En un encuentro con 900 superioras religiosas, Francisco responde que es posible instituir una comisión que estudie cómo era el diaconado femenino en la Iglesia primitiva
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- El papa Francisco concedió el jueves 12 de mayo una audiencia en el Vaticano a unas 900 religiosas de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), reunidas en asamblea plenaria. Respondiendo a las preguntas de las religiosas, el Papa afirmó que se podría crear una comisión que estudie la posibilidad del diaconado para las mujeres.
El diaconado hoy es el primer grado del orden sagrado que permite leer o cantar el Evangelio durante la misa y la predicación, administrar el bautismo, asistir el matrimonio, realizar la bendición eucarística, celebrar las exequias. El Catecismo de la Iglesia Católica indica: “La doctrina católica, expresada en la liturgia, el magisterio y la práctica constante de la Iglesia, reconoce que existen dos grados de participación ministerial en el sacerdocio de Cristo: el episcopado y el presbiterado. El diaconado está destinado a ayudarles y a servirles. Por eso, el término sacerdos designa, en el uso actual, a los obispos y a los presbíteros, pero no a los diáconos. Sin embargo, la doctrina católica enseña que los grados de participación sacerdotal (episcopado y presbiterado) y el grado de servicio (diaconado) son los tres conferidos por un acto sacramental llamado “ordenación”, es decir, por el sacramento del Orden”.
El Santo Padre ha precisado que cuando se habla de las mujeres diáconos en los primeros siglos de la Iglesia, no se sabe realmente qué papel desarrollaban y sobre todo si habían sido ordenadas o no. “¿En cuanto a crear una comisión oficial que pueda estudiar la cuestión?”. Creo que sí, ha respondido el Pontífice. “Creo que hará bien a la Iglesia aclarar este punto; estoy de acuerdo y hablaré para hacer algo de este tipo”, ha concretado
En la audiencia, el Papa les recordó también la necesidad de evitar una especie de comercio para dar los sacramentos, y les instó a custodiar el valor de la pobreza que protege de los errores y de la pérdida de carismas, aunque reconoció que no hay que menospreciar la administración de los bienes.
El Santo Padre advirtió también del peligro de volverse una activista social o una momia, porque cada consagrada debe tener una vida mística.
Francisco, dirigiéndose a las presentes reunidas en el Aula Pablo VI, concluyó invitando a dar un espacio justo al reposo, a consultar a las hermanas ancianas o a las enfermas atendidas en los conventos porque, dijo, son la memoria del Instituto, con su experiencia y sabiduría.