Primera homilía del Papa Francisco en América Latina: «Lo más bello para la familia está por venir»
Visita al presidente de Ecuador y a la Catedral de Quito
Breve discurso del Papa ante la Catedral de Quito
Misa en el parque del bicentenario: «Nuestra fe siempre es revolucionaria»
Encuentro con el mundo de la educación: «No podemos seguir dando la espalda a nuestra madre, la tierra»
A los representantes de la sociedad civil: «Gratuidad, solidaridad, subsidiaridad, se aprenden en familia y se practican en la sociedad»
El Papa se despide de Ecuador encontrando al clero en el santuario de El Quinche
Ciudad del Vaticano, 6 de julio de 2015 (Vis).-El Papa Francisco llegó alrededor de las 22 (hora de Roma, 15,00 hora local) de ayer, 5 de julio, a Quito, capital de Ecuador y primera etapa de su noveno viaje apostólico a lo largo del cual visitará también Bolivia y Paraguay.
El Santo Padre salió en avión de Roma a las 9.00 y durante las largas horas de vuelo departió con los periodistas que lo acompañaban en el avión y, como es habitual, envío sendos telegramas a los Jefes de Estado de los países sobrevolados: Italia, España, Portugal, Venezuela y Colombia. En este último caso, el Papa quiso añadir la palabra reconciliación, a sus mejores deseos para los colombianos.
A su llegada a Quito, el Pontífice fue recibido por un grupo de niños, vestidos con trajes típicos de las diversas poblaciones ecuatorianas; dos de ellos, un niño y una niña le ofrecieron flores.
A continuación, el Presidente, Rafael Correa, pronunció un discurso de bienvenida en el que ,a la luz de la encíclica Laudato Si’, recordó entre otras cosas que el 20% del territorio de Ecuador está protegido en 44 Reservas y Parques Naturales y subrayó la diversidad de sus culturas: además de una mayoría mestiza Ecuador cuenta con14 nacionalidades indígenas con sus correspondientes lenguas ancestrales, incluyendo a dos pueblos , que han preferido el aislamiento voluntario, en el corazón de la selva virgen. El Presidente citó también diversos documentos del Magisterio pastoral, con clara referencia a la Doctrina Social de la Iglesia y concluyó en tono amable: »Los argentinos, muy orgullosos, dicen: “El Papa es argentino”; mi querida amiga Dilma Rousseff, Presidenta de Brasil, dice: “Bueno, el Papa será argentino, pero Dios es brasileño”. Por supuesto que el Papa es argentino, probablemente Dios es brasileño, pero de seguro… ¡el Paraíso es ecuatoriano!».
El Papa respondió manifestando su alegría y gratitud por la calurosa bienvenida: »Es una muestra más -dijo- del carácter acogedor que tan bien define a las gentes de esta noble Nación».
»Le agradezco, Señor Presidente, sus palabras -prosiguió- le agradezco su consonancia con mi pensamiento: me ha citado demasiado, gracias! -, a las que correspondo con mis mejores deseos para el ejercicio de su misión: que pueda lograr lo que quiere para el bien de su pueblo. Saludo cordialmente a las distinguidas Autoridades del Gobierno, a mis hermanos Obispos, a los fieles de la Iglesia en el país y a todos aquellos que me abren hoy las puertas de su corazón, de su hogar y de su Patria. A todos ustedes mi afecto y sincero reconocimiento».
»Visité Ecuador en distintas ocasiones por motivos pastorales; así también hoy, vengo como testigo de la misericordia de Dios y de la fe en Jesucristo. La misma fe que durante siglos ha modelado la identidad de este pueblo y dado tan buenos frutos, entre los que destacan figuras preclaras como Santa Mariana de Jesús, el santo hermano Miguel Febres, santa Narcisa de Jesús o la beata Mercedes de Jesús Molina, beatificada en Guayaquil hace treinta años durante la visita del Papa san Juan Pablo II. Ellos vivieron la fe con intensidad y entusiasmo, y practicando la misericordia contribuyeron, desde distintos ámbitos, a mejorar la sociedad ecuatoriana de su tiempo.».
»En el presente, también nosotros podemos encontrar en el Evangelio las claves que nos permitan afrontar los desafíos actuales, valorando las diferencias, fomentando el diálogo y la participación sin exclusiones, para que los logros en progreso y desarrollo que se están consiguiendo se consoliden y garanticen un futuro mejor para todos, poniendo una especial atención en nuestros hermanos más frágiles y en las minorías más vulnerables, que son la deuda que todavía toda América Latina tiene. Para esto, Señor Presidente, podrá contar siempre con el compromiso y la colaboración de la Iglesia, para servir a este pueblo ecuatoriano que se ha puesto de pie con dignidad».
»Amigos todos, comienzo con ilusión y esperanza los días que tenemos por delante. En Ecuador está el punto más cercano al espacio exterior: es el Chimborazo, llamado por eso al lugar “más cercano al sol”, a la luna y las estrellas. Nosotros, los cristianos, identificamos a Jesucristo con el sol, y a la luna con la iglesia; y la luna no tiene luz propia, y si la luna se esconde del sol vuelve oscura. El sol es Jesucristo y si la Iglesia se aparta o se esconde de Jesucristo se vuelve oscura y no da testimonio. Que estos días se nos haga más evidente a todos la cercanía »del sol que nace de lo alto», y que seamos reflejo de su luz, de su amor».
»Desde aquí quiero abrazar al Ecuador entero. Que desde la cima del Chimborazo, hasta las costas del Pacífico; desde la selva amazónica, hasta las Islas Galápagos, nunca pierdan la capacidad de dar gracias a Dios por lo que hizo y hace por ustedes, la capacidad de proteger lo pequeño y lo sencillo, de cuidar de sus niños y de sus ancianos, que son la memoria de su pueblo, de confiar en la juventud, y de maravillarse por la nobleza de su gente y la belleza singular de su País – que según el Señor Presidente es el paraíso»
»Que el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, a quienes Ecuador ha sido consagrado, derramen sobre ustedes su gracia y bendición. Muchas gracias», finalizó el Papa.
Después de un breve coloquio en privado con el Presidente Correa, el Papa recorrió en papamóvil los cuarenta kilómetros que separan el aeropuerto Mariscal Sucre del centro de Quito, el mejor conservado de toda Sudamérica. La capital fue la primera junto con la polaca Cracovia en ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1978. A su paso el Santo Padre fue saludado por miles de personas que desde hacía horas se habían congregado en los alrededores de Quito. Llegado a la nunciatura apostólica, para cenar y descansar algunas horas, Francisco salió a la calle para saludar a los fieles que lo aclamaban. «Voy a bendecirlos para que vayan a descansar y dejen dormir a los vecinos»,- dijo- y después de rezar el «Padre nuestro» con ellos ingresó nuevamente en la nunciatura.
Primera homilía del Papa Francisco en América Latina: «Lo más bello para la familia está por venir»
Ciudad del Vaticano, 7 de julio de 2015 (Vis).-Más de un millón de personas asistieron ayer a la primera misa celebrada en Ecuador por el Papa Francisco que ayer se desplazó de la capital Quito, a Guayaquil donde visitó el Santuario de la Divina Misericordia, segundo lugar de culto del país, construido por voluntad de su arzobispo Antonio Arregui Yarza entre 2009 y 2013 para dar cabida a 2.300 personas.
A su llegada al Santuario el Santo Padre fue acogido por una inmensa multitud con la que antes de dejar el templo rezó un Ave María y a la que saludó con estas palabras: »Ahora voy a celebrar misa y los llevo a todos ustedes en el corazón. Voy a pedir por cada uno de ustedes, le voy a decir al Señor, Vos conocéis el nombre de los que estaban ahí. Le voy a pedir a Jesús para cada uno de ustedes mucha misericordia, que los cubra con su misericordia, que los cuide. Y a la Virgen que esté siempre al lado de ustedes».
»Y ahora antes de irme -porque esto es de paso- para la misa donde me dice el señor arzobispo que nos corre el tiempo, les doy la bendición, pero ..no, no les voy a cobrar nada…pero les pido por favor que recen por mi. ¿Me lo prometen? Los bendiga Dios todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Gracias por el testimonio cristiano».
Después, el Pontífice recorrió en automóvil los 25 kilómetros que separan el Santuario del Parque de los Samanes donde celebró la santa misa dedicada especialmente a las familias y cuyo evangelio fue el relato de las bodas de Caná.
En su homilía el Papa se centró en la figura de María que manifiesta a Jesús su preocupación porque los novios no tienen vino.
»Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia -dijo Francisco- con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, en amores fecundos, en amores alegres. Demos un lugar a María, »la madre» como lo dice el evangelista. Y hagamos con ella ahora el itinerario de Caná»
»María está atenta en esas bodas ya comenzadas, es solícita a las necesidades de los novios. No se ensimisma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace »ser hacia» los otros. Tampoco busca a las amigas para comentar lo que está pasando y criticar la mala preparación de las bodas. Y como está atenta, con su discreción, se da cuenta de que falta el vino. El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no hay de ese vino. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue, cuándo el amor se escurrió de su vida. Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor cotidiano, de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos. También la carencia de ese vino puede ser el efecto de la falta de trabajo, de las enfermedades, situaciones problemáticas que nuestras familias en todo el mundo atraviesan. María no es una madre »reclamadora», tampoco no es una suegra que vigila para solazarse de nuestras impericias, de nuestros errores o desatenciones. ¡María, simplemente, es madre!: Ahí está, atenta y solícita».
»Pero María, en ese momento que se percata que falta el vino, acude con confianza a Jesús: esto significa que María reza -explicó Francisco- No va al mayordomo; directamente le presenta la dificultad de los esposos a su Hijo. La respuesta que recibe parece desalentadora: »¿Y qué podemos hacer tú y yo? Todavía no ha llegado mi hora» Pero, entre tanto, ya ha dejado el problema en las manos de Dios. Su apuro por las necesidades de los demás apresura la »hora» de Jesús. Y María es parte de esa hora, desde el pesebre a la cruz…. Ella nos enseña a dejar nuestras familias en manos de Dios; nos enseña a rezar, encendiendo la esperanza que nos indica que nuestras preocupaciones son también son preocupaciones de Dios. Y rezar siempre nos saca del perímetro de nuestros desvelos, nos hace trascender lo que nos duele, lo que nos agita o lo que nos falta a nosotros mismos y nos ayuda a ponernos en la piel de los otros, a ponernos en sus zapatos. La familia es una escuela donde la oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente: que vive bajo el mismo techo, que comparte la vida y está necesitado».
»Y , finalmente, María actúa. Las palabras »Hagan lo que Él les diga», dirigidas a los que servían, son una invitación también a nosotros, a ponernos a disposición de Jesús, que vino a servir y no a ser servido. El servicio es el criterio del verdadero amor… Y esto se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos por amor servidores por amor los unos de los otros. En el seno de la familia, nadie es descartado; todos valen lo mismo».
Allí en la familia »se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir “gracias” como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y allí se aprende también a pedir perdón cuando hacemos algún daño, cuando nos peleamos. Porque en toda familia hay peleas. El problema es después, pedir perdón…. La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí, mientras se puede. La familia es la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran »riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus los ciudadanos. En efecto, estos servicios… no son una forma de limosna, sino una verdadera »deuda social» respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos».
»La familia también forma una pequeña Iglesia, la llamamos »Iglesia doméstica», que, junto con la vida, encauza la ternura y la misericordia divina. En la familia la fe se mezcla con la leche materna: experimentando el amor de los padres se siente más cercano el amor de Dios».
»Y en la familia – de esto todos somos testigos – los milagros se hacen con lo que hay, con lo que somos, con lo que uno tiene a mano… y muchas veces no es el ideal, no es lo que soñamos, ni lo que »debería ser». Hay un detalle que nos tiene que hacer pensar: el vino nuevo, ese vino tan bueno que dice el mayordomo en las bodas de Caná, nace de las tinajas de purificación, es decir, del lugar donde todos habían dejado su pecado… Nace de lo ‘peorcito’ porque »donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» . Y en la familia de cada uno de nosotros y en la familia común que formamos todos, nada se descarta, nada es inútil. Poco antes de comenzar el Año Jubilar de la Misericordia, la Iglesia celebrará el Sínodo Ordinario dedicado a las familias, para madurar un verdadero discernimiento espiritual y encontrar soluciones y ayudas concretas a las muchas dificultades e importantes desafíos que la familia hoy debe afrontar en nuestros días. Los invito a intensificar su oración por esta intención, para que aun aquello que nos parezca impuro, como el agua de las tinajas nos escandalice o nos espante, Dios –haciéndolo pasar por su »hora»– lo pueda transformar en milagro. La familia hoy necesita de este milagro».
»Y toda esta historia comenzó porque »no tenían vino», y todo se pudo hacer porque una mujer –la Virgen– estuvo atenta, supo poner en manos de Dios sus preocupaciones, y actuó con sensatez y coraje. Pero hay un detalle, no es menor el dato final: gustaron el mejor de los vinos. Y esa es la buena noticia: el mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, lo más profundo y lo más bello para la familia está por venir…. El mejor de los vinos está en esperanza, está por venir para cada persona que se arriesga al amor. Y en la familia hay que arriesgarse al amor, hay que arriesgarse a amar».
»Y el mejor de los vinos – dijo el Papa al millón de personas que lo escuchaban- está por venir, aunque todas las variables y estadísticas digan lo contrario. El mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo. Murmúrenlo hasta creérselo: el mejor vino está por venir. Murmúrenselo cada uno en su corazón: el mejor vino está por venir. Y susúrrenselo a los desesperados o a los desamorados: Tened paciencia, tened esperanza, haced como María, rezad, actuad, abrid el corazón, porque el mejor de los vinos va a venir. Dios siempre se acerca a las periferias de los que se han quedado sin vino, los que sólo tienen para beber desalientos; Jesús siente debilidad por derrochar el mejor de los vinos con aquellos a los que por una u otra razón, ya sienten que se les han roto todas las tinajas».
Después de la bendición final, el Papa se desplazó en automóvil al Colegio Javier de la Compañía de Jesús, fundado en 1956, donde estudian actualmente 1560 alumnos y la comunidad está formada por 20 padres jesuitas con los que el Papa almorzó y tras un breve descanso emprendió el regreso a Quito para encontrarse con el Presidente de la República.
Visita al presidente de Ecuador y a la Catedral de Quito
Ciudad del Vaticano, 7 de julio de 2015 (Vis).-El Papa transcurrió la última parte de su segunda jornada en Ecuador en la capital, Quito, donde a las 19,00 (hora local) llegó al Palacio Carondelet, sede del gobierno, para efectuar una visita de cortesía al Presidente Rafael Correa. El edificio, construido a finales del siglo XVIII por el arquitecto español Antonio García, se encuentra en el centro histórico y debe su nombre al gobernador Francisco Luis Héctor, barón de Carondelet, bajo cuyo mandato fue edificado. Durante el período colonial español se llamaba Palacio Real, pero según la leyenda, Simón Bolívar, admirado por la belleza de la fachada, le dio el nombre del gobernador.
A su llegada el Presidente Correa acogió al Papa con un caluroso abrazo; después entraron juntos en el Salón del Protocolo donde departieron en privado.
Posteriormente el Presidente presentó a su familia al Santo Padre y luego tuvo lugar el intercambio de dones. Francisco regaló al mandatario ecuatoriano un cuadro en mosaico de la Virgen con el Niño, una copia realizada por los talleres de los Museos Vaticanos, de la imagen en la capilla del Santísimo Sacramento de la basílica romana de San Pablo Extramuros ante la cual el 22 de agosto de 1541, san Ignacio de Loyola y sus primeros seguidores profesaron los votos religiosos dando inicio así a la Compañía de Jesús.
Al final de la visita el Obispo de Roma y el Presidente se asomaron al balcón del Palacio Carondelet para saludar a la multitud que reunida en la Plaza de la Independencia aclamaba y cantaba al Papa que, desde allí recorrió a pie los cincuenta metros que lo separaban de la Catedral Metropolitana, cuya advocación es la de la Coronación de la Virgen María. La catedral, completada en 1565, es una mezcla de estilos que van del gótico múdejar al barroco y neoclásico y en su interior reposan los restos de Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá, el Mariscal Sucre (1795-1830) héroe de la Independencia americana.
El Santo Padre entró en la catedral donde fue recibido por el rector y tras saludar a diversos enfermos y discapacitados que se encontraban en el templo, rezó unos minutos ante el Santísimo.
Al salir , cuando ya era casi de noche, bendijo a los miles de personas que se habían congregado en la Plaza, dejando el breve discurso que había preparado y que reproducimos al final del artículo e improvisando las siguientes palabras:
»Les voy a dar la bendición, para cada uno de ustedes, para sus familias, para todos los seres queridos y para este gran pueblo y noble pueblo ecuatoriano, para que no haya diferencias, que no haya exclusivo, que no haya gente que se descarte, que todos sean hermanos, que se incluyan a todos y no haya ninguno que esté fuera de esta gran nación ecuatoriana. A cada uno de ustedes, a sus familias, les doy la bendición. Pero recemos juntos primero el Ave María….»
»La bendición de Dios Todopoderoso, del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Y por favor les pido que recen por mi. Buenas noches y hasta mañana».
Breve discurso del Papa ante la Catedral de Quito
»Vengo a Quito como peregrino, para compartir con ustedes la alegría de evangelizar. Salí del Vaticano saludando la imagen de santa Mariana de Jesús, que desde el ábside de la Basílica de San Pedro vela el camino que el Papa recorre tantas veces. A ella encomendé también el fruto de este viaje, pidiéndole que todos nosotros pudiésemos aprender de su ejemplo. Su sacrificio y su heroica virtud se representan con una azucena. Sin embargo, en la imagen en San Pedro, lleva todo un ramo de flores, porque junto a la suya presenta al Señor, en el corazón de la Iglesia, las de todos ustedes, las de todo Ecuador».
»Los santos nos llaman a imitarlos, a seguir su escuela, como hicieron santa Narcisa de Jesús y la beata Mercedes de Jesús Molina, interpeladas por el ejemplo de santa Mariana… cuántos de los que hoy están aquí sufren o han sufrido la orfandad, cuántos han tenido que asumir a su cargo a hermanos aún siendo pequeños, cuántos se esfuerzan cada día cuidando enfermos o ancianos; así lo hizo Mariana, así la imitaron Narcisa y Mercedes. No es difícil si Dios está con nosotros. Ellas no hicieron grandes proezas a los ojos del mundo. Sólo amaron mucho, y lo demostraron en lo cotidiano hasta llegar a tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Ellas no lo hicieron solas, lo hicieron »junto a» otros; el acarreo, labrado y albañilería de esta catedral han sido hechos con ese modo nuestro, de los pueblos originarios, la minga; ese trabajo de todos en favor de la comunidad, anónimo, sin carteles ni aplausos: quiera Dios que como las piedras de esta catedral así nos pongamos a los hombros las necesidades de los demás, así ayudemos a edificar o reparar la vida de tantos hermanos que no tienen fuerzas para construirlas o las tienen derrumbadas».
Hoy estoy aquí con ustedes, que me regalan el júbilo de sus corazones: »Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia». Es la belleza que estamos llamados a difundir, como buen perfume de Cristo: Nuestra oración, nuestras buenas obras, nuestro sacrificio por los más necesitados. Es la alegría de evangelizar y »ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican».
»Que Dios los bendiga».
Misa en el parque del Bicentenario
Ciudad del Vaticano, 8 de julio de 2015 (Vis).-La jornada del Santo Padre se abrió ayer con el encuentro con los obispos de Ecuador, incluidos los eméritos, en el Parque del Bicentenario de Quito. Después del saludo del Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, el arzobispo Fausto Gabriel Travéz OFM., el Papa departió con los prelados de forma informal y a puertas cerradas.
El encuentro duró alrededor de una hora, finalizado el cual, el Papa recorrió en papamóvil el parque -realizado en el lugar ocupado por el antiguo aeropuerto, y denominado »el pulmón de Quito», debido a sus 125 hectáreas de árboles- para saludar a los fieles, más de un millón y medio, que participaron en la Santa Misa por la Evangelización de los Pueblos, presidida por el Santo Padre y concelebrada con 1.200 sacerdotes.
Después, Francisco se dirigió a la improvisada sacristía para ponerse las vestiduras litúrgicas -estola, casulla y mitra– confeccionadas en la región ecuatoriana de Azuay por artesanas locales y por las Carmelitas Descalzas con los símbolos de una azucena, que representa a Santa Mariana de Jesús, la primera santa ecuatoriana y del Corazón de Jesús, al que Ecuador está consagrado.
En su segunda homilía en tierras latinoamericanas el Papa habló de la liberación, liberación de las desigualdades sociales y del pecado, de la necesidad de inclusión a todos los niveles y de la evangelización como vehículo de unidad de aspiraciones, de sensibilidades e ilusiones.
Francisco comenzó citando la frase de Jesús en la Última Cena: »La palabra de Dios nos invita a vivir la unidad para que el mundo crea» y añadió: »Me imagino ese susurro de Jesús en la última Cena como un grito en esta misa que celebramos en »El Parque Bicentenario». Imaginémoslos juntos. El Bicentenario de aquel Grito de Independencia de Hispanoamérica. Ése fue un grito, nacido de la conciencia de la falta de libertades, de estar siendo exprimidos, saqueados, »sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno».
»Quisiera que hoy los dos gritos concuerden bajo el hermoso desafío de la evangelización. No desde palabras altisonantes, ni con términos complicados, sino que nazca de »la alegría del Evangelio», que »llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento, de la conciencia aislada». Nosotros, aquí reunidos, todos juntos alrededor de la mesa con Jesús somos un grito, un clamor nacido de la convicción de que su presencia nos impulsa a la unidad».
»Padre, que sean uno para que el mundo crea», así lo deseó mirando al cielo. A Jesús le brota este pedido en un contexto de envío: Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. En ese momento, el Señor está experimentando en carne propia lo peorcito de este mundo al que ama, aun así, con locura: intrigas, desconfianzas, traición, pero no esconde la cabeza, no se lamenta. También nosotros constatamos a diario que vivimos en un mundo lacerado por las guerras y la violencia. Sería superficial pensar que la división y el odio afectan sólo a las tensiones entre los países o los grupos sociales. En realidad, son manifestación de ese »difuso individualismo» que nos separa y nos enfrenta , son manifestación de la herida del pecado en el corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre también la sociedad y la creación entera. Precisamente, a este mundo desafiante, con sus egoísmos, Jesús nos envía, y nuestra respuesta no es hacernos los distraídos, argüir que no tenemos medios o que la realidad nos sobrepasa. Nuestra respuesta repite el clamor de Jesús y acepta la gracia y la tarea de la unidad».
«A aquel grito de libertad prorrumpido hace poco más de 200 años -comentó Francisco- no le faltó ni convicción ni fuerza, pero la historia nos cuenta que sólo fue contundente cuando dejó de lado los personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de comprensión de otros procesos libertarios con características distintas pero no por eso antagónicas».
Y la evangelización »puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías. Claro que sí; eso creemos y gritamos. ‘Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos queremos insistir en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos mutuamente a llevar las cargas. El anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga; y cualquier persona que haya vivido esta experiencia adquiere más sensibilidad para las necesidades de los demás. De ahí la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles , evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración. Hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas. Confiarse al otro es algo artesanal, porque la paz es algo artesanal, es impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica. Y esto a costillas de los más pobres, de los más excluidos, de los más indefensos, de los que no pierden su dignidad pese a que se la golpean todos los días».
»Esta unidad es ya una acción misionera »para que el mundo crea». La evangelización no consiste en hacer proselitismo, el proselitismo es una caricatura de la evangelización, sino evangelizar es atraer con nuestro testimonio a los alejados, es acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios en la Iglesia, acercarse a los que se sienten juzgados y condenados a priori por los que se sienten perfectos y puros. Acercarnos a los que son temerosos o a los indiferentes para decirles: »El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor». Porque nuestro Dios nos respeta hasta en nuestras bajezas y en nuestro pecado. Este llamamiento del Señor con qué humildad y con qué respeto lo describe el texto del Apocalipsis: “Mirá, estoy a la puerta y llamo, si querés abrir …No fuerza, no hace saltar la cerradura, simplemente, toca el timbre, golpea suavemente y espera. ¡Ése es nuestro Dios!»
»La misión de la Iglesia, como sacramento de la salvación, condice con su identidad como Pueblo en camino, con vocación de incorporar en su marcha a todas las naciones de la tierra. Cuanto más intensa es la comunión entre nosotros tanto más se ve favorecida la misión . Poner a la Iglesia en estado de misión nos pide recrear la comunión pues no se trata ya de una acción sólo hacia afuera… nos misionamos también hacia adentro y misionamos hacia afuera manifestándonos como se manifiesta »una madre que sale al encuentro, como se manifiesta una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera».
»Este sueño de Jesús es posible porque nos ha consagrado, por »ellos me consagro a mí mismo dice, para que ellos también sean consagrados en la verdad» . La vida espiritual del evangelizador nace de esta verdad tan honda, que no se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio; una espiritualidad quizás difusa. Jesús nos consagra para suscitar un encuentro con Él, persona a persona, un encuentro que alimenta el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo y la pasión evangelizadora».
»La intimidad de Dios, para nosotros incomprensible, se nos revela con imágenes que nos hablan de comunión, comunicación, donación, amor. Por eso la unión que pide Jesús no es uniformidad sino la »multiforme armonía que atrae» . La inmensa riqueza de lo variado, de lo múltiple que alcanza la unidad cada vez que hacemos memoria de aquel jueves santo, nos aleja de tentaciones de propuestas unicistas más cercanas a dictaduras, a ideologías, a sectarismos. La propuesta de Jesús, es concreta, no es de idea. Es concreta: andá y hacé lo mismo, le dice a aquel que le preguntó “¿quién es tu prójimo?”. Después de haber contado la parábola del buen samaritano, andá y hacé lo mismo».
»Tampoco la propuesta de Jesús es un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones, elegimos los integrantes y excluimos a los demás. Una religiosidad de ‘elite’… Jesús reza para que formemos parte de una gran familia, en la que Dios es nuestro Padre, y todos nosotros somos hermanos. Nadie es excluido y esto no se fundamenta en tener los mismos gustos, las mismas inquietudes, los mismos talentos. Somos hermanos porque, por amor, Dios nos ha creado y nos ha destinado, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos. Somos hermanos porque »Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama ¡Abba!, ¡Padre!». Somos hermanos porque, justificados por la sangre de Cristo Jesús , hemos pasado de la muerte a la vida haciéndonos »coherederos» de la promesa . Esa es la salvación que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia: formar parte de un »nosotros» que llega hasta el nosotros divino».
«Nuestro grito, en este lugar que recuerda aquel primero de libertad, actualiza el de San Pablo: »¡Ay de mí si no evangelizo!» . Es tan urgente y apremiante como el de aquellos deseos de independencia. Tiene una similar fascinación, tiene el mismo fuego que atrae. Hermanos, tengan los sentimientos de Jesús: ¡Sean un testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente! »
«Y qué lindo sería que todos pudieran admirar cómo nos cuidamos unos a otros-finalizó Francisco- Cómo mutuamente nos damos aliento y cómo nos acompañamos. El don de sí es el que establece la relación interpersonal que no se genera dando »cosas», sino dándose a sí mismo. En cualquier donación se ofrece la propia persona. »Darse», darse, significa dejar actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es Espíritu de Dios y así dar paso a su fuerza creadora. Y darse aún en los momentos más difíciles como aquel Jueves Santo de Jesús donde Él sabía cómo se tejían las traiciones y las intrigas pero se dio y se dio, se dio a nosotros mismos con su proyecto de salvación. Donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con su verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución –porque nuestra fe siempre es revolucionaria–, ése es nuestro más profundo y constante grito».
Encuentro con el mundo de la educación
Ciudad del Vaticano, 8 de julio de 2015 (Vis).-La segunda cita del Papa con los ecuatorianos tuvo lugar en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, un ateneo privado fundado en 1946, propiedad de la arquidiócesis de Quito y cuya gestión está confiada desde su fundación a los Padres Jesuitas. Actualmente son 30.000 los estudiantes en ella matriculados.
El Santo Padre recibió los saludos del rector, Cesar Fabián Carrasco Castro y del obispo de Loja, Alfredo José Espinoza Mateus, Presidente de la Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura. Después se rezó una oración compuesta por san Miguel Febres Cordero FSC (1854-1910), conocido como Santo Hermano Miguel y educador ecuatoriano y se leyó un párrafo del evangelio de San Lucas, la parábola del sembrador.
En el discurso que pronunció a continuación, Francisco manifestó en primer lugar su agradecimiento por encontrarse en un ateneo »que desde hace casi setenta años, realiza y actualiza la fructífera misión educadora de la Iglesia al servicio de los hombres y mujeres de esta Nación» para abordar después el tema del cuidado de la creación y el de la educación como semilla de transformación de la sociedad.
»En el Evangelio acabamos de escuchar cómo Jesús, el Maestro, enseñaba a la muchedumbre y al pequeño grupo de los discípulos, acomodándose a su capacidad de comprensión. Lo hacía con parábolas, como la del sembrador. El Señor siempre fue plástico en su modo de enseñar. De una forma que todos podían entender. Jesús, no buscaba, »doctorear» -subrayó el Pontífice- Por el contrario, quiere llegar al corazón del hombre, a su inteligencia, a su vida, para que ésta dé fruto.La parábola del sembrador, nos habla de cultivar. Nos muestra los tipos de tierra, los tipos de siembra, los tipos de fruto y la relación que entre ellos se genera. Ya desde el Génesis, Dios le susurra al hombre esta invitación: cultivar y cuidar. No solo le da la vida, le da la tierra, la creación. No solo le da una pareja y un sinfín de posibilidades. Le hace también una invitación, le da una misión. Lo invita a ser parte de su obra creadora y le dice: ¡cultiva! Te doy las semillas, te doy la tierra, el agua, el sol, te doy tus manos y la de tus hermanos. Ahí lo tienes, es también tuyo. Es un regalo, es un don, es una oferta. No es algo adquirido, no es algo comprado. Nos precede y nos sucederá. Es un don dado por Dios para que con Él podamos hacerlo nuestro. Dios no quiere una creación para sí, para mirarse a sí mismo. Todo lo contrario. La creación, es un don para ser compartido. Es el espacio que Dios nos da, para construir con nosotros, para construir un nosotros. El mundo, la historia, el tiempo es el lugar donde vamos construyendo el nosotros con Dios, el nosotros con los demás, el nosotros con la tierra. Nuestra vida, siempre esconde esa invitación, una invitación más o menos consciente, que siempre permanece».
»Pero notemos una peculiaridad -observó Francisco- En el relato del Génesis, junto a la palabra cultivar, inmediatamente dice otra: cuidar. Una se explica a partir de la otra. Una va de la mano de la otra. No cultiva quien no cuida y no cuida quien no cultiva. No sólo estamos invitados a ser parte de la obra creadora cultivándola, haciéndola crecer, desarrollándola, sino que estamos también invitados a cuidarla, protegerla, custodiarla. Hoy esta invitación se nos impone a la fuerza. Ya no como una mera recomendación, sino como una exigencia que nace por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en la tierra. Hemos crecido pensado tan solo que debíamos »cultivar» que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados quizás a expoliarla… por eso entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y desbastada tierra».
El Papa reiteró que »existe una relación entre nuestra vida y la de nuestra madre la tierra. Entre nuestra existencia y el don que Dios nos dio. El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podemos afrontar adecuadamente la degradación humana y social si no prestamos atención a las causas que tiene que ver con la degradación humana y social. Pero así como decimos se »degradan», de la misma manera podemos decir, »se sostienen y se pueden transfigurar». Es una relación que guarda una posibilidad, tanto de apertura, de transformación, de vida como de destrucción y de muerte. Hay algo que es claro, no podemos seguir dándole la espalda a nuestra realidad, a nuestros hermanos, a nuestra madre la tierra. No nos es lícito ignorar lo que está sucediendo a nuestro alrededor como si determinadas situaciones no existiesen o no tuvieran nada que ver con nuestra realidad. No nos es lícito, más aún no es humano entrar en el juego de la cultura del descarte. Una y otra vez, sigue con fuerza esa pregunta de Dios a Caín: »¿Dónde está tu hermano?». Yo me pregunto si nuestra respuesta seguirá siendo: »¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?» .
»Yo vivo en Roma -comentó – en invierno hace frío. Sucede que muy cerquita del Vaticano aparezca un anciano, a la mañana, muerto de frío. No es noticia en ninguno de los diarios, en ninguna de las crónicas. Un pobre que muere de frío y de hambre hoy no es noticia, pero si las bolsas de las principales capitales del mundo bajan dos o tres puntos se arma el gran escándalo mundial. Yo me pregunto: ¿dónde está tu hermano? Y les pido que se hagan otra vez, cada uno, esa pregunta, y la hagan a la universidad. A vos Universidad católica, ¿dónde está tu hermano?».
Después invitó a todos a preguntarse sobre la educación en el contexto universitario »de frente a esta tierra que clama al cielo» porque los ateneos son »un semillero, una posibilidad, tierra fértil para cuidar, estimular y proteger. Tierra fértil sedienta de vida».
»Me pregunto con Ustedes educadores- dijo el Papa- : ¿Velan por sus alumnos, ayudándolos a desarrollar un espíritu crítico, un espíritu libre, capaz de cuidar el mundo de hoy? ¿Un espíritu que sea capaz de buscar nuevas respuestas a los múltiples desafíos que la sociedad hoy plantea a la humanidad? ¿Son capaces de estimularlos a no desentenderse de la realidad que los circunda, no desentenderse de lo que pasa alrededor? ¿Son capaces de estimularlos a eso? Para eso hay que sacarlos del aula, su mente tiene que salir del aula, su corazón tiene que salir del aula¿Cómo entra en la currícula universitaria o en las distintas áreas del quehacer educativo, la vida que nos rodea, con sus preguntas, sus interrogantes, sus cuestionamientos? ¿Cómo generamos y acompañamos el debate constructor, que nace del diálogo en pos de un mundo más humano?». El diálogo, esa palabra puente, esa palabra que crea puentes. Y hay una reflexión que nos involucra a todos, a las familias, a los centros educativos, a los docentes: cómo ayudamos a nuestros jóvenes a no identificar un grado universitario como sinónimo de mayor status, sinónimo de mayor dinero o prestigio social. Cómo ayudamos a identificar esta preparación como signo de mayor responsabilidad frente a los problemas de hoy en día, frente al cuidado del más pobre, frente al cuidado del ambiente»
«Y ustedes, queridos jóvenes, que están aquí, presente y futuro de Ecuador, son los que tienen que hacer lío. Con ustedes, que son semilla de transformación de esta sociedad, quisiera preguntarme: ¿saben que este tiempo de estudio, no es sólo un derecho, sino también un privilegio que ustedes tienen? ¿Cuántos amigos, conocidos o desconocidos, quisieran tener un espacio en esta casa y por distintas circunstancias no lo han tenido? ¿En qué medida nuestro estudio, nos ayuda y nos lleva a solidarizarnos con ellos?. Hagànse estas preguntas, queridos jóvenes.
«Las comunidades educativas tienen un papel fundamental, un papel esencial en la construcción de la ciudadanía y de la cultura. Cuidado, no basta con realizar análisis, descripciones de la realidad; es necesario generar los ámbitos, espacios de verdadera búsqueda, debates que generen alternativas a las problemática existentes, sobre todo hoy. Que es necesario ir a lo concreto. Ante la globalización del paradigma tecnocrático que tiende a creer »que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad, de bienestar, de energía vital, de plenitud de valores, como si la realidad, el bien y la verdad brotaran espontáneamente del mismo poder tecnológico y económico», hoy a ustedes, a mí, a todos se nos pide que con urgencia nos animemos a pensar, a buscar, a discutir sobre nuestra situación actual. Y digo urgencia, que nos animenos a pensar, sobre qué cultura, qué tipo de cultura queremos o pretendemos no solo para nosotros, sino para nuestros hijos, para nuestros nietos. Esta tierra, la hemos recibido como herencia, como un don, como un regalo. Qué bien nos hará preguntarnos: ¿Cómo la queremos dejar? ¿Qué orientación, qué sentido queremos imprimirle a la existencia? ¿Para qué pasamos por este mundo? ¿Para qué luchamos y trabajamos?, ¿Para que estudiamos?.»
«Las iniciativas individuales siempre son buenas y fundamentales -señaló Francisco- pero se nos pide dar un paso más: animarnos a mirar la realidad orgánicamente y no fragmentariamente; a hacernos preguntas que nos incluyen a todos, ya que todo »está relacionado entre sí» .No hay derecho a la exclusión.Como Universidad, como centros educativos, como docentes y estudiantes, la vida los desafía a responder a estas dos preguntas: ¿Para qué nos necesita esta tierra? ¿Dónde está tu hermano?’.
El Papa terminó invocando la inspiración y la compañía del Espíritu Santo »pues Él nos ha convocado, nos ha invitado, nos ha dado la oportunidad y, a su vez, la responsabilidad de dar lo mejor de nosotros. Nos ofrece la fuerza y la luz que necesitamos. Es el mismo Espíritu, que el primer día de la creación aleteaba sobre las aguas queriendo transformar, queriendo dar vida. Es el mismo Espíritu que le dio a los discípulos la fuerza de Pentecostés. Es el mismo Espíritu que no nos abandona y se hace uno con nosotros para que encontremos caminos de vida nueva. Que sea Él nuestro compañero y nuestro maestro del camino».
Con los representantes de la sociedad civil
Ciudad del Vaticano, 8 de julio de 2015 (Vis).-Poco antes de las 18,00 (hora local) el Papa llegó a la iglesia de San Francisco que con el convento adyacente constituye el edificio religioso católico más antiguo de América Latina. El lugar, que reviste además un gran significado simbólico para la población indígena ya que fue sede de los comandos militares de los Incas y los Caranquis, fue adquirido por los franciscanos gracias a donativos procedentes de Bélgica y la construcción que comenzó en 1536, el año de la fundación de Quito, finalizó en 1680, si bien el complejo se expandió posteriormente. Denominado »El Escorial del Nuevo Mundo», por sus riquezas artísticas abarca tres hectáreas y media de edificios (13 claustros, 3 iglesias, más de 3.500 obras de arte colonial y una espléndida biblioteca franciscana). Actualmente es escenario de diversas actividades culturales y sociales y sede de escuelas de pintura, escultura y grabado.
El alcalde de Quito, Mauricio Rodas, esperaba al Santo Padre en la entrada principal de la iglesia para entregarle las llaves de la ciudad. Fue un acto sencillo y sin discursos, después del cual el Padre guardián de la Comunidad Franciscana acogió a Francisco en el centro donde se desarrolló su encuentro del Santo Padre con la sociedad civil ecuatoriana y los protagonistas más representativos de diversos sectores, desde la cultura a la economía, pasando por la empresa industrial y rural, el voluntariado, el deporte etc…También había una nutrida representación de las poblaciones indígenas amazónicas.
Tras recibir el saludo del arzobispo de Cuenca, Luis Gerardo Cabrera Herrera, Presidente de la Comisión para los Laicos de la Conferencia Episcopal, y escuchar las palabras de tres laicos, el Papa pronunció un discurso centrado en la importancia de la familia como lugar donde se aprenden valores de utilidad social como la solidaridad, la gratuidad y el respeto.
»Justo antes de entrar en la Iglesia, el Señor Alcalde me ha entregado las llaves de la ciudad. Así puedo decir que aquí, en San Francisco de Quito, soy de casa -dijo Francisco- Ese símbolo, que es muestra de confianza y cariño, al abrirme las puertas, me permite presentarles algunas claves de la convivencia ciudadana a partir de este ser de casa, es decir a partir de la experiencia de la vida familiar».
»Nuestra sociedad gana cuando cada persona, cada grupo social, se siente verdaderamente de casa. En una familia, los padres, los abuelos, los hijos son de casa; ninguno está excluido. Si uno tiene una dificultad, incluso grave, aunque se la haya buscado él, los demás acuden en su ayuda, lo apoyan; su dolor es de todos. Me viene a la mente la imagen de esas madres o esposas. Las he visto en Buenos Aires haciendo colas los días de visita para entrar a la cárcel, para ver a su hijo o a su esposo que no se portó bien, por decirlo en lenguaje sencillo, pero no los dejan porque siguen siendo de casa. Cómo nos enseñan esas mujeres. En la sociedad, ¿no debería suceder también lo mismo? Y, sin embargo, nuestras relaciones sociales o el juego político en el sentido más amplio de la palabra –no olvidemos que la política, decía el beato Pablo VI, es una de las formas más altas de la caridad–, muchas veces este actuar nuestro se basa en la confrontación, que produce en el descarte. Mi posición, mi idea, mi proyecto se consolidan si soy capaz de vencer al otro, de imponerme, de descartarlo. Así vamos construyendo una cultura del descarte que hoy día ha tomado dimensiones mundiales, de amplitud. ¿Eso es ser familia? En las familias todos contribuyen al proyecto común, todos trabajan por el bien común, pero sin anular al individuo; al contrario, lo sostienen, lo promueven. Se pelean, pero hay algo que no se mueve: ese lazo familiar. Las peleas de familia son reconciliaciones después. Las alegrías y las penas de cada uno son asumidas por todos. ¡Eso sí es ser familia! Si pudiéramos lograr ver al oponente político o al vecino de casa con los mismos ojos que a los hijos, esposas, o esposos, padres o madres, qué bueno sería. ¿Amamos nuestra sociedad o sigue siendo algo lejano, algo anónimo, que no nos involucra, no nos mete, no nos compromete? ¿Amamos nuestro país, la comunidad que estamos intentando construir? ¿La amamos sólo en los conceptos disertados, en el mundo de las ideas? San Ignacio –permítanme el aviso publicitario-, san Ignacio nos decía en los Ejercicios que el amor se muestra más en las obras que en las palabras. ¡Amémosla a la sociedad en las obras más que en las palabras! En cada persona, en lo concreto, en la vida que compartimos. Y además nos decía que el amor siempre se comunica, tiende a la comunicación, nunca al aislamiento. Dos criterios que nos pueden ayudar a mirar la sociedad con otros ojos. No solo a mirarla, a sentirla, a pensarla, a tocarla, a amasarla».
»A partir de este afecto, irán surgiendo gestos sencillos que refuercen los vínculos personales. En varias ocasiones me he referido a la importancia de la familia como célula de la sociedad. En el ámbito familiar, las personas reciben los valores fundamentales del amor, la fraternidad y el respeto mutuo, que se traducen en valores sociales esenciales….Entonces, partiendo de este ser de casa, mirando la familia, pensemos en la sociedad a través de estos valores sociales que mamamos en casa, en la familia: la gratuidad, la solidaridad y la subsidiariedad».
La gratuidad: para los padres, todos sus hijos, aunque cada uno tenga su propia índole, son igual de queribles. En cambio, el niño, cuando se niega a compartir lo que recibe gratuitamente de ellos, de los padres, rompe esta relación o entra en crisis, fenómeno más común. Las primeras reacciones… empiezan cuando la madre está embarazada: …cuidado que hay competencia, cuidado que ya no sos el único. Curioso. El amor de los padres lo ayuda a salir de su egoísmo para que aprenda a convivir con el que viene y con los demás, que aprenda a ceder, para abrirse al otro….En el ámbito social, esto supone asumir que la gratuidad no es complemento sino requisito necesario de para la justicia. La gratuidad es requisito necesario para la justicia. Lo que somos y tenemos nos ha sido confiado para ponerlo al servicio de los demás –gratis lo recibimos, gratis lo damos–. Nuestra tarea consiste en que fructifique en obras de bien. Los bienes están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad, que es lícito, pesa sobre ellos una hipoteca social. Siempre. Se supera así el concepto económico de justicia, basado en el principio de compraventa, con el concepto de justicia social, que defiende el derecho fundamental de la persona a una vida digna. Y, siguiendo con la justicia, la explotación de los recursos naturales, tan abundantes en el Ecuador, no debe buscar el beneficio inmediato. Ser administradores de esta riqueza que hemos recibido nos compromete con la sociedad en su conjunto y con las futuras generaciones, a las que no podremos legar este patrimonio sin un adecuado cuidado del medio ambiente, sin una conciencia de gratuidad que brota de la contemplación del mundo creado. Nos acompañan aquí hoy hoy aquí, hermanos de pueblos originarios provenientes de la amazonía ecuatoriana,. Esa zona es de las “más ricas en variedad de especies, en especies endémicas, poco frecuentes o con menor grado de protección efectiva… Requiere un cuidado particular por su enorme importancia para el ecosistema mundial, (pues tiene) una biodiversidad con una enorme complejidad, casi imposible de reconocer integralmente,. Pero, cuando es quemada, cuando es arrasada para desarrollar cultivos, en pocos años se pierden innumerables especies, cuando no se convierten en áridos desiertos. Y ahí Ecuador –junto a los otros países con franjas amazónicas– tiene una oportunidad para ejercer la pedagogía de una ecología integral. ¡Nosotros hemos recibido como herencia de nuestros padres el mundo, pero también recordemos que lo hemos recibido como un préstamo de nuestros hijos y de las generaciones futuras a las cuales lo tenemos que devolver! Y mejorado. ¡Y esto es gratuidad!»
»De la fraternidad vivida en la familia, nace ese segundo valor, la solidaridad en la sociedad, que no consiste únicamente en dar al necesitado, sino en ser responsables los unos de a los otros. Si vemos en el otro a un hermano, nadie puede quedar excluido, nadie puede quedar apartado. El Ecuador, como muchos pueblos latinoamericanos, experimenta hoy profundos cambios sociales y culturales, nuevos retos que requieren la participación de todos los actores sociales. La migración, la concentración urbana, el consumismo, la crisis de la familia, la falta de trabajo, las bolsas de pobreza producen incertidumbre y tensiones que constituyen una amenaza a la convivencia social. Las normas y las leyes, así como los proyectos de la comunidad civil, han de procurar la inclusión, abrir espacios de diálogo, espacios de encuentro y así dejar en el doloroso recuerdo cualquier tipo de represión, el control desmedido y la merma de libertades. La esperanza de un futuro mejor pasa por ofrecer oportunidades reales a los ciudadanos, especialmente a los jóvenes, creando empleo, con un crecimiento económico que llegue a todos, y no se quede en las estadísticas macroeconómicas., crear un desarrollo sostenible que genere un tejido social firme y bien cohesionado. Si no hay solidaridad esto es imposible».
»Me referí a los jóvenes y me referí a la falta de trabajo. Mundialmente es alarmante. Países europeos, que estaban en primera línea hace décadas, hoy están sufriendo en la población juvenil –de veinticinco años hacia abajo– un cuarenta, un cincuenta por ciento de desocupación. Si no hay solidaridad eso no se soluciona. Les decía a los salesianos: “¡Ustedes que Don Bosco los creó para educar, hoy educación de emergencia para esos jóvenes que no tienen trabajo!”. ¿Por qué? Emergencia para prepararlos a pequeños trabajos que le otorguen la dignidad de poder llevar el pan a casa. A estos jóvenes desocupados que son los que llamamos los “ni ni” –ni estudian ni trabajan–, ¿qué horizontes les queda? ¿Las adicciones, la tristeza, la depresión, el suicidio –no se publican íntegramente las estadísticas de suicidio juvenil– o enrolarse en proyectos de locura social, que al menos le presenten un ideal? Hoy se nos pide cuidar, de manera especial, con solidaridad, este tercer sector de exclusión de la cultura del descarte. Primero son los chicos, porque o no se los quiere –hay países desarrollados que tienen natalidad casi cero por cien–, o no se los quiere o se los asesina antes de que nazcan. Después los ancianos, que se los abandona y se los va dejando y se olvida que son la sabiduría y la memoria de su pueblo. Se los descarta. Ahora le tocó el turno a los jóvenes. ¿A quién le queda lugar? A los servidores del egoísmo, del dios dinero que está al centro de un sistema que nos aplasta a todos».
«Por último, el respeto del otro que se aprende en la familia se traduce en el ámbito social en la subsidiariedad. O sea, gratuidad, solidaridad, subsidiariedad. Asumir que nuestra opción no es necesariamente la única legítima es un sano ejercicio de humildad. Al reconocer lo bueno que hay en los demás, incluso con sus limitaciones, vemos la riqueza que entraña la diversidad y el valor de la complementariedad. Los hombres, los grupos tienen derecho a recorrer su camino, aunque esto a veces suponga cometer errores. En el respeto de la libertad, la sociedad civil está llamada a promover a cada persona y agente social para que pueda asumir su propio papel y contribuir desde su especificidad al bien común. El diálogo es necesario, es fundamental para llegar a la verdad, que no puede ser impuesta, sino buscada con sinceridad y espíritu crítico. En una democracia participativa, cada una de las fuerzas sociales, los grupos indígenas, los afroecuatorianos, las mujeres, las agrupaciones ciudadanas y cuantos trabajan por la comunidad en los servicios públicos son protagonistas, son protagonistas imprescindibles en es diálogo, no son espectadores. Las paredes, patios y claustros de este lugar lo dicen con mayor elocuencia: asentado sobre elementos de la cultura incaica y caranqui, la belleza de sus proporciones y formas, el arrojo de sus diferentes estilos combinados de modo notable, las obras de arte que reciben el nombre de “escuela quiteña”, condensan un extenso diálogo, con aciertos y errores, de la historia ecuatoriana. El hoy está lleno de belleza, y, si bien es cierto que en el pasado ha habido torpezas y atropellos –¿cómo negarlo? incluso en nuestras historias personales, ¿cómo negarlo?–, podemos afirmar que la amalgama irradia tanta exuberancia que nos permite mirar el futuro con mucha esperanza».
»También la Iglesia quiere colaborar en la búsqueda del bien común, desde sus actividades sociales, educativas, promoviendo los valores éticos y espirituales, siendo un signo profético que lleve un rayo de luz y esperanza a todos, especialmente a los más necesitados. Muchos me preguntarán: “Padre, ¿por qué habla tanto de los necesitados, de las personas necesitadas, de las personas excluidas, de las personas al margen del camino?”. Simplemente porque esta realidad y la respuesta a esta realidad está en el corazón del Evangelio. Y precisamente porque la actitud que tomemos frente a esta realidad está inscrita en el protocolo sobre el cual seremos juzgados, en Mateo 25».
»Muchas gracias por estar aquí, por escucharme -acabó el Papa- les pido, por favor, que lleven mis palabras de aliento a los grupos que ustedes representan en las diversas esferas sociales. Que el Señor conceda a la sociedad civil que ustedes representan ser siempre ese ámbito adecuado donde se viva en casa, donde se vivan estos valores de la gratuidad, de la solidaridad y de la subsidiariedad».
El Santo Padre acabó la jornada con una visita a la Iglesia de la Compañía, el primer templo de la Compañía de Jesús en Ecuador, construido entre 1605 y 1765, uno de los íconos arquitectónicos más importantes del Nuevo Mundo, incluida en la lista Unesco del Patrimonio de la Humanidad. Francisco, junto con algunos jesuitas de la comunidad, rezó en privado ante la imagen de la Virgen Dolorosa. La visita duró una media hora, después de la cual el Papa se trasladó a la nunciatura apostólica para pernoctar.
El Papa se despide de Ecuador encontrando al clero en el Santuario de El Quinche
Ciudad del Vaticano, 9 de julio de 2015 (Vis).-La visita del Papa Francisco a Ecuador concluyó ayer con dos eventos. El primero fue la visita a la casa de ancianos de las Misioneras de la Caridad en Tumbaco, a unos 21 km de la capital, Quito, y cerca de la carretera que lleva al aeropuerto. El Santo Padre fue recibido por la Superiora que lo acompañó a la capilla del centro para rezar con el resto de la pequeña comunidad (10 hermanas) y después saludó a los huéspedes de la institución, alrededor de setenta pesonas en el patio. No hubo discursos; solamente la cercanía del Obispo de Roma a los ancianos y ancianas que querían contar con su presencia.
Desde allí el Papa se trasladó al Santuario Mariano Nacional de El Quinche, donde se halla la imagen de madera de la Virgen del Quinche, tallada a finales del siglo XVI por el artista Diego de Robles, que cada año, en la segunda semana de noviembre atrae a más de 800.000 creyentes que parten en peregrinación nocturna desde el pueblo de Calderón para llegar al amanecer a la iglesia.
En El Quinche, última etapa de Francisco en Ecuador, se desarrrolló el encuentro con el clero, los religiosos, religiosas y seminaristas del país. El Papa entregó el discurso que había preparado para la ocasión ( y que reproducimos a continuación) al obispo Celmo Lazzari CSI, Responsable de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana para la Vida Consagrada e improvisó unas palabras para los presentes, resaltando la riqueza espiritual que había encontrado en Ecuador y pidiendo a todos que no olvidasen en su vida ni la gratuidad ni el servicio.
»Todo esto de riqueza que tienen ustedes, de riqueza espiritual, de piedad, de profundidad, viene de haber tenido la valentía –porque fueron momentos muy difíciles–,..de consagrar la nación al Corazón de Cristo -dijo el Papa- ese Corazón divino y humano que nos quiere tanto. Y yo los noto un poco con eso: divinos y humanos. Y después, pocos años después, la consagración al Corazón de María. No olviden: esa consagración es un hito en la historia del pueblo de Ecuador»
‘Hoy tengo que hablarles a los sacerdotes, a los seminaristas, las religiosas, a los religiosos y decirles algo …Y pensaba en la Virgen, pensaba en María… María no protagonizó nada. Discipuleó toda su vida. La primera discípula de su Hijo. Y tenía conciencia de que todo lo que ella había traído era pura gratuidad de Dios. Conciencia de gratuidad. Por eso…religiosas, religiosos, sacerdotes, seminaristas, todos los días vuelvan, hagan ese camino de retorno hacia la gratuidad con que Dios los eligió… Somos objeto de gratuidad de Dios. Si olvidamos esto, lentamente, nos vamos haciendo importantes… Y ahí lentamente nos vamos apartando de esto que es la base, de lo que María nunca se apartó: la gratuidad de Dios».
»Una segunda cosa que les quisiera decir – observó- es que cuiden la salud, pero sobre todo cuiden de no caer en… el alzheimer espiritual, no pierdan la memoria, sobre todo la memoria de dónde me sacaron. ..San Pablo se ve que intuía este peligro.. y a su hijo más querido, el obispo Timoteo, a quien él ordenó, le da consejos pastorales, pero hay uno que toca el corazón: “No te olvides de la fe que tenía tu abuela y tu madre”, es decir: “No te olvides de dónde te sacaron, no te olvides de tus raíces, no te sientas promovido”. La gratuidad es una gracia que no puede convivir con la promoción y, cuando un sacerdote, un seminarista, un religioso, una religiosa entra en carrera –no digo mal, en carrera humana–, empieza a enfermarse de alzheimer espiritual y empieza a perder la memoria de dónde me sacaron».
Francisco propuso a los sacerdotes, consagrados y consagradas dos principios básicos. »Todos los días renueven el sentimiento de que todo es gratis, el sentimiento de gratuidad de la elección de cada uno de ustedes, –ninguno la merecimos–, y pidan la gracia de no perder la memoria, de no sentirse más importante Y esos dos principios los van a hacer vivir con dos actitudes. Primero, el servicio. Dios me eligió, me sacó ¿para qué? Para servir… y no hacer otra cosa, y servir cuando estamos cansados y servir cuando la gente nos harta…. Me decía un viejo cura, que fue toda su vida… un genio…:“El santo Pueblo fiel de Dios es esencialmente olímpico, o sea, hace lo que quiere, y ontológicamente hartante”. Y eso tiene mucha sabiduría, porque quien va por el camino del servir tiene que dejarse hartar sin perder la paciencia, porque está al servicio, ningún momento le pertenece».
»Servicio, mezclálo con lo de gratuidad y entonces… aquello de Jesús: “Lo que recibiste gratis dalo gratis”. Por favor, por favor -recalcó- no cobren la gracia; por favor, que nuestra pastoral sea gratuita. Y lo segundo, la segunda actitud …es el gozo y la alegría. Y es un regalo de Jesús…que Él nos da si se lo pedimos y si no nos olvidamos de esas dos columnas de nuestra vida sacerdotal o religiosa, que son el sentido de gratuidad, renovado todos los días, y no perder la memoria de dónde nos sacaron. Los bendiga Dios Todopoderoso, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Y, por favor, por favor, les pido que recen por mí, porque yo también siento muchas veces la tentación de olvidarme de la gratuidad con la que Dios me eligió y de olvidarme de dónde me sacaron. Pidan por mí».
Discurso entregado al obispo Celmo Lazzari por el Papa
»Traigo a los pies de Nuestra Señora de Quinche lo vivido en estos días de mi visita; quiero dejar en su corazón a los ancianos y enfermos con los que he compartido un momento en la casa de las Hermanas de la Caridad, y también todos los otros encuentros que he tenido con anterioridad. Los dejo en el corazón de María, pero también los deposito en el corazón de ustedes: sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas, para que llamados a trabajar en la viña del Señor, sean custodios de todo lo que este pueblo de Ecuador vive, llora y se alegra.
En el Evangelio, el Señor nos invita a aceptar la misión sin poner condiciones. Es un mensaje importante que no conviene olvidar, y que en este Santuario dedicado a la Virgen de la Presentación resuena con un acento especial. María es ejemplo de discípula para nosotros que, como ella, hemos recibido una vocación. Su respuesta confiada: »Hágase en mí según tu Palabra», nos recuerda sus palabras en las bodas de Caná: »Hagan todo lo que él les diga» . Su ejemplo es una invitación a servir como ella.
En la Presentación de la Virgen podemos encontrar algunas sugerencias para nuestro propio llamado. La Virgen Niña fue un regalo de Dios para sus padres y para todo el pueblo, que esperaba la liberación. Es un hecho que se repite frecuentemente en la Escritura: Dios responde al clamor de su pueblo, enviando un niño, débil, destinado a traer la salvación y, que al mismo tiempo, restaura la esperanza de unos padres ancianos. La palabra de Dios nos dice que en la historia de Israel, los jueces, los profetas, los reyes son un regalo del Señor para hacer llegar su ternura y su misericordia a su pueblo. Son signo de la gratuidad de Dios: es Él quien los ha elegido, escogido y destinado. Esto nos aleja de la autoreferencialidad, nos hace comprender que ya no nos pertenecemos, que nuestra vocación nos pide alejarnos de todo egoísmo, de toda búsqueda de lucro material o compensación afectiva, como nos ha dicho el Evangelio. No somos mercenarios, sino servidores; no hemos venido a ser servidos, sino a servir y lo hacemos en el pleno desprendimiento, sin bastón y sin morral.
Algunas tradiciones sobre la advocación de Nuestra Señora de Quinche nos dice que Diego de Robles confeccionó la imagen por encargo de los indígenas Lumbicí. Diego no lo hacía por piedad, lo hacía por un beneficio económico. Como no pudieron pagarle, la llevó a Oyacachi y la cambió por tablas de cedro. Pero Diego se negó al pedido de ese pueblo para que le hiciera también un altar a la imagen, hasta que, cayéndose del caballo, se encontró en peligro y sintió la protección de la Virgen. Volvió al pueblo e hizo el pie de la imagen. También todos nosotros hemos hecho experiencia de un Dios que nos sale al cruce, que en nuestra realidad de caídos, derrumbados, nos llama. ¡Que la vanagloria y la mundanidad no nos hagan olvidar de dónde Dios nos ha rescatado!, ¡que María de Quinche nos haga bajar de los lugares de ambiciones, intereses egoístas, cuidados excesivos de nosotros mismos!
La »autoridad» que los apóstoles reciben de Jesús no es para su propio beneficio: nuestros dones son para renovar y edificar la Iglesia. No se nieguen a compartir, no se resistan a dar, no se encierren en la comodidad, sean manantiales que desbordan y refrescan, especialmente a los oprimidos por el pecado, la desilusión, el rencor .
El segundo trazo que me evoca la Presentación de la Virgen es la perseverancia. En la sugestiva iconografía mariana de esta fiesta, la Virgen niña se aleja de sus padres subiendo las escaleras del Templo. María no mira atrás y, en una clara referencia a la admonición evangélica, marcha decidida hacia delante. Nosotros, como los discípulos en el Evangelio, también nos ponemos en camino para llevar a cada pueblo y lugar la buena noticia de Jesús. Perseverancia en la misión implica no andar cambiando de casa en casa, buscando donde nos traten mejor, donde haya más medios y comodidades. Supone unir nuestra suerte con la de Jesús hasta el final. Algunos relatos de las apariciones de la Virgen de Quinche nos dicen que una “señora con un niño en brazos” visitó varias tardes seguidas a los indígenas de Oyacachi cuando éstos se refugiaban del acoso de los osos. Varias veces fue María al encuentro de sus hijos; ellos no le creían, desconfiaban de esta señora, pero les admiró su perseverancia de volver cada tarde al caer el sol. Perseverar aunque nos rechacen, aunque se haga la noche y crezcan el desconcierto y los peligros. Perseverar en este esfuerzo sabiendo que no estamos solos, que es el Pueblo Santo de Dios que camina.
De algún modo, en la imagen de la Virgen niña subiendo al Templo, podemos ver a la Iglesia que acompaña al discípulo misionero. Junto a ella están sus padres, que le han transmitido la memoria de la fe y ahora generosamente la ofrecen al Señor para que pueda seguir su camino; está su comunidad representada en el »séquito de vírgenes», »sus compañeras», con las lámparas encendidas y, en las que los Padres de la Iglesia, ven una profecía de todos los que, imitando a María, buscan con sinceridad ser amigos de Dios, y están los sacerdotes que la esperan para recibirla y que nos recuerdan que en la Iglesia los pastores tienen la responsabilidad de acoger con ternura y ayudar a discernir cada espíritu y cada llamado.
Caminemos juntos, sosteniéndonos unos a otros y pidamos con humildad el don de la perseverancia en su servicio.
Nuestra Señora del Quinche fue ocasión de encuentro, de comunión, para este lugar que desde tiempos del incario se había constituido en un asentamiento multiétnico. ¡Qué lindo es cuando la iglesia persevera en su esfuerzo por ser casa y escuela de comunión, cuando generamos esto que me gusta llamar la cultura del encuentro!
La imagen de la Presentación nos dice que una vez bendecida por los sacerdotes, la Virgen niña se sentó en las gradas del altar y bailó sobre sus pies. Pienso en la alegría que se expresa en las imágenes del banquete de las bodas, de los amigos del novio, de la esposa adornada con sus joyas. Es la alegría de quien ha descubierto un tesoro y lo ha dejado todo por conseguirlo. Encontrar al Señor, vivir en su casa, participar de su intimidad, compromete a anunciar el Reino y llevar la salvación a todos. Atravesar los umbrales del Templo exige convertirnos como María en templos del Señor y ponernos en camino para llevarlo a los hermanos. La Virgen, como primera discípula misionera, después del anuncio del Ángel, partió sin demora a un pueblo de Judá para compartir este inmenso gozo, el mismo que hizo saltar a san Juan Bautista en el seno de su madre. Quien escucha su voz »salta de gozo» y se convierte a su vez en pregonero de su alegría. La alegría de evangelizar mueve a la Iglesia, la hace salir, como a María.
Si bien son múltiples las razones que se argumentan para el traslado del santuario desde Oyacachi a este lugar, me quedo con una: »aquí es y ha sido más accesible, más fácil para estar cerca de todos». Así lo entendió el Arzobispo de Quito, Fray Luis López de Solís, cuando mandó edificar un Santuario capaz de convocar y acoger a todos. Una iglesia en salida es una iglesia que se acerca, que se allana para no estar distante, que sale de su comodidad y se atreve a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del evangelio.
Volveremos ahora a nuestras tareas, interpelados por el Santo Pueblo que nos ha sido confiado. Entre ellas, no olvidemos cuidar, animar y educar la devoción popular que palpamos en este santuario y tan extendida en muchos países latinoamericanos. El pueblo fiel ha sabido expresar la fe con su propio lenguaje, manifestar sus más hondos sentimientos de dolor, duda, gozo, fracaso, agradecimiento con diversas formas de piedad: procesiones, velas, flores, cantos que se convierten en una bella expresión de confianza en el Señor y de amor a su Madre, que es también la nuestra.
En Quinche, la historia de los hombres y la historia de Dios confluyen en la historia de una mujer, María. Y en una casa, nuestra casa, la hermana madre tierra. Las tradiciones de esta advocación evocan a los cedros, los osos, la hendidura en la piedra que fuera aquí la primera casa de la Madre de Dios. Nos hablan en el ayer de pájaros que rodearon el lugar, y en el hoy de flores que engalanan los alrededores. Los orígenes de esta devoción nos llevan a tiempos donde era más sencilla »la serena armonía con la creación… contemplar al Creador que vive entre nosotros y en lo que nos rodea y cuya presencia no hace falta fabricar» y que se nos devela en el mundo creado, en su Hijo amado, en la Eucaristía que permite a los cristianos sentirse miembros vivos de la Iglesia y participar activamente en su misión, en Nuestra Señora del Quinche, que acompañó desde aquí los albores del primer anuncio de la fe a los pueblos indígenas. A ella encomendemos nuestra vocación; que ella nos haga regalo para nuestro pueblo, que ella nos dé la perseverancia en la entrega y la alegría de salir a llevar el Evangelio de su hijo Jesús –unidos a nuestros pastores– hasta los confines, hasta las periferias de nuestro querido Ecuador.
Después de rezar el Padrenuestro con los participantes en el encuentro, el Papa se desplazó en automóvil al aeropuerto de Quito desde donde, tras los saludos protocolares, se embarcó en avión a Bolivia, el segundo país de su visita a América Latina .