El secretario de Estado del Vaticano indica que la intervención debe ser sobre todo de tipo cultural para extirpar las raíces de estos fenómenos y ayudar a las poblaciones y las personas a aceptarse recíprocamente
(ZENIT – Roma).- “El escenario mundial nos preocupa mucho porque lamentablemente vemos cómo aumentan los odios, las divisiones, las contraposiciones y es cada vez más difícil resolver estos conflictos y tratarlos según criterios de justicia, de dignidad y de solidaridad”. Así lo indica el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, respondiendo a las preguntas de los periodistas sobre la actualidad internacional, en concreto sobre Turquía y Niza.
Tal y como señala una noticia publicada en Radio Vaticano, el purpurado intervino en la presentación del Informe anual sanitario y científico del Hospital Bambino Gesù. El encuentro se celebró en la Casina Pío IV, sede de la Pontificia Academia de las Ciencias, en el Vaticano.
La ciudad francesa de Niza vivió el pasado jueves una dramática noche. Un terrorista, conduciendo un camión, atropelló a casi un centenar de personas en el paseo marítimo, donde se encontraban tras ver los fuegos artificiales con ocasión de la fiesta nacional.
A propósito de dicho atentado, indica Radio Vaticano, el cardenal manifestó que “no hay palabras”. A su parecer, es una expresión de odio puro: “ir así, a ciegas, contra personas reunidas en un momento de fiesta, masacrar niños y ancianos”. Verdaderamente –añadió– uno se pregunta qué está sucediendo.
Por esa razón, el secretario de Estado precisó que “debemos trabajar todos juntos para tratar de entender cuáles son las causas de estos fenómenos tan dramáticamente dolorosos y después, evidentemente, superarlos”.
Asimismo, aseguró que naturalmente la intervención debe suceder a varios niveles: habrá una intervención de inteligencia, porque es necesario para la seguridad, pero la intervención debe ser sobre todo de tipo cultural para extirpar las raíces de estos fenómenos y ayudar a las poblaciones y las personas a aceptarse recíprocamente, y hacer que –lo dice a menudo el Papa– las diferencias que todavía hay, se conviertan en una ocasión de enriquecimiento recíproco y no de enfrentamiento y luto.