a los que no tienen voz
Promover más lo mejor del continente, dijo el Papa, descubriendo “inmensos talentos e historias de verdadera grandeza humana y cristiana; historias nacidas en un clima auténtico, que conoce bien el respeto por los más pequeños, por los ancianos y por la creación”.
Y dar voz a quien no tiene voz en la Nunciatura, representación pontificia, las “casas del Papa” diseminadas por el mundo, son y deben ser, añadió Francisco, amplificadores de promoción humana, centros de caridad, en primera línea en la diplomacia de la misericordia, favoreciendo ayudas concretas y promoviendo redes de cooperación.
Una acción que ya se hace, discretamente, en tantas partes del mundo, y aquí desde hace mucho tiempo. Y hablando de la nunciatura, donde se hizo el encuentro, el santo Padre, dijo que es una presencia cercana desde hace décadas. Inaugurada hace noventa años como Delegación Apostólica, está por celebrar, dentro de pocos días, dijo, el sexagésimo aniversario de haber sido elevada a Nunciatura.
Testimonios: historias de personas que sufren
El Pontífice expresó su emoción una vez más, al recordar los testimonios que ha escuchado, dan ganas de llorar, dijo, historias sobre personas que sufren por la “indiferencia generalizada que las entregó a una vida errante, que las llevó a vivir en las calles, exponiéndose al riesgo de violencia física y de abusos sexuales, y también a ser acusadas de brujería, cuando sólo necesitan amor y cuidados”.
Hablando del joven leproso, Tekadio, que aún hoy, dijo, en el 2023, es “discriminado, observado con desprecio y humillado”, mientras que la gente, con una mezcla de vergüenza, de incomprensión y de miedo, se apura a limpiar incluso ahí por donde pasó simplemente tu sombra. Al respecto dijo que:
“La pobreza y el rechazo ofenden al hombre, desfiguran su dignidad; son como ceniza que apaga el fuego que se lleva por dentro. Sí, cada persona, en cuanto creada a imagen de Dios, resplandece con un fuego luminoso, pero sólo el amor quita la ceniza que lo cubre. Sólo devolviendo la dignidad se restituye la humanidad.”
Los niños y ancianos son las raíces y el futuro
Es escandoloso y nocivo para la sociedad entera descartar a niños y ancianos, la sociedad se contruye a partir de su cuidado. Son las raíces y el futuro de la sociedad. Recordemos, dijo, que un desarrollo verdaderamente humano no puede estar privado de memoria y de futuro.
Ante la interrogante que se hace el Papa, si vale la pena comprometerse frente a un océano de necesidades en constante y dramático aumento, recuerda lo que dijo la religiosa María Celeste: “A pesar de nuestra pequeñez, el Señor crucificado desea tenernos a su lado para sostener el drama del mundo”. Es verdad, señaló, “la caridad sintoniza con Dios y Él nos sorprende con prodigios inesperados que se realizan por medio de quien ama. Sus historias son ricas de acontecimientos impresionantes, conocidos por el corazón de Dios e imposibles para las solas fuerzas humanas”.
Ejemplo de ello es Pierre, testimonio de un discapacitado, que como dijo el Papa, en el desierto de la impotencia y de la indiferencia, en el mar del dolor, junto con sus amigos, descubrió que Dios no los había olvidado, porque les envió personas que no se dieron la vuelta cruzando la calle donde estaban.
“Así, en sus rostros ustedes descubrieron el de Jesús y ahora quieren hacer lo mismo por los demás. El bien es así, es difusivo, no se deja paralizar por la resignación ni por las estadísticas, sino que invita a donar a los demás cuanto se ha recibido gratuitamente. Se necesita que principalmente los jóvenes vean esto: rostros que superan la indiferencia mirando a las personas a los ojos; manos que no empuñan armas ni manipulan dinero, sino que se extienden hacia quien está en el suelo y lo levantan a su dignidad, a la dignidad de hija e hijo de Dios. Sólo en un caso está permitido mirar a una persona desde lo alto hacia abajo: para ayudarla a levantarse. Por lo demás, nunca se puede menospreciar a una persona.”.
Deber de gobiernos garantizar salud
Francisco agradeció la labor reciente de las autoridades, que por medio de acuerdos con la Conferencia Episcopal, hayan reconocido y valorado la obra de quienes se comprometen en el campo social y caritativo. Sin embargo, recordó a las autoridades, que es su deber garantizar los servicios básicos también a la población que vive lejos de los grandes núcleos urbanos.
Francisco recordó que la causa de la pobreza, no es la falta de bienes o de oportunidades, sino su distribución no equitativa. El que pertenece a una clase acomodada, en particular si es cristiano, dijo, está llamado a compartir lo que posee con quien está privado de lo necesario, más aún si pertenece al mismo pueblo.
“No se trata de una cuestión de bondad, sino de justicia. No es filantropía, es fe. Porque, como dice la Escritura, «la fe sin obras está muerta» (St 2,26)”.
Tres ideas sobre cómo hacer caridad
Se interrogó de nuevo, esta vez, hablando sobre el deber y sobre la urgencia del bien, cómo realizarlo, dijo, cómo hacer caridad.
Dio a conocer tres aspectos que las instituciones caritativas aquí operantes ya conocen, pero hace bien recordarlos, para que el servicio a Jesús en los pobres sea un testimonio cada vez más fecundo.
La caridad requiere ejemplaridad
De hecho, no es sólo una cosa que se hace, sino que es expresión de aquello que se es. Se trata de un estilo de vida, de vivir el Evangelio. Por tanto, dijo, se necesita credibilidad y transparencia.
Transparencia, afirmó Francisco al momento de administrar proyectos, con el compromiso de ofrecer servicios adecuados y cualificados. «Justamente este es el espíritu que caracteriza tantas obras eclesiales de las que este país se ve beneficiado y que han marcado su historia. ¡Que siempre haya ejemplaridad!», exclamó.
En segundo lugar, la amplitud de miras, es decir, el saber mirar hacia adelante. Los proyectos, las obras de caridad, dijo, deben responder a las exigencias inmediatas pero también ser sostenibles y duraderas; no simplemente asistencialistas, sino, señaló, realizadas sobre la base de lo que realmente se puede hacer y con una perspectiva a largo plazo, para que perduren en el tiempo y no terminen con quien las comenzó.
Hablando de la tierra del país, extremadamente fértil, Francisco sugirió que quien aporta ayudas, considere esta característica, para favorecer el desarrollo interno de quienes habitan esta tierra, remarcó, para enseñarles a cultivarla, dando vida a proyectos de desarrollo que pongan el futuro en sus manos.
«Más que distribuir bienes, lo cual será siempre necesario, es mejor transmitir conocimientos y herramientas que hagan el desarrollo autónomo y sostenible. A este respecto, pienso también en el gran aporte que ha ofrecido la asistencia sanitaria católica, que, en este país, como en muchos otros del mundo, da alivio y esperanza a la población, saliendo al encuentro de los que sufren, con gratuidad y con seriedad, buscando siempre —tal como debe ser— socorrer con instrumentos modernos y adecuados».
El tercer elemento es la conexión
Crae una red, no sólo virtualmente, sino concretamente, «tal como sucede en este país en la sinfonía de vida del gran bosque y de su variada vegetación».
«Trabajar cada vez más juntos, estar en constante sinergia entre ustedes, en comunión con las Iglesias locales y con el territorio. Trabajar en red, cada uno, con su propio carisma, pero juntos, relacionados, compartiendo los asuntos urgentes, las prioridades, las necesidades, sin cerrazones ni autorreferencialidad, prontos para apoyar a otras comunidades cristianas y a otras religiones, así como a muchos organismos humanitarios presentes. Todo por el bien de los pobres».
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