Los que se sienten descartados pueden acabar en formas humanamente degradantes de malestar social, por eso es necesario «ocuparse de los jóvenes que no han tenido oportunidades o proceden de situaciones sociales desfavorecidas». Palabras del Papa al recibir a la Confederación Nacional de Formación Profesional italiana. Francisco afirmó: Una buena formación profesional es un antídoto para el abandono escolar.
3 de mayo 2024.- “Una buena formación profesional es un antídoto para el abandono escolar y una respuesta a la demanda de trabajo en diversos sectores de la economía”. Lo dijo el Papa Francisco a la Confederación Nacional de Formación y Actualización Profesional italiana, recibida en audiencia con motivo de su 50 aniversario este viernes 3 de mayo. Al expresarles su gratitud por el servicio que realizan, inspirado en la doctrina social de la iglesia y en la variada espiritualidad de institutos religiosos que tienen en su carisma el servicio a los jóvenes a través de la formación profesional, el Pontífice les ofreció algunas reflexiones, precisamente sobre los jóvenes, la formación y la profesión.
Ocuparse de los más desfavorecidos
Los jóvenes, observó el Papa, “siempre llenos de talentos y potencialidades”, son también particularmente vulnerables, tanto por ciertas condiciones antropológicas como por diversos aspectos culturales de la época en que vivimos. En particular los que no estudian ni ejercen ninguna actividad están expuestos a vientos de la dispersión y degradación, por lo que ante estas situaciones es necesario tomar conciencia de que el abandono escolar y formativo es “una tragedia”. Es importante, señaló el pontífice, “construir un relevo generacional en el que las competencias de los que salen estén al servicio de los que se incorporan al mercado laboral”. Y, porque “no todos han recibido el apoyo indispensable de la familia y de la comunidad cristiana, y los que se sienten descartados pueden acabar en formas humanamente degradantes de malestar social”, es necesario ocuparse de los jóvenes que no han tenido oportunidades o proceden de situaciones sociales desfavorecidas.
Superar la tecnofobia y la tecnocracia
En lo que respecta a la formación, que indica un compromiso indispensable para generar futuro, el Papa constató en primer lugar las transformaciones del trabajo cada vez más complejas debido a las nuevas tecnologías y a la evolución de la inteligencia artificial, y afirmó que en este sentido se está llamados a rechazar las tentaciones de “la tecnofobia”, es decir, el miedo a la tecnología que conduce a su rechazo”, y de “la tecnocracia”, es decir, la ilusión de que la tecnología puede resolver todos los problemas”. La opción, por el contrario, es «invertir recursos y energía», debido a que la transformación del trabajo requiere una formación continua, creativa y siempre actualizada. Al mismo tiempo, también lo es esforzarse por devolver la dignidad a ciertos empleos, especialmente los manuales, que siguen estando socialmente poco reconocidos. Además, porque “una buena formación profesional no se improvisa”, y “junto a las competencias técnicas son importantes las virtudes humanas”, se necesita un fuerte vínculo con las familias, como en cualquier tipo de experiencia educativa; y una relación sana y eficaz con las empresas, dispuestas a colocar a los jóvenes en ellas.
“Una buena formación profesional es un antídoto para el abandono escolar y una respuesta a la demanda de trabajo
en diversos sectores de la economía.”
Es posible combinar trabajo y vocación
“La profesión” nos “define”, según el pontífice, de ahí la tercera palabra sobre la que ofreció su reflexión. Fue el caso de Jesús, reconocido como el «hijo del carpintero» (Mt 13,55) o simplemente como «el carpintero» (Mc 6,3). Hoy en día asistimos “a una degradación del significado del trabajo”, observó el Papa al afirmar que este “aspecto fundamental de nuestra vida y de nuestra vocación” se interpreta más en relación con ganar dinero que «como expresión de la propia dignidad y contribución al bien común”. Por ello indicó la importancia de que los itinerarios formativos estén al servicio del crecimiento integral de la persona, en sus dimensiones espiritual, cultural y formativa del trabajo. Y subrayó:
Cuando uno descubre que Dios le llama a algo, que está hecho para ello -puede ser la enfermería, la carpintería, la comunicación, la ingeniería, la enseñanza, el arte o cualquier otro trabajo-, entonces podrá sacar a relucir sus mejores capacidades de sacrificio, generosidad y entrega.
Y porque “una buena formación profesional permite realizar un trabajo y, al mismo tiempo, descubrir el sentido del propio ser en el mundo y en la sociedad”, al finalizar su discurso agradeció nuevamente a la confederación su creatividad, con la que “demuestran que es posible combinar el trabajo y la vocación de una persona”.
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