Nelson, panameño, ha coordinado un equipo de 100 personas en la Jornada Mundial de la Juventud de su país. El portugués Tomás, también voluntario en Panamá, mira ya a la de Lisboa 2022. Así han vivido sus protagonistas la JMJ post-Sínodo
Al llegar a su alojamiento el domingo a última hora de la tarde panameña, el portugués Tomás Virtuoso, de 25 años, debería de haberse sentido totalmente agotado. Era lo esperable después de una semana de trabajo casi ininterrumpido como voluntario en la Jornada Mundial de la Juventud. Pero «no hay cansancio que resista al hecho de que hoy ha sido uno de los días más felices de mi vida –confesaba a Alfa y Omega–. ¡He hablado con el Papa!». Después de la Misa final en el Campo San Juan Pablo II, los encargados de seguridad lo llamaron a él y a un grupo de compatriotas que festejaban en el escenario que la JMJ de 2022 será en Lisboa. Los llevaron hasta el cortejo papal, y allí «el Santo Padre nos dijo que estaba muy contento; y que, ahora, ¡a trabajar! Nos dio mucha fuerza».
Como viene siendo costumbre, la JMJ volverá a Europa después de celebrarse en otro continente. Y lo hará tras mostrar al mundo la realidad de una Iglesia centroamericana «que está un poco en las periferias existenciales»; una Iglesia perseguida por su compromiso con los últimos –la figura de san Óscar Romero centró el discurso del Papa a los obispos centroamericanos– y que ha escuchado la llamada de Francisco a «acercarnos más a los migrantes y a los pueblos que sufren persecución».
Habla Nelson Muñoz, un voluntario panameño que se siente bastante orgulloso de cómo la JMJ ha logrado transmitir el rostro de la Iglesia en esta región, «haciendo partícipes a las comunidades indígenas» y mostrando, en el vía crucis del viernes, las heridas que desfiguran ese rostro mestizo: la violencia contra las mujeres, la migración forzada, el terrorismo, la corrupción, la desigualdad, los conflictos que se prolongan décadas o la destrucción del entorno natural.
Pasión contagiosa
Con mirada europea, son otras características de América Latina las que Tomás se va a traer de vuelta a casa. En Panamá –se sincera– la organización pudo ser mejor. «Pero los latinoamericanos tienen el corazón bien centrado: en Cristo. Nosotros damos mucha importancia a la eficacia, pero hemos perdido la capacidad de mostrar cómo Dios puede cambiar nuestra vida. Creo que en Europa estamos llamados a vivir la fe con más pasión y autenticidad. Necesitamos volver a encender esa llama. No la de una fe reaccionaria o que no pueda convivir con otras convicciones, sino una fe que forme una Europa católica de futuro».
También que ilumine desafíos como el de las migraciones, que preocupan mucho a este joven. Está terminando un máster en Economía Política con el sueño de «trabajar algún día por el bien común». Y, de momento, ha gestionado la acogida a una familia musulmana siria, de la que se han hecho cargo, pagándoles el alquiler, los jóvenes de los Equipos de Nuestra Señora, su movimiento. «El Papa nos recuerda que quien no acoge al extranjero no es capaz de acoger a Cristo. Y el Evangelio en esto es muy claro. Al mismo tiempo, Francisco también dice que debemos cuidar y preservar nuestra cultura, nuestras raíces. Pero se pueden hacer las dos cosas».
Quien previsiblemente será el anfitrión de la próxima JMJ, el obispo y patriarca de Lisboa, Manuel Clemente, cree que será una gran oportunidad para este reavivamiento de la fe en el Viejo Continente. El domingo, explicó en rueda de prensa que su candidatura coincide con un renacimiento de la pastoral juvenil en Portugal. Puso como ejemplo la Misión País, una iniciativa anual del movimiento de Schönstatt que estos días lleva a más de 3.000 universitarios a 60 localidades para evangelizar y hacer labores sociales. Tomás coincide con el diagnóstico de su obispo; él mismo ha visto crecer en los últimos años su movimiento y otras realidades. Pero sin triunfalismos: «Tiene que ir a más. Tenemos que ayudar a nuestros jóvenes a profundizar en su fe para que esta sea más sólida y estructurada», capaz de atraer a tantos otros coetáneos con sed de espiritualidad pero que no se plantean la religión católica como respuesta.
«¡Quién lo iba a decir!»
Otro rasgo de la Iglesia centroamericana que ha impactado al joven portugués es que «es una Iglesia que realmente trabaja en conjunto». No lo ha constatado solo ahora: también en marzo de 2018, cuando participó en Roma en el encuentro para preparar el Sínodo de los obispos sobre Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, del pasado otoño. Tomás estuvo en un grupo de lengua española, y le impresionó ver cómo todos los latinoamericanos manejaban y citaban los documentos en los que el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) establece líneas comunes para todo el continente. «Además, se deja mucho espacio para que los laicos asuman responsabilidades».
No solo los laicos. En esta JMJ Nelson ya ha visto los frutos de la llamada que hacía el Sínodo a dar protagonismo a los jóvenes. En las palabras del Papa, que lo citó varias veces y, sobre todo, en los hechos: «Se nos han encomendado responsabilidades fuertes en la organización», explica. Él mismo, a sus 26 años, ha coordinado a un equipo de 100 voluntarios encargados de las redes sociales en 22 idiomas «de un evento equiparable a un mundial de fútbol. ¡Quién me lo iba a decir cuando fui a la JMJ de Río!», bromea. Nelson cree que esta apuesta ha dado como fruto «una Iglesia panameña renovada, con miles de jóvenes capaces de asumir distintos roles en su seno. El arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa, ya ha manifestado que hay muchos proyectos nuevos en los cuales podrán seguir trabajando. La JMJ de verdad empieza ahora».
No a una pastoral de balones
Y, ¿cómo será la primera Jornada Mundial de la Juventud organizada íntegramente después del Sínodo, y con la exhortación postsinodal del Papa en la mano? Tomás ya tiene ideas, pero cree que el mayor desafío será que la jornada de 2022 ayude a dar forma a una pastoral juvenil «que preste más atención a los procesos, antes que a la meta. Esta pastoral puede y debe tener grandes eventos como las jornadas, que son un suplemento. Pero tiene que haber mucho más acompañamiento para que los jóvenes hagan camino, en vez de dejar que en una cita así se inflen como un balón, solo para desinflarse hasta la siguiente».
En esta preparación, en la que se nota que quiere implicarse a fondo, le alimentará todo lo vivido en Panamá. Sobre todo la homilía del Papa en la Misa de clausura, minutos antes de saludarlo. «Me ha tocado mucho –confiesa el joven– que la palabra que más ha repetido ha sido “hoy, hoy, hoy”. La santidad es una realidad de hoy, no del pasado ni del futuro. Me ha emocionado escuchar que yo, con mis fragilidades, estoy llamado hoy a abrir mi mirada, a hacer cosas grandes. El mundo nos hace vivir mal con nuestro pasado, temer al futuro» y tener una visión hedonista del presente. «El Papa habla de un hoy constructivo, abierto a los otros, que tenga raíces, sepa dónde quiere ir y dé fruto». A esta reflexión se suma, como despedida, el consejo que le da Nelson a él y a los jóvenes portugueses que prepararán la JMJ de Lisboa: «Que disfruten cada momento. No es un trabajo fácil. Pero que se rían mucho, trabajen bastante y lo hagan con alegría, fiándose del plan de Dios».
María Martínez López
Imagen: Jóvenes portugueses celebran
el anuncio de la JMJ de Lisboa 2022.
Abajo, Tomás (de blanco) con el Papa.
(Foto: Panamá 2019/Cristian Urriola)