El Papa Francisco recibe al equipo del programa pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) que desde hace 25 años acompaña a hombres y mujeres que han perdido a un hijo, especialmente por la interrupción de un embarazo: «Gracias por su servicio a las personas cuyo sufrimiento es indescriptible. El mal no tiene la última palabra».
Ciudad del Vaticano, 30 de octubre 2024.- “Gracias” es la primera palabra que el Papa Francisco dirige a los miembros del Grupo Proyecto Esperanza, activo en el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), recibida hoy, 30 de octubre, en una audiencia en el Vaticano con motivo del 25 aniversario de su nacimiento. Se trata de un programa pastoral que busca acompañar a mujeres u hombres que han perdido un hijo antes de nacer, especialmente a causa de un aborto inducido, a reconocer – junto con las consecuencias post-aborto – la mirada misericordiosa de Dios sobre su vida. De hecho, Francisco expresa su gratitud por el «servicio a personas cuyo sufrimiento es indescriptible».
La pedagogía del Evangelio
“La llegada de cada recién nacido – afirma el Pontífice en su discurso – suele ser sinónimo de una alegría que nos invade de manera misteriosa y que renueva la esperanza. Es como si percibiéramos, sin poder explicarlo, que cada niño es un anuncio del nacimiento de Belén». Dios mismo «en la pedagogía de su Evangelio», el de Mateo, subraya el Papa, «ha querido hacernos partícipes de un dolor que, siendo la antítesis de esta alegría, nos sacude hasta lo más profundo: ‘Se oye una voz de Rama, lamento y llanto amargo: Raquel llora a sus hijos, no quiere ser consolada porque ya no están’”.
Los gemidos de los niños y el llanto de las madres
Este pasaje, según un autor antiguo citado por Santo Tomás, subraya Francisco, hablaba de un «primer gemido» en referencia a los niños, «los santos inocentes», cuyo dolor «cesó con la muerte». Mientras que «el llanto amargo» fue interpretado como «el lamento de las madres que ‘siempre se renueva con la memoria'».
Nunca pierdan la esperanza
“El pasaje de San Mateo – añade el Papa Francisco – continúa con la huida a Egipto, casi como si dijera que un mal tan grande aleja a Jesús de nosotros, le impide entrar en nuestra casa, encontrar un lugar en nuestra posada”. Sin embargo, esto no debe llevar a «perder la esperanza», afirma el Pontífice: «El mal no tiene la última palabra, nunca es definitiva. Como el ángel del sueño de San José, Dios nos anuncia que, después de este desierto, el Señor recuperará la posesión de su casa».
Como ángeles
Para muchas personas, dice el Papa al equipo de Proyecto Esperanza, «ustedes son como ese ángel, y realmente se los agradezco». “Confíen – concluye – en la mano firme de San José para que estos hermanos nuestros puedan encontrar a Jesús en la desolación. Con Él llegarán al lugar cálido y seguro de Nazaret».
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