El Santo Padre intervino en la mesa redonda «Niños, generación del futuro» en el Aula Nueva del Sínodo de la Ciudad del Vaticano, en el marco del II Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana, titulado #BeHuman. Francisco encabezó un tierno intercambio de preguntas y respuestas, en el que una vez resaltó la importancia de la alianza entre generaciones.
Ciudad del Vaticano, 11 de mayo 2024.- «¿Qué es la felicidad?», fue la pregunta disparadora del diálogo entre el Santo Padre y los niños que participaron, este sábado 11 de mayo, en la mesa redonda «Niños, generación del futuro» durante el II Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana #BeHuman, promovido por la Fundación Fratelli tutti.
Francisco llegó antes de lo previsto al Aula Nueva del Sínodo, donde se encontraba un variado público de ponentes, científicos, y expertos de distintos ámbitos de la sociedad, y abrió una tierna conversación con los más pequeños, invitándolos a reflexionar sobre diversos temas importantes, en los que demostraron su espontaneidad. Este evento marca el camino de preparación hacia la I Jornada Mundial de los Niños, programada del 25 al 26 de mayo en Roma y en el Vaticano, en el que se espera que 72.000 niños y acompañantes acudan al Estadio Olímpico, como anunció el padre Enzo Fortunato, coordinador de este acontecimiento.
«Para mí, la felicidad en el mundo es estar todos unidos, ser una sola familia, la familia de Dios», contestó una niña. El Sucesor de Pedro también quiso saber «dónde se compra la felicidad», «cómo se hace», y continuó el intercambio.
En la conversación, el Pontífice resaltó que «cuando hacemos la paz, somos felices» y recalcó la necesidad de «Estar juntos: esto es cierto, porque ser amigos, jugar juntos, estudiar juntos nos da la felicidad de la comunidad».
«¿Han oído hoy que hay tanta guerra en el mundo?», les comentó el Papa, quien los hizo pensar:
«Esos niños a veces no tienen comida, tienen miedo de las bombas, de las cosas malas… Pero si un niño está en este lado de la guerra, y otro en este lado de la guerra -escuchen la pregunta- ¿son enemigos?», afirmó. Sus jóvenes interlocutores respondieron a coro: «¡No!». Y retomando una de las respuestas que recibió, acotó: «No es culpa suya que haya guerra».
Luego, uno de los chicos pidió a Francisco que rezara por su abuela y el Papa acogió esta petición incentivando a todos a realizar un momento de silencio.
Otro de los temas que trataron fue la amistad y el modo de tejer relaciones. Al respecto, Bergoglio aconsejó «pensar bien de los demás».
El Santo Padre agradeció a los organizadores por la invitación y manifestó su gratitud a los niños «por lo que hacen». «¡Ánimo y adelante! Todos juntos decimos: ¡ánimo y adelante!», pidió el Pontífice.
En la parte final de la charla, el presentador interpeló al Obispo de Roma sobre el motivo de convocar una Jornada Mundial de los Niños: «Hay tantos temas de actualidad, ¿por qué insistió tanto en la Jornada Mundial de los Niños? ¿Por qué? ¿Cómo se le ocurrió?», planteó.
Francisco aseguró que «uno piensa que el futuro de la humanidad está en los adultos que pueden hacer esto, aquello, lo otro… Pero no es así. El futuro de la humanidad está en las dos puntas: está en los niños y en los ancianos».
«Cuando se encuentran niños con abuelos. Y esto es algo hermoso, y tenemos que cuidar de los ancianos, de los abuelos y de los niños», aseveró. «Y ese será el futuro, agregó, porque los abuelos nos dan sabiduría, y los niños aprenden la sabiduría de los abuelos. Los abuelos tienen un pasado que nos da mucho, los niños tienen un futuro que recibe del pasado. Y por eso creo que es muy importante ayudar a los niños a crecer, a desarrollarse».
«Pero hay otra cosa», añadió el Papa, quien contó:
«Una vez leía a un escritor espiritual que decía que quería estar en los brazos de Dios como un niño en los brazos de su madre. Estoy mirando a este niño: este niño no se defiende, este niño duerme, este niño está seguro porque está en los brazos de su madre. Nosotros, con Dios, debemos ser así: seguros en los brazos de Dios como un niño en los brazos de su madre».
«Declaración de la Fraternidad de los Niños»
Un momento significativo fue la lectura y firma de la «Declaración de la Fraternidad de los Niños» por parte del Santo Padre y los niños de todo el mundo. A continuación, ofrecemos la traducción integral:
¿Qué significa realmente vivir como hermanos? En primer lugar, darnos cuenta de que somos como las raíces de un árbol milenario: nos abrazamos bajo tierra, sin darnos cuenta, en una alianza silenciosa de vida, sosteniéndonos mutuamente contra las tormentas del tiempo.
¿Y qué sería de un árbol sin sus raíces? Las raíces de nuestra humanidad se hunden en la tierra fértil de la solidaridad, crecen en el jardín del encuentro, florecen en la paz de la creación y requieren un cuidado constante, una atención constante y un trabajo incesante en el que todos debemos ser jardineros atentos.
Nuestras raíces nos recuerdan que, a pesar de la diversidad de las ramas, compartimos una misma vida, un mismo sueño, el de un mundo donde el amor sea el único fruto que pueda hacernos verdaderamente felices porque, como escribió el poeta argentino Bernardéz, «lo que el árbol tiene de florido vive de lo que tiene sepultado».
Por eso, invitamos a cada adulto y a cada niño a plantar semillas de esperanza, a hacer brotar acciones de ternura; sincronicemos nuestros corazones al ritmo del mundo, pues somos caminantes de un mismo sendero, buscadores de una misma verdad, somos una sola familia humana y juntos podemos construir un planeta donde el amor rompa todas las barreras y donde la fraternidad sea la lengua materna de todos.
Creemos de veras en los sueños: de niños soñamos con un mundo en el que todos, pero de verdad todos, podamos tener un lugar en el que sentirnos como en casa. Un lugar donde podamos ser nosotros mismos, ser vistos, queridos, acogidos y apoyados.
Soñamos con un mundo en el que todos los niños, en todas partes, puedan vivir donde reine la paz, donde sea posible crecer, estudiar, jugar, ser libres y felices.
Un mundo en el que las diferencias no sean motivo de enfrentamiento o guerra, sino que se acepten porque todos somos diferentes y eso hace que el mundo sea más bello. Un mundo donde se apoye a los débiles, sin juzgarlos; donde se espere y acompañe a los que más les cuesta seguir el ritmo y los que van por delante estén dispuestos a esperar y ayudar; donde los que tienen más posibilidades ayuden a los que tienen dificultades.
Pero no podemos hacerlo solos.
También depende de ustedes: queremos ver adultos con relaciones positivas y serenas, cimentadas en la acogida, la inclusión, el diálogo, el respeto, el perdón y la solidaridad.
Queremos ver que son capaces de la amistad gratuita, la que ayuda a escalar las montañas del miedo, la tristeza, las dificultades y la soledad.
Muéstrennos que la amistad sincera supera el agobio, el aislamiento, el miedo a sentirse inadaptados.
Muéstrennos que son verdaderamente «hermanos de todos», sin distinción por su nacimiento, su situación económica, sus creencias religiosas, su educación o su etnia. Estamos dispuestos a ser amigos de todos, de todos, como nos enseñó Jesús, que es el Amigo más especial.
Ayúdennos a cumplir estos sueños nuestros en un mundo mejor, donde tengamos la
posibilidad de un futuro, sin que el futuro destruya poco a poco todos nuestros sueños.
Déjennos caminar junto a ustedes, adultos, que nos acompañan, por este camino de paz y comprensión, de fraternidad y crecimiento, de acogida y esperanza.
Sólo así, cuando juntos tengamos las manos sucias de tierra y el corazón lleno de cielo, nos descubriremos felices, nos descubriremos verdaderamente humanos, hermanos de todos y guardianes de la casa común.
SEBASTIÁN SANSÓN FERRARI