El Supremo Patriarca Budista le recibe como «un viejo amigo del pueblo Thai».
En su primer discurso en Tailandia, pronunciado ante las autoridades y retransmitido por televisión a todo el país, el Papa Francisco ha denunciado el jueves la intolerable situación de «todas aquellas mujeres y niños de nuestro tiempo que son particularmente vulnerados, violentados y expuestos a toda forma de explotación, esclavitud, violencia y abuso».
El Santo Padre había sido recibido con honores militares en la espectacular Casa del Gobierno –construida en estilo gótico veneciano y engalanada con banderas vaticanas– y saludado con «alta admiración» por el primer ministro y general retirado Prayut Chan-o-cha.
El jefe del gobierno destacó el esfuerzo de Francisco por la armonía cívica, la erradicación de la pobreza, la protección del medio ambiente y la promoción de la paz «en todas las esquinas del mundo», y reconoció que «el liderazgo de Su Santidad en estas materias proporciona inspiración a todos los pueblos, con independencia de su fe y su bagaje social».
Consciente de dirigirse un país orgulloso de no haber sido nunca colonia occidental y de su religión budista, que comparte el 95 por ciento de los ciudadanos, el Papa ha elogiado la creación de «una Comisión Ético-Social en la que han invitado a participar a las religiones tradicionales del país», incluida la católica, que supone menos del 0,5 por ciento de la población.
Tas abordar el espinoso problema de la esclavitud femenina e infantil en un país que recibe muchos ingresos de turismo sexual, incluido el abuso de menores, Francisco ha manifestado su «reconocimiento al gobierno tailandés por sus esfuerzos para extirpar este flagelo, así como a todas aquellas personas y organizaciones que trabajan incansablemente para erradicar este mal y ofrecer un camino de dignidad».
En una zona geográfica que ha visto el éxodo masivo de vietnamitas en el siglo pasado y la violenta expulsión de más de medio millón de personas de la etnia minoritaria musulmana rohinyá en Myanmar, el Papa ha pedido ayuda para los refugiados e inmigrantes.
Según Francisco, «hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan ‘artesanos de la hospitalidad’, hombres y mujeres comprometidos con el desarrollo integral de todos los pueblos dentro de una familia humana que se comprometa a vivir en la justicia, la solidaridad y la armonía fraterna».
Amigo del pueblo Thai
Poco después de su encuentro con las máximas autoridades de Tailandia, el Papa era recibido como invitado de honor por el Supremo Patriarca Budista, quien recordó en su discurso las visitas de los reyes Rama V al papa León XIII en 1897, Rama VII a Pío XI en 1934 y Bhumibol Rama IX a San Juan XXIII en 1960.
Recordando, además, la precedente visita de san Juan Pablo II en 1984 al hermoso templo budista en que se celebraba el encuentro, el Supremo Patriarca ha concluido: «La visita de Su Santidad no es, por tanto, la de un nuevo amigo sino la de un viejo amigo del pueblo Thai».
Conmovido por la hospitalidad de su anfitrión, un monje de gran talla intelectual y 92 años de edad, Francisco ha dado sinceramente «las gracias a este pueblo porque, desde la llegada del cristianismo a Tailandia, hace unos cuatro siglos y medio, los católicos, aun siendo un grupo minoritario, han disfrutado de libertad religiosa y han vivido en armonía con sus hermanos y hermanas budistas».
En un salón de extraordinaria belleza decorativa y perfumado con el aroma de rosas frescas, el Papa ha invitado a los líderes religiosos a favorecer la «cultura del encuentro» y a «animar y sostener a los que resultan siempre más perjudicados por la división». En ese cuadro es muy importante «que las religiones se manifiesten cada vez más como faros de esperanza, en cuanto promotoras y garantes de fraternidad».
Como el encuentro tenía lugar en un templo, todos los asistentes iban descalzos. Los prelados del Vaticano, vestidos de sotana blanca, llevaban todos calcetines de ese color, excepto el Papa, que los lleva siempre negros y el cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, que prefirió los rojos.
La intensa mañana del Santo Padre ha incluido también una larga visita al Hospital Saint Louis, celebrada en un clima de familia y de fiesta, al que se sumaron incluso jóvenes Mormones de Estados Unidos que realizan sus dos años de trabajo misionero.
La llegada del Papa de verdad -pues en el jardín llevaba ya varios días una estatua muy realista con la que la gente se ha hecho miles de selfies- ha desatado el entusiasmo entre las familias de los enfermos que le esperaban en la calle y a la entrada, los pacientes infantiles con los que se reunió en el cuarto piso y los 700 médicos, enfermeros, religiosas y personal sanitario de varios centros católicos reunidos en el extenso salón de actos.
Francisco les ha dado las gracias por «un servicio que puede resultar pesado y agotador» y les ha invitado a «mirar al paciente y llamarlo por su nombre» en un trabajo vivido con «piedad especial» cristiana, la característica del centro desde que fue fundado por el arzobispo de Bangkok Louis Vey hace nada menos que 120 años. A continuación, el Santo Padre ha visitado en privado a cuarenta enfermos.
El Papa está leyendo todos sus discursos en español, y en los encuentros privados le acompaña como traductora su prima segunda Ana Rosa Sívori, misionera salesiana en Tailandia desde hace cincuenta años.
El programa de la tarde incluye una visita oficial al rey Rama X –coronado el pasado mes de mayo–, en el Palacio Real, y una misa en el Estadio Nacional para 65.000 personas, incluidos 4.500 católicos que han viajado desde Vietnam.
Juan Vicente Boo/ABC
(Foto: EFE/EPA/Diego Azubel)