Les invita con decisión: «¡Continuad abriendo nuevos corredores humanitarios para los refugiados»
El milagro de armonía y bondad que crece en torno a la Comunidad de San Egidio ha conmovido al Papa Francisco en su visita al Trastévere para celebrar el 50 aniversario del movimiento con el fundador, los responsables y las personas a las que ayudan: refugiados, inmigrantes ancianos, pobres…
Francisco ha saludado a algunos enfermos nada más entrar en la basílica de Santa María en Trastévere, donde la emoción ha llegado al máximo con testimonios como el de Jafar, un refugiado de 15 años, huido de Siria con su madre y llegado a Italia desde Líbano en uno de los «corredores humanitarios».
La metralla de una bomba caída en Damasco dejó ciega a su madre mientras intentaba proteger a su otro hijo pequeño, por lo que «ahora yo soy sus ojos y hablo también por ella».
El fundador de la comunidad, Andrea Riccardi, ha agradecido al Papa su impulso «a salir a las calles, fuera de las instituciones, de las sacristías y los planes pastorales, de la autorreferencialidad y el egocentrismo, de modo que un gran pueblo se ha puesto en camino».
Aunque no ha querido mirar atrás sino hacia el futuro, los logros acumulados en medio siglo son impresionantes, desde los acuerdos de paz en varios países hasta el mantenimiento del «espíritu de Asís» -los encuentros interreligiosos de oración iniciados por san Juan Pablo II-, los corredores humanitarios, la ayuda a miles de pobres, los programas de formación de miles de muchachos en países en crisis…
Francisco, a su vez, ha vuelto a resumir el carisma de la comunidad en tres palabras: «plegaria, pobres y paz», tan necesarias ahora como hace 50 años, cuando el historiador Andrea Riccardi empezó a reunir en Roma un grupo de estudiantes de secundaria que querían cambiar el mundo.
El Papa saluda a un joven sirio. (Foto: Efe)
El Papa ha lamentado que «el mundo de hoy está con frecuencia dominado por el miedo. Y los temores se concentran con frecuencia en el extranjero, en quien es distinto de nosotros, o en los pobres como si fuesen enemigos. La atmósfera de miedo puede contagiar también a los cristianos».
Con mucha fuerza, el Santo Padre les ha animado a «continuar al lado de los ancianos, a veces descartados, que para vosotros son amigos. ¡Continuad abriendo nuevos corredores humanitarios para los refugiados de la guerra y del hambre! ¡Los pobres son vuestro tesoro!».
Todo el encuentro se ha caracterizado por un ambiente de familia, por una llamativa sintonía entre las personas que prestan ayuda y las personas que las reciben, y que, a su vez, intentan ayudar a otras, redescubriendo así la propia dignidad.
Era una fiesta interior, celebrada en un clima de absoluta humildad, sin ningún atisbo de complacencia o vanagloria. Era la continuidad de un milagro humilde iniciado el 7 de febrero de 1968 en Roma.
Juan Vicente Boo. Roma (ABC)