En su carta apostólica para finalizar el Año Jubilar, el Santo Padre hace una serie de propuestas concretas para que la misericordia no sea “un paréntesis en la vida de la Iglesia”
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Misericordia et misera, las dos palabras que san Agustín usa para comentar el encuentro entre Jesús y la adúltera, son las elegidas por el papa Francisco para dar nombre al documento conclusivo del Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia. Una carta apostólica en la que pide que la misericordia no sea “un paréntesis en la vida de la Iglesia”. El Papa pide “iniciativas creativas” y recuerda que “es el momento de dejar paso a la fantasía de la misericordia”. Además, da indicaciones precisas sobre cómo concretar esta misericordia.
Dando las gracias a los “misioneros de la misericordia”, sacerdotes que durante este año han podido perdonar pecados reservados a la sede apostólica, el Papa indicado que este ministerio extraordinario no cesará con la clausura de la Puerta Santa. Así, desea que “se prolongue todavía, hasta nueva disposición, como signo concreto de que la gracia del Jubileo siga siendo viva y eficaz, a lo largo y ancho del mundo”.
Por otro lado, “para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios”, de ahora en adelante Francisco concede a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, “la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado de aborto”.
Asimismo, en el Año del Jubileo el Pontífice había concedido a los fieles, que por diversos motivos frecuentan las iglesias donde celebran los sacerdotes de la Fraternidad San Pío X, fundada por Marcel Lefebvre y que no acepta el Concilio Vaticano II, la posibilidad de recibir válida y lícitamente la absolución sacramental de sus pecados. “Por el bien pastoral de estos fieles”, y “confiando en la buena voluntad de sus sacerdotes”, para que se pueda recuperar con la ayuda de Dios, la plena comunión con la Iglesia Católica, el Santo Padre establece que esta facultad “se extienda más allá del período jubilar, hasta nueva disposición, de modo que a nadie le falte el signo sacramental de la reconciliación a través del perdón de la Iglesia”.
Además, el Santo Padre considera oportuno que cada comunidad, en un domingo del Año litúrgico, “renovase su compromiso en favor de la difusión, conocimiento y profundización de la Sagrada Escritura”. Un domingo –precisa– dedicado enteramente a la Palabra de Dios para comprender la inagotable riqueza que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo.
Finalmente, el papa Francisco instituye el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, es decir, el domingo anterior a Cristo Rey, la Jornada mundial de los pobres.
Rocío Lancho García
Foto: Confesionario
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