El líder de la etnia yanomami se ha reunido hoy con Francisco, antes de la audiencia general en el Aula Pablo VI. Expuso al Pontífice la situación «calamitosa» de las tierras asediadas por actividades mineras sin escrúpulos: «Me preocupa nuestro futuro, las próximas generaciones necesitarán la selva».
Ciudad del Vaticano, 11 de abril 2024.- «No tengo miedo del hombre blanco, pero sí de las máquinas que destruyen la tierra y derriban los árboles y crean zanjas en el suelo para llevarse los minerales. Tengo miedo de que esta minería arruine nuestras comunidades, nuestros ríos, nuestra salud, nuestra supervivencia y nuestra propia riqueza. Me preocupa nuestro futuro, las próximas generaciones necesitarán la selva». Así habla a los medios vaticanos Davi Kopenawa, chamán y representante de los yanomami de Brasil, tras su encuentro privado con el Papa Francisco ayer, 10 de abril, en el estudio del Aula Pablo VI, antes de la audiencia general.
La petición de ayuda del Papa para proteger la Amazonia
«Sabía que era muy importante para mí y para la causa de mi pueblo hablar con el Papa Francisco. Fui recibido muy bien, con respeto’, relata el líder yanomami, que explica que señaló al Pontífice la situación ‘calamitosa’ en la que viven las comunidades indígenas de la Amazonia desde hace ya demasiado tiempo, una situación, dice, que ha empeorado mucho últimamente. «A pesar de que la protección de estos territorios ha sido reconocida internacionalmente, han sido invadidos continuamente porque las autoridades lo permiten – señala- ‘también ha habido autoridades que han alentado el fenómeno'». «He pedido – afirma- que el Papa interceda ante el Presidente de la República de Brasil para convencerle de que haga retirarse a los buscadores de oro y demás explotadores».
Hermano Zacquini: extraordinario don para vivir con los yanomami
El etnógrafo francés Bruce Albert, que convivió con ellos durante décadas, escribió sobre los yanomami, que viven en la frontera entre Brasil y Venezuela, en La caduta del cielo (Nottetempo, 2018), una obra que recrea su genuina forma de entender el mundo, la vida y las relaciones humanas, lejos de la lógica del lucro y la conveniencia. Esto es precisamente lo que atrajo al hermano Carlo Zacquini, de los Misioneros de la Consolata, que contactó con este grupo desde finales de los años 60 y nunca lo ha abandonado desde entonces. Es él quien acompaña a Davi en sus visitas a Italia: «Ojalá tuviera tanta fe como ellos», confiesa. «Para mí fue un regalo extraordinario estar con ellos. Desde el principio, me sorprendió cómo les trataban. Yo había ido allí con otro propósito y luego me quedé. Su sabiduría -explica- puede ser un regalo para la Iglesia universal y para todos los pueblos, porque está hecha de espontaneidad, de profunda confianza, de sentido de comunidad y de capacidad para superar las dificultades, que no faltan».
La importancia de tener líderes políticos que amen a los indios
El hermano Charles lamenta que, aunque la Iglesia local haya dado pasos de gigante, ofreciendo muchas orientaciones para la protección de este patrimonio de la humanidad, queda mucho por hacer para que se pongan en práctica los deseos del Papa expresados en la Exhortación Apostólica de hace cuatro años Querida Amazonia. Para resolver estos problemas», observa Davi, «lo importante es elegir a personas que amen a los indios y conozcan a fondo su realidad. Los políticos locales y nacionales no permiten salvaguardar la salud del pueblo yanomami, y lo mismo ocurre con otros grupos. Los terratenientes, los madereros no permiten que se respeten nuestras tierras». La denuncia de Davi se refiere también a la propia Funai (Fundación Nacional del Indio) – encargada de velar por el respeto de sus derechos, recogidos en la Constitución brasileña y en el Estatuto del Indio- que, según él, «se ha desmantelado hasta tal punto que no se puede hacer que funcione para las necesidades para las que fue creada.
La selva no puede sanar, pero es urgente hacerlo vivir
Desde los años 80 hasta hoy, Davi ha sido portavoz en el extranjero de la protección de los derechos de los indígenas y de la preservación de la selva tropical en beneficio de la humanidad. Ganador en 1989 del prestigioso Right Livelihood Award, el Premio Nobel alternativo concedido a Survival International -asociación que también fundó para promover proyectos educativos- por su «compromiso denodado, constante e inquebrantable» con los pueblos más amenazados de la Tierra, Kopenawa ha sufrido amenazas de muerte por parte de delincuentes supuestamente en connivencia con mineros ilegales que invaden el territorio yanomami. «¿Pero puede sanar la selva», le preguntamos antes de despedirle. No», responde lacónicamente, «la selva ya ha sido talado. Sólo Dios puede sanarlo. La gente no lo conseguirá». Que lo que queda se salve es la esperanza compartida de que los indios, con sus tocados de plumas y sus collares de cuentas multicolores, sean escuchados en su clamor. Está en juego esa llamada a la ecología integral de la que tanto habla el Papa Francisco, que necesita ser renovada e implorada a coro, para que crezca de estos pueblos fuera de sus fronteras una gratitud y solidaridad sentidas, no sólo la fugaz curiosidad de un elemento folclórico a fotografiar.
ANTONELLA PALERMO