Lo hizo en la audiencia general del miércoles 3 de mayo
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco realizó el miércoles 3 la audiencia general en la plaza de San Pedro, donde entró en jeep abierto, saludando a los fieles y peregrinos que le esperaban con cantos, coros y agitando banderas y pañuelos. Después de haber dedicado un tiempo a estos saludos, bendiciendo a niños y ancianos, inició su catequesis.
Como es habitual después de las visitas apostólicas, centró sus palabras explicando el reciente viaje de dos días a Egipto realizado el 28 y 29 de abril.
“Deseo hablarles hoy sobre mi reciente Viaje apostólico en Egipto. El lema del viaje era: «El Papa de la paz en un Egipto de paz»”, explicó Francisco en el resumen que hizo en idioma español. Recordó que “el primer día tuve varios encuentros encaminados a fomentar el diálogo entre cristianos y musulmanes, y a promover la paz. Egipto es tierra de civilización y de cultura, y esto nos enseña que la paz se construye mediante una educación integral que comprende la dimensión religiosa y la relación con Dios”.
“Viví además –prosiguió el sucesor de Pedro– un signo de comunión con el querido hermano Papa Tawadros II, Patriarca de los Coptos ortodoxos. Renovamos nuestro compromiso de caminar juntos y firmamos una Declaración conjunta, en la que nos comprometemos a no repetir el Bautismo administrado en nuestras respectivas Iglesias. Acompañados también por el Patriarca de Constantinopla, rezamos por los mártires de los recientes atentados; su sangre fecunda el diálogo ecuménico y a toda la Iglesia”.
Recordó también que “el segundo día estuvo dedicado a los fieles católicos. Los animé a que reavivaran en ellos la experiencia de los discípulos de Emaús. Después me reuní con sacerdotes, religiosos y religiosas y seminaristas. En ellos he visto la belleza de la Iglesia en Egipto y recé con ellos por todos los cristianos de Oriente Medio”.
El Papa concluyó sus palabras saludando “a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica”. Y añadió: “Que la Sagrada Familia de Nazaret, que emigró a la tierra del Nilo para huir de la violencia de Herodes, bendiga y proteja al pueblo de Egipto; y a todos ustedes les conceda paz y bien en sus vidas”.
Sergio Mora
Imagen: Audiencia general del 3 de mayo de 2017
Francisco exhorta: ‘En el Mes de María recemos el Santo Rosario’
Una señora reza el Rosario en la plaza de San Pedro
Durante la audiencia general pide a la multitud un fuerte aplauso en honor de la Madre de Jesús
Para el mes de mayo tradicionalmente dedicado a la Virgen María, el papa Francisco recomendo rezar la oración “simple y eficaz” del santo rosario
“Al inicio de este mes de mayo, invoquemos la intercesión celeste de María, la Madre de Jesús”, dijo el Papa durante la audiencia genera de este miércoles en la Plaza de San Pedro, durante el saludo a los jóvenes, a las personas enfermas y a los nuevos esposos.
“Queridos jóvenes –explicó el Papa– aprendan a rezar con la oración simple y eficaz del santo rosario. Queridos enfermos, que la Virgen Santísima sea vuestro apoyo durante la prueba y el sufrimiento”.
Francisco ha escrito a mano en el 2014 como introducción del pequeño libro “El Rosario. Oración del corazón” de la edición Shalom: El Rosario es la oración que acompaña siempre la vida, es también la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”.
En octubre de 2016, Benedicto XVI hablando del Rosario dijo: “Es como si, cada año, Nuestra Señora nos invitara a redescubrir la belleza de esta oración, tan sencilla y profunda”. Añadió que el Rosario es una “oración contemplativa y cristocéntrica, inseparable de la meditación de la Sagrada Escritura”, es “la oración del cristiano que avanza en la peregrinación de la fe, en el seguimiento de Jesús, precedido por María”.
Yazidíes: Nadia Mourad, sobreviviente del Isis saluda al papa Francisco
Nadia Mourad saluda al papa Francisco
(3 Mayo 2017 © L’Osservatore Romano)
Nombrada en el 2016, Nobel de la Paz y embajadora de buena voluntad en la ONU
Nadia Mourad Basee Taha, una joven mujer yazidíe, que sobrevivió en Irak y pudo escaparse de la trata de personas del Estado Islámico (Isis), saludó este miércoles al papa Francisco al finalizar la audiencia general.
Los Yazidíes pertenecen a una de las religiones monoteístas más antiguas de la humanidad, que se remontaría a 2.000 años antes de Cristo. Ellos Irak son una minoría.
Ella fue nombrada el año pasado Premio Nobel de la Paz y Embajadora de buena voluntad de las Naciones Unidas contra la droga y el crimen (ONUDC). Es la primera vez que una sobreviviente a estas atrocidades es nombrada para esta función.
Nadia Mourat, 23 años, describió delante del Consejo de seguridad de la ONU, en la primera sesión dedicada el 16 de diciembre de 2016 al tema del tráfico de personas, de que manera ella y otras personas pertenecientes a la minoría religiosa Yazidíes, fueron secuestradas en el 2014. Ella contó del asesinato a sangre fría de hombres y jóvenes cometidos por el Isis y que ella fue objeto de violaciones, comprada y vendida varias veces.
El anterior secretario general de las Naciones Unidas, Ban Ki Moon solicitó con vehemencia a las naciones de “firmar y aplicar plenamente la Convención de las Naciones Unidas contra la criminalidad transnacional organizada y de su protocolo sobre la trata de personas”.
En el diario del Vaticano, L’Osservatore Romano, declararon que ellas no tienen dudas de que el Isis ha cometido un genocidio y recordaron que aún “tres mil jóvenes Yazidíes están reducidos a la esclavitud”. Indicó que ellos esperan que la comunidad internacional “cree zonas protegidas para medio millón de Yazidíes que contrariamente van a morir o escapar hacia Europa”.
Anita Bourdin
Texto completo de la catequesis del papa Francisco en la audiencia del 3 de mayo de 2017
Audiencia del 3 de mayo de 2017
El Santo Padre explica que su viaje a Egipto fue una señal de paz a una región afligida por conflictos y terrorismo
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy deseo hablarles del Viaje Apostólico que, con la ayuda de Dios, he realizado en los días pasados en Egipto. He ido a este país después de una cuádruple invitación: del presidente de la República, de su santidad el patriarca Copto ortodoxo, del gran imán de Al-Azhar y el patriarca copto católico. Agradezco a cada uno de ellos por la acogida que me han reservado, verdaderamente calurosa. Y agradezco al entero pueblo egipcio por la participación y por el afecto con el cual han vivido esta visita del Sucesor de San Pedro.
El Presidente y las Autoridades civiles han puesto un empeño extraordinario para que este evento pudiera desarrollarse en los mejores modos; para que pudiera ser un signo de paz, un signo de paz para Egipto y para toda aquella región, que lamentablemente sufre por los conflictos y el terrorismo. De hecho, el lema del Viaje era: “El Papa de la paz en un Egipto de paz”.
Mi visita a la Universidad de Al-Azhar, la más antigua universidad islámica y máxima institución académica del Islam sunita, ha tenido un doble horizonte: aquel del diálogo entre cristianos y musulmanes y, al mismo tiempo, aquel de la promoción de la paz en el mundo. En Al-Azhar se realizó el encuentro con el Gran Imán, encuentro que después se amplió en la Conferencia Internacional por la Paz. En este contexto he ofrecido una reflexión que ha valorizado la historia de Egipto como tierra de civilización y tierra de alianzas. Para toda la humanidad Egipto es sinónimo de antigua civilización, de tesoros de arte y de conocimiento; y esto nos recuerda que la paz se construye mediante la educación, la formación de la sabiduría, de un humanismo que comprende como parte integrante la dimensión religiosa, la relación con Dios, como lo ha recordado el Gran Imán en su discurso. La paz se construye también partiendo de la alianza entre Dios y el hombre, fundamento de la alianza entre todos los hombres, basado en el Decálogo escrito en las tablas de piedra del Sinaí, pero más profundamente en el corazón de todo hombre de todo tiempo y lugar, ley que se resume en los dos mandamientos del amor a Dios y al prójimo.
Este mismo fundamento esta también a la base de la construcción del orden social y civil, al cual están llamados a colaborar todos los ciudadanos, de todo origen, cultura y religión. Esta visión de sana laicidad ha aparecido en el intercambio de discursos con el Presidente de la República de Egipto, con la presencia de las Autoridades del país y del Cuerpo Diplomático. El gran patrimonio histórico y religioso de Egipto y su rol en la región medio oriental le confiere una tarea peculiar en el camino hacia una paz estable y duradera, que se basa no en el derecho de la fuerza, sino en la fuerza del derecho.
Los cristianos, en Egipto como en toda nación de la tierra, están llamados a ser levadura de fraternidad. Y esto es posible si viven en sí mismos la comunión con Cristo. Un fuerte signo de comunión, gracias a Dios, hemos podido darlo junto con mí querido hermano el Papa Tawadros II, Patriarca de los Coptos ortodoxos. Hemos renovado el compromiso, también firmando una Declaración Conjunta, de caminar juntos y de comprometernos para no repetir el Bautismo administrado en las respectivas Iglesias. Juntos hemos orado por los mártires de los recientes atentados que han golpeado trágicamente aquella venerable Iglesia; y su sangre ha fecundado este encuentro ecuménico, en el cual ha participado también el Patriarca de Constantinopla Bartolomé. El Patriarca ecuménico, mí querido hermano.
El segundo día del viaje ha sido dedicado a los fieles católicos. La Santa Misa celebrada en el Estadio puesto a disposición por las Autoridades egipcias ha sido una fiesta de fe y de fraternidad, en la cual hemos sentido la presencia viva del Señor Resucitado. Comentando el Evangelio, he exhortado a la pequeña comunidad católica en Egipto a revivir la experiencia de los discípulos de Emaús: a encontrar siempre en Cristo, Palabra y Pan de vida, la alegría de la fe, el ardor de la esperanza y la fuerza de testimoniar en el amor que “hemos encontrado al Señor”.
Y el último momento lo he vivido junto con los sacerdotes, los religiosos y las religiosas y los seminaristas, en el Seminario Mayor. Hay tantos seminaristas… Y esta es una consolación. Ha sido una liturgia de la Palabra, en la cual se han renovado las promesas de la vida consagrada. En esta comunidad de hombres y mujeres que han elegido donar la vida a Cristo por el Reino de Dios, he visto la belleza de la Iglesia en Egipto, y he orado por todos los cristianos de Oriente Medio, para que, guiados por sus pastores y acompañados por los consagrados, sean sal y luz en estas tierras, en medio a estos pueblos. Egipto, para nosotros, ha sido un signo de esperanza, de refugio, de ayuda. Cuando aquella parte del mundo estaba hambrienta, Jacob, con sus hijos, se fue allá; luego cuando Jesús fue perseguido, se fue allá. Por esto, narrarles este viaje, entra en el camino de hablar de la esperanza: para nosotros Egipto tiene este signo de esperanza sea para la historia, sea para hoy, para esta fraternidad que acabo de contarles.
Agradezco nuevamente a quienes han hecho posible este Viaje y a cuantos de diversos modos han dado su aporte, especialmente a tantas personas que han ofrecido sus oraciones y sus sufrimientos. La Santa Familia de Nazaret, que emigró a las orillas del Nilo para huir de la violencia de Herodes, bendiga y proteja siempre al pueblo egipcio y lo guie en la vía de la prosperidad, de la fraternidad y de la paz. Gracias.
(Fuente, Radio Vaticano)