(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Con motivo de la celebración de su fundación, Comunidad Capodarco, el Papa ha recibido el sábado 25 de febrero en audiencia a varios de sus miembros acompañados por el fundador, el sacerdote Franco Monterubbianesi y el presidente el también sacerdote Vinicio Albanesi.
Capodarco desde hace 50 años se propone dar respuesta a los problemas de los pobres y los marginados, dedicando una atención especial a los discapacitados,
Francisco les ha agradecido todo el bien que ha hecho la Comunidad “al servicio de las personas con discapacidad, de los niños, de las personas que viven en situación de dependencia y el malestar, y de sus familias”. “Ustedes han elegido estar de la parte de estas personas menos protegidas, para ofrecerles hospitalidad, apoyo y esperanza, en un intercambio dinámico. Así, han contribuido y contribuyen a mejorar la sociedad”.
El Santo Padre indicó que “la calidad de vida dentro de una sociedad se mide, en gran parte, por la capacidad de incluir a aquellos que son más débiles y más necesitados, respetando su dignidad de hombres y mujeres. Y la madurez se alcanza cuando esta inclusión no se percibe como algo extraordinario, sino normal. Incluso la persona con discapacidad y fragilidad física, mental o moral, debe ser capaz de participar en la vida de la sociedad y ayudada a poner en práctica su potencial en sus diversas dimensiones”.
“Solamente cuando –explicó el Pontífice– se reconocen los derechos de los más débiles, se puede decir que una sociedad está fundada en el derecho y la justicia. Una sociedad que diera espacio únicamente a las personas plenamente funcionales, completamente autónomas e independientes no sería una sociedad digna del hombre. La discriminación basada en la eficiencia no es menos deplorable que la efectuada basándose en la raza, el censo o la religión”.
El Papa elogió el enfoque de Capodarco que se esfuerza en responder a las necesidades de las personas teniendo en cuenta sus capacidades y sus límites sin actitudes pietistas o de mera asistencia social, para favorecer, en cambio, el protagonismo de la personas en un contexto comunitario abierto a la sociedad.
“Les animo a continuar por este camino –indicó el Pontífice– que pone en primer plano la acción personal y la participación directa de los propios discapacitados. Frente a los problemas económicos y las consecuencias negativas de la globalización, vuestra Comunidad intenta ayudar a los que pasan por duras pruebas a que no se sientan excluidos o marginados, sino a caminar en primera línea llevando el testimonio de su experiencia personal. Se trata de promover la dignidad y el respeto de cada individuo, haciendo que los “perdedores de la vida” sientan la ternura de Dios, Padre amoroso de toda criatura”.
También “las instituciones, las asociaciones y las diversas agencias de promoción social están llamadas a promover la inclusión efectiva de estas personas”. La Comunidad Capodarco, que se avale de la colaboración de familias y voluntarios, reconoce en estos “pequeños” marcados por impedimentos físicos o mentales, o por heridas del alma, a “los testigos especiales de la ternura de Dios, de los cuales tenemos mucho que aprender y que ocupan, también en la Iglesia,un lugar privilegiado”, dijo.
“Vuestra Asociación tuvo origen en las peregrinaciones a los santuarios de Lourdes y Loreto, en los que don Franco intuyó la manera de valorizar los recursos humanos y espirituales inherentes a toda persona diversamente capaz. En vuestra actividad, inapreciable para la Iglesia y para la sociedad, la Virgen Madre siempre les acompaña y continúa haciéndolo, ayudándoles a encontrar cada vez nuevas energías y a conservar siempre el estilo del Evangelio, la ternura, la bondad, la cercanía, y también el coraje, el espíritu de sacrificio, porque no es fácil trabajar en el campo del malestar personal y social.