¿Quién educa, el Estado o la familia? Según qué respuesta demos a esta pregunta «haremos dictaduras o crearemos libertad», dijo el cardenal Carlos Osoro al intervenir en el Nueva Economía Fórum
El cardenal Osoro reclamó un pacto educativo, a su juicio «necesario y urgente» para «la estabilidad de un pueblo», porque esta materia no puede quedar a merced de las preferencias ideológicas «de un partido».
El vicepresidente de la Conferencia Episcopal participó el viernes 3 en el Nueva Economía Fórum, arropado, entre otras personalidades, por el arzobispo castrense, monseñor Juan del Río; o el secretario general de la Conferencia Episcopal, José María Gil Tamayo. Entre los asistentes figuraban la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, su consejero de Políticas Sociales y Familia (Carlos Izquierdo); la defensora del pueblo, Soledad Becerril y varios embajadores.
Al día siguiente de que, por primera vez, se reunieran en la llamada mesa eclesial para el diálogo educativo los diversos agentes católicos involucrados en la enseñanza, Carlos Osoro pidió recuperar el espíritu de diálogo que caracterizó la transición española y que se alcance a cabo este pacto dentro de la legislación vigente, reconociendo el derecho constitucional de los padres a elegir «la formación religiosa y moral» que quieren para sus hijos. No se trata –matizó– de defender un privilegio eclesial, sino de defender un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos o, en el caso español, los Acuerdos con la Santa Sede, que en absoluto constituyen una excepción española, puesto que el Vaticano ha firmado tratados similares «con todos los países libres del mundo».
Hablar de la familia, sin prejuicios
El arzobispo de Madrid considera que la familia y la educación son los lugares básicos para abordar la actual «crisis antropológica» y hacer un mundo «más humano y fraterno».
El purpurado introdujo su exposición aludiendo a su reciente experiencia en Roma con diversos refugiados atendidos por la Comunidad de Sant’Egidio, entre ellos un joven musulmán superviviente de un naufragio (murieron 120 de las 130 personas que iban a bordo) que, ya felizmente recuperado, ayuda a integrarse a otras personas en Italia. «Me impresionó su compromiso», dijo el arzobispo de Madrid, quien, más allá de la caso particular, reflexionó sobre cómo haber experimentado la generosidad «promueve la fraternidad y construye la familia humana». Y esto es algo que normalmente se aprende en la familia y en la escuela.
«Creo en la familia»; «tengo esperanza en la familia», añadió, y aseguró que esta es una cuestión de muy amplio consenso, siempre que no se permita que las ideologías contaminen el debate: «He hablado con muchas personas, algunas con posiciones muy distintas», y «todas están de acuerdo» sobre la importancia de la familia, del padre y de la madre «cuando se habla con sinceridad y sin prejuicios», aseguró.
«El evangelio en su integridad»
Tras su intervención, el arzobispo de Madrid fue preguntado por diversas cuestiones de actualidad, entre ellas si cuenta con el apoyo del cardenal Blázquez para sucederle al frente de la Conferencia Episcopal en la Plenaria que se celebra del 13 al 17 de marzo. «Yo sigo dando mi apoyo a don Ricardo», respondió el cardenal Osoro, que calificó al arzobispo de Valladolid de «persona bondadosa».
Y habló también del padre Ángel. «Lo que él hace no lo hace nadie más»; «me está ayudando a ser mejor obispo», dijo, al ser interrogado sobre algunas declaraciones del sacerdote, lamentando que haya personas que se dediquen a «tirar piedras todos los días».
Preguntado sobre la dimisión de Mary Collins de la Comisión para la Tutela de los Menores de la Santa Sede, no entró a valorar el caso concreto, pero sí defendió el compromiso del Papa y de la Iglesia para combatir los abusos sexuales.
Reivindicó también el cardenal arzobispo de Madrid la labor desconocida de congregaciones religiosas y voluntarios en ese Madrid «que no es el que visitan los turistas», y realizan una «gran labor» que «no sale en los periódicos».
Pidió también un cristianismo libre de contaminaciones ideológicas, que asuma «el evangelio en su integridad», salga a la calle sin complejos («la fe no puede quedar relegada a las sacristías») y tienda puentes entre los hombres, aplicando con fidelidad el Concilio Vaticano II, que «en muchas cosas está sin estrenar».
Alfa y Omega
Foto: Forum Europa