El Santo Padre recibe a los participantes de la Escuela de verano de Astronomía del Observatorio Vaticano y recuerda que el deseo de comprender el universo, creado por Dios, y nuestro lugar en él, es común a todos los hombres
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El trabajo del científico requiere gran compromiso, que puede ser largo y cansado. Aún con eso puede y debe ser un torrente de alegría. Así lo ha indicado el papa Francisco en la audiencia a los participantes de la Escuela de verano de Astronomía del Observatorio Vaticano, organizado por los padres jesuitas.
La cualificada participación de personas procedentes de varios países y diferentes culturas –ha observado el Santo Padre– es signo de cómo la diversidad puede enriquecer también el trabajo de investigación en el ámbito científico.
El papa Francisco ha querido dar las gracias al vice director del Observatorio y a los profesores por acompañar a los jóvenes astrónomos “en la compleja y maravillosa actividad de escrutar el universo, don incomparable del Creador”.
De este modo, el Pontífice ha precisado que el hecho de que se reúnen en esta escuela de verano muestra que “el deseo de comprender el universo, creado por Dios, y nuestro lugar en él, es común a hombres y mujeres que viven en contextos culturales y religiosos diferentes”. Al respecto ha precisado que todos nosotros vivimos bajo el mismo cielo y todos somos movidos por la belleza que se revela en el cosmo y se refleja también en nuestros estudios sobre cuerpos y sustancias celestes.
A propósito del tema de estudio de esta 15ª escuela de verano, que se ocupa del estudio del agua en el sistema solar, el Santo Padre ha subrayado que “todos sabemos lo esencial que es el agua en la tierra”. El agua –ha aseverado– nos fascina con su poder y al mismo tiempo con su humildad. Por eso ha recordado que las grandes civilizaciones comenzaron a lo largo de los ríos, y también hoy el acceso al agua pura es un problema de justicia para el género humano, ricos y pobres.
El Papa ha deseado a los presentes que cultivan la alegría “que anima vuestro trabajo científico, y que es la razón por la que no podéis hacer otra cosa que compartila con vuestros amigos, familias, naciones, como también con la comunidad internacional de los científicos con los que trabajáis”. Del mismo modo ha exhortado a que experimenten siempre la alegría de la investigación y del compartir los frutos, con humildad y fraternidad.
Tal y como ha recordado Francisco, el papa León XIII fundó el Observatorio Vaticano en 1891, hace 125 años, también para confirmar cuánto la Iglesia era amiga de la “verdadera y fundada ciencia, tanto humana como divina”. En estos años, tan institución científica se ha esforzado “por realizar las finalidades para la que ha sido querida, sirviéndose de nuevos instrumentos, como también del diálogo y del debate con otros centros de investigación”.