El Papa precisó que “la paz se construye diciendo ‘no’ –con los hechos– al odio y la violencia, y ‘sí’ a la fraternidad y la reconciliación”.
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- “El año será bueno en la medida en que cada uno de nosotros, con la ayuda de Dios, buscará de hacer el bien día a día”. Es la ‘predicción’ y más aún la invitación que el santo padre Francisco hizo después de rezar la oración del ángelus ante la plaza de San Pedro repleta de fieles y peregrinos.
El Papa precisó que “la paz se construye diciendo ‘no’ –con los hechos– al odio y la violencia, y ‘sí’ a la fraternidad y la reconciliación”.
Recordó que “hace 50 años el beato papa Pablo VI inició a celebrar en esta fecha la Jornada Mundial de la Paz, para reforzar el empeño común de construir un mundo pacífico y fraterno”. Por ello, aseguró el papa Francisco, “en el mensaje de este año he propuesto asumir la no-violencia como un estilo hacia una política de paz”.
Una violencia, añadió, que esta noche de deseo y de esperanza, golpeó con un grave atentado en Estambul. “Estoy cerca con la oración a los difuntos y a sus familiares, a los heridos y a todo el pueblo turco.
El Pontífice quiso también agradecer al presidente de Italia, Sergio Matarella, por los buenos deseos que le dirigió durante su mensaje a la nación, y los devolvió “invocando las bendiciones del Señor al pueblo italiano, para que con la contribución responsable y solidaria de todos, pueda mirar al futuro con confianza y esperanza”.
Expresó también reconocimiento hacia las iniciativas de oración y de empeño por la paz que se realizan en el mundo. En particular señaló la marcha nacional realizada en la ciudad de Bolonia por la Conferencia Episcopal Italiana, Cáritas, Acción Católica y Pax Christi, así como a la manifestación “Paz en todas las tierras” promovida por la Comunidad San Egidio.
Saludó también a todos los presentes en la Plaza, deseándoles un nuevo año feliz y sereno.
Sergio Mora
Foto: La plaza de San Pedro repleta de fieles
y peregrinos, en el ángelus de inicio de 2017
Palabras del papa Francisco en el ángelus del 1° de enero de 2017
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En los días pasados hemos puesto nuestra mirada venerante sobre el Hijo de Dios, nacido en Belén; hoy, Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, dirigimos nuestros ojos a la Madre, pero manteniendo ambos en su estrecha relación. Esta relación no se agota en el hecho de haber generado y en haber sido generado; Jesús «nacido de mujer» (Gal 4,4) para una misión de salvación y su madre no está excluida de tal misión, al contrario, está asociada íntimamente.
María es consciente de esto, por lo tanto no se cierra a considerar solo su relación maternal con Jesús, sino permanece abierta y atenta a todos los acontecimientos que suceden a su alrededor: conserva y medita, observa y profundiza, como nos recuerda el Evangelio de hoy (Cfr. Lc 2,19).
Ha ya dicho su “sí” y ha dado su disponibilidad para ser involucrada en la actuación del plan de salvación de Dios, que «dispersó a los soberbios de corazón, derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes, colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías» (Lc 1,51-53). Ahora, silenciosa y atenta, trata de comprender que cosa Dios quiere de ella cada día.
La visita de los pastores le ofrece la ocasión para captar algún elemento de la voluntad de Dios que se manifiesta en la presencia de estas personas humildes y pobres. El evangelista Lucas nos narra la visita de los pastores a la gruta con una sucesión incesante de verbos que expresan movimiento. Dice así: ello fueron sin esperar, encontraron al Niño con María y José, lo vieron, y contaron lo que de Él les habían dicho, y finalmente glorificaron a Dios (Cfr. Lc 2,16-20).
María sigue atentamente esta visita, que cosa dicen los pastores, que cosa les ha sucedido, porque ya entre ve en ellos el movimiento de la salvación que surge de la obra de Jesús, y se adecua, lista para todo pedido del Señor. Dios pide a María no solo ser la madre de su Hijo unigénito, sino también cooperar con el Hijo y por el Hijo en el plan de salvación, para que en ella, humilde sierva, se cumpla las grandes obras de la misericordia divina.
Y aquí, mientras los pastores, contemplan el icono del Niño en brazos a su Madre, sentimos crecer en nuestro corazón un sentido de inmenso reconocimiento hacia Ella que ha dado al mundo al Salvador. Por esto, en el primer día del nuevo año, le decimos:
¡Gracias, oh Santa Madre del Hijo de Dios, Jesús, Santa Madre de Dios!
Gracias por tú humildad que ha atraído la mirada de Dios;
gracias por la fe con la cual has acogido su Palabra;
gracias por la valentía con la cual has dicho “aquí estoy”,
olvidándose en ti, fascinada del Amor Santo,
hecho un todo con su esperanza.
¡Gracias, oh Santa Madre de Dios!
Ora por nosotros, peregrinos en el tiempo;
ayúdanos a caminar en la vía de la paz.
Amén”.