En la homilía de la misa de canonización de la santa albanesa, Francisco recuerda que quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco ha recordado que Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, fue “generosa dispensadora de la misericordia divina”, poniéndose a disposición de todos “por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada”. Así lo ha indicado en la homilía de la misa de canonización de la monja albanesa, ante una gran multitud que ha acudido a Roma para el gran evento. Durante la homilía, cuando ya se había realizado en rito de canonización, Francisco ha recordado que Madre Teresa se comprometió en la defensa de la vida proclamando incesantemente que “el no nacido es el más débil, el más pequeño, el más pobre”. El Papa cree, ha indicado, que “tendremos un poco de dificultad en llamarla santa Teresa. Su santidad es tan cercana a nosotros, tan tierna y fecunda que espontáneamente continuaremos a decirle Madre Teresa”.
Por otro lado ha subrayado que la ya santa, se inclinó “sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado”. Y de este modo, hizo “sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos”. En esta misma línea ha precisado que la misericordia fue para ella la sal que daba sabor a cada obra suya, y la luz que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento.
El Pontífice ha aseverado que la misión que Madre Teresa desarrolló en las periferias “permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres”. Por eso, el Papa ha pedido que esta incansable trabajadora de la misericordia “nos ayude a comprender cada vez más que nuestro único criterio de acción es el amor gratuito, libre de toda ideología y de todo vínculo y derramado sobre todos sin distinción de lengua, cultura, raza o religión”. Del mismo modo ha exhortado a llevar en el corazón “su sonrisa” y entregarla “a todos los que encontremos en nuestro camino, especialmente a los que sufren”.
Haciendo referencia a las lecturas del día, el Santo Padre ha recordado que nuestra tarea es la de escuchar la llamada de Dios y luego aceptar su voluntad. Pero haciéndose esta pregunta. ¿Cuál es la voluntad de Dios en mi vida? Y para reconocer la llamada de Dios –ha indiado– debemos preguntarnos y comprender qué es lo que le gusta. A Dios, ha proseguido, le agrada toda obra de misericordia, porque en el hermano que ayudamos reconocemos el rostro de Dios que nadie puede ver.
Por eso ha subrayado que “quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios”. Es más, “el compromiso que el Señor pide es el de una vocación a la caridad con la que cada discípulo de Cristo lo sirve con su propia vida, para crecer cada día en el amor”.
El Santo Padre también ha dedicado unos palabras a las voluntarios presentes en la plaza, que este fin de semana celebran su Jubileo. “Vosotros sois esa gente que sigue al Maestro y que hace visible su amor concreto hacia cada persona”, ha indicado. “Cuántos corazones confortan los voluntarios. Cuántas manos sostienen; cuántas lágrimas secan; cuánto amor derramo en el servicio escondido, humilde y desinteresado”, ha exclamado Francisco. Este loable servicio –ha añadido– da voz a la fe y expresa la misericordia del Padre que está cerca de quien pasa necesidad.
Finalmente, el Papa ha recordado que el seguimiento de Jesús es ·un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso” que “requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer al divino Maestro en los más pobres y ponerse a su servicio”.
Por esto, los voluntarios “no esperan ningún agradecimiento ni gratificación”, sino que “renuncian a todo esto porque han descubierto el verdadero amor”.
Dondequiera que haya una mano extendida que pide ayuda para ponerse en pie –ha concluido Francisco– allí debe estar nuestra presencia y la presencia de la Iglesia que sostiene y da esperanza.
Rocío Lancho García
Foto: El Papa en la canonización de Madre Teresa
Osservatore Romano