En una carta enviada al campamento de verano organizado por el vicariato apostólico, Francisco exhortó a los jóvenes de las diversas comunidades cristianas del país que participaron a ir «siempre adelante con alegría y esperanza» y a no desanimarse ante la adversidad. Mons. Ilgit: el Santo Padre está muy interesado en nuestra situación, especialmente desde el terremoto del año pasado.
Ciudad del Vaticano, 17 de agosto 2024.- Llegaron a Trebisonda (Turquía) procedentes de las distintas comunidades del vicariato apostólico de Anatolia para participar en el campamento de verano 2024, organizado del 10 al 15 de agosto en la iglesia de Santa María, donde fue asesinado el padre Andrea Santoro el 5 de febrero de 2006. Unos sesenta jóvenes se reunieron para vivir juntos momentos de reflexión, oración y actos culturales, dirigidos por monseñor Antuan Ilgit, obispo auxiliar del vicariato, asistido por religiosos maristas y capuchinos y 14 religiosas del Instituto del Verbo Encarnado.
El Papa les expresó su cercanía en una carta, animándoles a ir «siempre adelante con alegría y esperanza» y a comprometerse «en la construcción de un mundo más justo, más fraterno y más bello». «Siempre es bueno estar juntos para rezar, conocernos y compartir», escribió el Pontífice.
Un regalo inesperado para los jóvenes fue la misiva de Francisco, que monseñor Ilgit tradujo al turco para leerla a todos los participantes en el encuentro.
Los jóvenes quisieron dar las gracias al Papa escribiéndole a su vez, explica monseñor Ilgit a los medios de comunicación vaticanos, que pronto harán llegar el texto.
¿Cuál es el balance de las jornadas dedicadas a los jóvenes?
En nuestro Vicariato organizamos dos grandes encuentros, uno coincide con la fiesta de la Conversión de San Pablo, que celebramos en Tarso, y el otro coincide con la fiesta de los santos Pedro y Pablo, el 29 de junio, y lo organizamos en Antioquía, porque el Vicariato es muy grande, tan grande como Italia. Los jóvenes no tienen la oportunidad de encontrarse y, por eso, al organizar estos dos encuentros, les damos la oportunidad de verse, de intercambiar ideas y también de hacer amigos. Este año, los chicos me pidieron que les llevara fuera de la zona del terremoto, así que elegimos el Mar Negro, la otra punta de Turquía, también del Vicariato, y nos trasladamos a Trebisonda, donde el padre Andrea Santoro fue asesinado hace muchos años. El encuentro comenzó el 10 de agosto y duró cinco días. Participaron muchos jóvenes autóctonos, cristianos del Vicariato Apostólico, pero también muchos refugiados cristianos. Reflexionamos un poco sobre las palabras de María en su encuentro con el ángel Gabriel – «Hágase en mí según tu palabra» – con muchos momentos de silencio, de reflexión, de compartir, pero también con juegos, también hicieron teatro. También visitamos lugares significativos para el cristianismo, ahora utilizados como museos o transformados en mezquitas.
Con ocasión de este encuentro ha recibido una carta del Papa…
Desde el terremoto, el Santo Padre se ha interesado mucho por el Vicariato Apostólico de Anatolia y siempre ha querido estar informado de la situación, pero también de nuestras actividades relativas a la juventud, a los jóvenes. Así que le avisé de este encuentro y quiso escribir dos líneas para animar a los jóvenes. La carta, que traduje al turco y compartí con los jóvenes, animó mucho a todo el campamento.
¿Qué escribió el Papa?
Escribió que se alegraba de saber que los jóvenes se reunían para rezar y reflexionar y les animaba a mirar hacia adelante con esperanza, sin desanimarse.
¿Cómo recibieron los jóvenes estas palabras?
Los jóvenes reflexionaron sobre la carta, también porque sabían que al otro lado del Mar Negro está Ucrania y que hay un gran conflicto y luego, también cerca de sus casas, está Siria y también está la cuestión Israel-Gaza. Reflexionamos sobre la guerra, sobre la paz, animados también por las palabras del Santo Padre. Al final, de manera sinodal, le escribieron una carta, que le enviaré en cuanto tenga ocasión.
¿Qué escribieron los jóvenes al Papa?
Los jóvenes se alegraron mucho de recibir la carta. Expresaron su alegría escribiendo que la habían leído con gran gratitud, que para ellos era un gran honor y una fuente de fuerza experimentar su cercanía espiritual, y que se encomendaban a sus oraciones.
¿Puede hablarnos de la realidad juvenil en el Vicariato Apostólico de Anatolia?
Tenemos muchos jóvenes de familias cristianas. Turquía ha recibido muchos refugiados en los últimos años. Entre estos refugiados, muchos son cristianos de Siria, Irak, pero también de Irán. Así que el número de jóvenes refugiados cristianos ha superado ya al de jóvenes autóctonos. Así que también nos sentimos responsables de la atención pastoral de estos refugiados, que además son destinados a ciudades que no tienen comunidades cristianas. Por eso intentamos organizar estos encuentros, para que los refugiados puedan ir a lugares donde están sus coetáneos, los cristianos locales. Y la participación de estos refugiados enriquece mucho la vida de nuestros jóvenes, porque ven la realidad actual, cómo va el mundo con sus dificultades. Pero también los refugiados, al conocer a sus coetáneos autóctonos, se sienten parte de la Iglesia de la que temporalmente forman parte.
¿Qué espera de los jóvenes?
La esperanza es que estos jóvenes se queden en Turquía, que sigan en la Iglesia y que contribuyan al desarrollo de la Iglesia. También porque el futuro de la Iglesia en Turquía son precisamente estos jóvenes. No sólo el futuro; el presente y el futuro de la Iglesia en Turquía son los jóvenes. Si queremos reconstruir los edificios que se derrumbaron, la catedral que se derrumbó tras el terremoto, necesitamos precisamente estas piedras vivas, los jóvenes, su participación, su fe, para poder reconstruirlo todo y poder llevar adelante a la Iglesia en esta tierra santa de Turquía. Así pues, los jóvenes son nuestro hoy y nuestro futuro y por eso trabajamos duro con ellos, intentamos acompañarlos.
Seguro que usted también recoge los sueños de estos jóvenes, ¿qué le confían? ¿Con qué ojos miran al futuro?
Los jóvenes saben que están en un país de mayoría islámica, que forman parte de una minoría, pero no sólo quieren ser tolerados como minoría, quieren ser ciudadanos como los demás. Por eso se esfuerzan por poder trabajar en la sociedad y para la sociedad. Sus sueños siempre tienen que ver con los estudios universitarios, para poder obtener una buena educación, para poder encontrar trabajos significativos, para poder construir, como cristianos, el futuro de este país, en el que les gustaría quedarse y al que les gustaría contribuir a todos los niveles.
Tras el terremoto de 2023, ¿cuál es el compromiso de la Iglesia?
Al principio nos comprometimos con la emergencia, para poder gestionarla sin hacer distinciones. Intentamos ayudar a las comunidades cristianas, pero también a las víctimas musulmanas del terremoto o pertenecientes a otras confesiones. Ahora, en esta segunda fase, tras la primera emergencia, intentamos estar cerca con compasión y acompañar los procesos. Así que, para nosotros, es muy importante formar, educar a los jóvenes, apoyar a los cristianos en las zonas afectadas que son muy queridas para el cristianismo, especialmente la ciudad de Antioquía, la ciudad de Iskenderun. Tras el terremoto, la gente tuvo que abandonar la zona, pero estamos intentando hacer todo lo posible para reconstruirla, para que los cristianos puedan regresar a sus hogares y seguir viviendo en los lugares que les son queridos.
¿Las palabras del Papa a los jóvenes pueden dar más ánimos para afrontar el mañana?
Sí, ciertamente, porque aquí estamos bastante lejos de Roma y no siempre tenemos noticias de la Iglesia católica a nivel universal. Por eso, conocer esta atención especial del Santo Padre, que lleva especialmente a los jóvenes en su pensamiento y en su oración, nos ayuda a animar a las comunidades, pero sobre todo a los jóvenes, que de este modo no se sienten solos. Lo experimenté muy bien cuando llevé a Lisboa a un pequeño grupo de jóvenes -unos cuarenta jóvenes del Vicariato apostólico de Anatolia-. En esta experiencia, al ver cerca de un millón y medio de jóvenes de todo el mundo, se sintieron orgullosos de ser católicos, de ser cristianos, porque encontraron por primera vez la universalidad de la Iglesia, la experimentaron. La cercanía del Santo Padre tiene el mismo efecto, les reanima y les anima.
TIZIANA CAMPISI